Enso?aciones del paseante cabreado
Nunca se hab¨ªan publicado tantos libros sobre una acci¨®n tan cotidiana como el caminar
1. Caminando
Nunca se hab¨ªan publicado tantos libros sobre una acci¨®n tan cotidiana como el caminar. Los hay para deportistas, para excursionistas, para melanc¨®licos, para obesos, para pr¨®fugos m¨¢s o menos irredentos (recuerden el estupendo Manual de escapolog¨ªa, de Antonio Pau; Trotta); pueden encontrarse centrados en la est¨¦tica (y en la ¨¦tica) del paseo, en sus propiedades sanatorias, en la felicidad que procuran, en su capacidad de propiciar la tan a?orada mindfulness; los hay firmados por cl¨¢sicos (en el Romanticismo los intelectuales redescubrieron sus piernas) como Thoreau, Stevenson, Hazlitt, o por contempor¨¢neos que a?oran la paz que (aseguran) proporciona su pr¨¢ctica: Elogio del caminar, de David Le Breton (Siruela); Caminar, de Erling Kagge (Taurus), o El arte de caminar, del monje budista Thich Nhat Hanh (Paid¨®s), son tres ejemplos entre otros.
Muchos se orientan a la vertiente espiritual del ejercicio: meditaci¨®n, paz, reencuentro consigo mismo, ensanchamiento de la vida interior y todo el resto de la mercanc¨ªa an¨ªmica; por eso, en general, se prima el paseo (o el caminar) en la naturaleza, quiz¨¢s pretendiendo que nos convirtamos en sombras (o clones) del paseante Nietzsche en sus caminatas estivales por los bosques de Sils Maria, o en ¨¦mulos de Bill Bryson ¡ªcuya obra autobiogr¨¢fica Un paseo por el bosque (RBA) fue llevada al cine por Ken Kwapis¡ª en su recorrido por los Apalaches.
A los paseos de los pensadores, por cierto, est¨¢ dedicado el reciente Fil¨®sofos de paseo, de Ram¨®n del Castillo (Turner), que analiza la relaci¨®n entre el caminar y el pensar en la obra de fil¨®sofos como Nietzsche, Heidegger, Adorno, Wittgenstein, Sartre, o de narradores como John Fowles o Robert Walser. Pero tambi¨¦n los hay que, siguiendo la tradici¨®n de los fl?neurs baudelerianos (tan ponderados por Walter Benjamin), dedican espacio a los paseos por la ciudad: ah¨ª tienen, por citar el m¨¢s reciente, Elogio del caminar, del neurocient¨ªfico Shane O¡¯Mara (Anagrama), que, adem¨¢s de explicarnos por qu¨¦ el caminar airea el cerebro, templa los m¨²sculos y nos hace m¨¢s felices, dedica un sugestivo cap¨ªtulo al andar por la ciudad.
En todo caso, y si me permiten un apunte personal, la verdad es que, despu¨¦s de escuchar el parte diario de infectados y fallecidos (la pandemia ya ha causado tantas muertes en el mundo que las que produjo la Guerra Civil); de enterarme de las nuevas proezas de tipos como Bolsonaro, cuya pol¨ªtica est¨¢ produciendo en la poblaci¨®n brasile?a una especie de sistem¨¢tica ¡°limpieza de clase¡± (mueren sobre todo los m¨¢s pobres: que se me pegue la lengua al paladar y el teclado a los dedos si no me acuerdo de ellos); de recorrer calles de mi ciudad en las que aumenta exponencialmente el n¨²mero de carteles que gritan ¡°local disponible¡± o ¡°liquidaci¨®n por cierre¡±; de sentirme impotente y temeroso mientras muchos pol¨ªticos se calzan los coturnos para intentar justificar su ineficacia, agitando el espect¨¢culo de la ¡°falsedad sin r¨¦plica¡± (Guy Debord), y los tod¨®logos tertuliantes pretenden vendernos como pura episteme (verdad) lo que no es m¨¢s que tontirrina doxa (opini¨®n); les confieso que, despu¨¦s de todo eso, no tengo muchas ganas de pasearme con el tapabocas puesto por esas calles del buen Dios y el mal diablo.
En cuanto a lo de caminar, lo ¨²nico que ahora me sugiere ese ejercicio tan pretendidamente sano son los versos finales de un c¨¦lebre poema de Nicol¨¢s Guill¨¦n que les transcribo: ¡°Al que yo coja y lo apriete, / caminando, / ese la paga por todos, / caminando; / a ¨¦se le parto el pescuezo, / caminando, / y aunque me pida perd¨®n, / me lo como y me lo bebo, / me lo bebo y me lo como, / caminando, / caminando, / caminando¡¡±.
2. Estalinismos
Ya s¨¦ que, ahora que todos (incluso, a su manera retorcida, tambi¨¦n los chinos y los norcoreanos) somos capitalistas, como afirma el economista Branko Milanovic en Capitalismo, nada m¨¢s (Taurus), el dato no interesar¨¢ a casi nadie, pero este mes se conmemora el 80? aniversario de la muerte de Le¨®n Trotski (1879-1940) a cargo de un c¨¦lebre asesino espa?ol de la NKVD. Los gangsters de Stalin (Espuela de Plata, Renacimiento) re¨²ne los documentos y alegaciones enviados por el revolucionario sovi¨¦tico al juez tras el asalto (dirigido por el muralista estalinista Alfaro Siqueiros) que sufri¨® en su casa de Coyoac¨¢n el 24 de mayo de 1940, en lo que puede considerarse el primer ensayo para acabar de una vez por todas con su vida.
Trotski explica en este libro-recopilaci¨®n no s¨®lo su versi¨®n de los hechos, sino que analiza las diversas interpretaciones que los medios internacionales y mexicanos dan al suceso. El pr¨®logo, de mi amigo Anselmo Santos, autor del hagiogr¨¢fico ensayo Stalin el Grande (Edhasa; nueva edici¨®n de 2020), en el que pretende aproximarse a la figura del dictador sovi¨¦tico con una mirada ¡°limpia y nueva¡±, se despacha sobre el creador del Ej¨¦rcito Rojo ¡ªde quien, sin embargo, elogia su inteligencia y ¡°honradez intelectual¡±¡ª con los t¨®picos a los que nos tiene acostumbrados la historiograf¨ªa (a derecha e izquierda) que le es hostil: vanidad, soberbia, ceguera pol¨ªtica, presunci¨®n. Y en cuanto a los interesantes escritos recopilados en este libro, la descalificaci¨®n del prologuista es tambi¨¦n significativa (atenci¨®n): ¡°Son los ¨²ltimos jadeos de un hombre acabado, a punto de ahogarse, que da brazadas en vano¡±. Ya ven la simpat¨ªa y el rigor con que lo trata.
3. Eco, eco, eco
Si quieren pas¨¢rselo bien, leyendo reflexiones atinadas y repletas de humor sobre las mitolog¨ªas contempor¨¢neas (en el sentido de Barthes) y los gestos cotidianos, no se pierdan la recopilaci¨®n de art¨ªculos C¨®mo viajar con un salm¨®n, que contiene las mejores piezas breves que el a?orado Umberto Eco publicaba semanalmente en L¡¯Espresso. Algunas como ¡®C¨®mo reconocer una pel¨ªcula porno¡¯ o ¡®C¨®mo justificar una biblioteca privada¡¯ constituyen peque?as obras maestras.
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