Street View, un dios menos cruel
La nueva exhibici¨®n 'online' de la obra de Jon Rafman re¨²ne instantes de belleza y humor captados por Google para sus mapas
Cuando Google fue multado en 2014 en Italia con un mill¨®n de euros por ¡°haber recolectado im¨¢genes y datos privados¡± y publicarlos en la Street View de sus mapas, algunas batallas como la de la privacidad en Internet no parec¨ªan haber sido perdidas todav¨ªa; de hecho, la idea de que alguna vez no fueran ni siquiera libradas, sino por una minor¨ªa, como en la actualidad, parec¨ªa s¨®lo parte de una improbable distop¨ªa. Google llevaba por entonces siete a?os fotografiando las calles en un gigantesco proyecto cartogr¨¢fico y documental que ya suma 31 pa¨ªses europeos, 17 de Asia, 10 latinoamericanos, 5 africanos y la Ant¨¢rtida, as¨ª como algunas pol¨¦micas pese a que la empresa difumina por defecto matr¨ªculas y rostros: en septiembre de 2008, el peque?o pueblo alem¨¢n de Molfsee se neg¨® a permitir la circulaci¨®n de los autom¨®viles de Street View por sus calles, en 2010 la empresa debi¨® retirar dos im¨¢genes capturadas en Brasil porque en ellas aparec¨ªan cad¨¢veres, en marzo de 2013 debi¨® pagar una multa de siete millones de d¨®lares en los Estados Unidos por haber recolectado m¨¢s datos de los necesarios para su tarea, numerosas restricciones, demandas y procesos judiciales en Austria, China, Egipto, Jap¨®n y Suiza limitaron el n¨²mero de im¨¢genes disponibles en el servicio desde sus comienzos; en 2010 ya eran 244.237 los alemanes que hab¨ªan exigido a la empresa que eliminase su imagen.
No todas han sido objeciones, sin embargo: como algunos otros repositorios digitales, Street View se ha convertido en el objeto de numerosas pr¨¢cticas de apropiaci¨®n art¨ªstica, la m¨¢s notable de las cuales es el proyecto 9 Eyes, de Jon Rafman, definido ya en 2010 en este peri¨®dico como ¡°una colecci¨®n de poderos¨ªsimas instant¨¢neas¡±.
Rafman (Montreal, 1981) comenz¨® a interesarse por lo que llama ¡°lo sublime tecnol¨®gico¡± cuando a¨²n estudiaba arte; en una entrevista concedida en 2012 afirm¨®, tras definir la fotograf¨ªa como el arte por antonomasia del siglo XX, por cuanto su naturaleza mec¨¢nica suscitaba suspicacias sobre si era arte o no, que ve¨ªa Street View como la ¡°cima de la fotograf¨ªa como medio: el mundo siendo fotografiado constantemente, desde todas las perspectivas, todo el tiempo. Como si la fotograf¨ªa hubiera devenido un dios indiferente, neutral, que observa el mundo¡±.
Pero si Street View es un dios indiferente, Rafman juega en su nueva exhibici¨®n a no serlo: a lo largo de horas y horas surfeando en la web y de recorrer cientos de sitios ¡°en¡± Street View, el artista canadiense ha reunido im¨¢genes cuyo inter¨¦s radica tanto en las particulares circunstancias en que fueron obtenidas y en el azar, que hizo que el paso de las c¨¢maras de Google coincidiera con un momento de especial relevancia, en un gesto aparentemente banal pero cargado de significado, como en su belleza, a menudo inquietante.
Figuras espectrales a un costado de un camino rural, prostitutas, ni?os jugando, incendios, ruinas habitadas, multitudes, personas que yacen en el suelo como si estuvieran muertas o dormidas, paisajes deshabitados, detenciones policiales, accidentes de tr¨¢fico, monta?as de basura, j¨®venes jugando al f¨²tbol, una mariposa huyendo de la c¨¢mara, personas trepando verjas y fachadas, un delf¨ªn elev¨¢ndose sobre el agua en una playa en el preciso momento en que se capturaba la imagen, un reba?o de ovejas impidiendo el tr¨¢fico, parejas bes¨¢ndose, personas disfrazadas, personas viajando en el techo de los autobuses, personas orinando detr¨¢s de sus veh¨ªculos, personas que se asoman a ventanas desde las que observan el paso de los autom¨®viles que con sus c¨¢maras les ofrecer¨¢n algo parecido a una inmortalidad virtual, trivial pero gratuita y algo anonimizante, ya que sus rostros y otros detalles identificativos, como los tatuajes, ser¨¢n pixelados por Google cuando la imagen sea publicada.
Rafman se ha definido en algunas ocasiones como un fl?neur, alguien que, como la figura creada por Charles Baudelaire y sancionada por Walter Benjamin, Georg Simmel y otros autores, recorre un paisaje que le resulta extremadamente familiar (en el caso de Benjamin, la ciudad; en del de Rafman, su registro fotogr¨¢fico) a la b¨²squeda de experiencias est¨¦ticas que trasciendan lo cotidiano y reformulen los v¨ªnculos del sujeto con el espacio y el tiempo, con la multitud y la soledad. A ra¨ªz de su car¨¢cter (podr¨ªa decirse) itinerante, proyectos como 9 Eyes y otros basados en Street View, como los de Michael Wolf y Doug Rickard, se han vuelto enormemente populares desde el momento en que comenzaron las restricciones vinculadas con la contenci¨®n de la pandemia de covid-19: como los repositorios de metraje encontrado y los proyectos art¨ªsticos basados en ellos, las galer¨ªas de im¨¢genes de Jon Rafman han puesto de manifiesto la enorme riqueza, complejidad y diversidad del mundo que perdimos al tiempo que ofrec¨ªan una oportunidad de recuperar ese mundo, al menos, virtualmente.
Pero obras como la de Rafman ofrecen algo m¨¢s que consuelo: sugieren la posibilidad de una mayor implicaci¨®n cr¨ªtica con un mundo cuya ubicuidad propiciada por su representaci¨®n mediante la tecnolog¨ªa puede parecer en exceso simple a la vez que naturalizar fen¨®menos como la vigilancia, la p¨¦rdida de privacidad, el brutal encogimiento de las distancias y la reducci¨®n del tiempo propiciados por la conectividad extrema y permanente, as¨ª como la supuesta neutralidad del ojo de las grandes compa?¨ªas tecnol¨®gicas como Google.
En una entrevista reciente en este peri¨®dico, la ensayista y acad¨¦mica espa?ola Ingrid Guardiola se preguntaba ¡°qu¨¦ pasa cuando pensamos el mundo como una interfaz¡±. Qu¨¦ hacer con la basura que producimos y consumimos incesantemente en los entornos digitales es la pregunta central de buena parte del arte contempor¨¢neo actual. Pero Rafman a?ade una interrogante m¨¢s a la ecuaci¨®n al preguntarse por qu¨¦ creemos que el mundo capturado por Google es veraz y el resultado de una mirada imparcial y meramente cartogr¨¢fica. Al apropiarse de im¨¢genes cuya belleza y valor trascendente no est¨¢n vinculados con ninguna voluntad art¨ªstica sino con un proyecto cartogr¨¢fico que amenaza con ser m¨¢s grande que el territorio que representa, Rafman re¨²ne testimonios de un mundo en el que, al menos en ocasiones, el azar se conjura con la belleza. Si hay un dios observ¨¢ndonos, no es precisamente uno neutral y no carece de piedad ni de sentido del humor, un dios menos cruel de lo que podr¨ªa parecer en nuestros d¨ªas.
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