El nuevo rey de la ciencia ficci¨®n africana es un psiquiatra brit¨¢nico
Llega la segunda entrega de 'Rosalera', de Tade Thompson, una de las cabezas visibles de una nueva ola que arrasa en la ciencia ficci¨®n
El m¨¢ximo galard¨®n de ciencia ficci¨®n del Reino Unido es el Arthur C. Clarke, en honor al autor de 2001: Una odisea del espacio y de algunas de las mejores novelas ut¨®pico-humanistas de la d¨¦cada de los cincuenta del siglo pasado. Se convirti¨® en premio el a?o 1987. Es decir, que su persona y el galard¨®n, creado por ¨¦l mismo, convivieron durante m¨¢s de dos d¨¦cadas ¨Cmuri¨® en 2008¨C. En ese tiempo dibuj¨®, como sigue haciendo, la forma en la que los l¨ªmites del g¨¦nero se expand¨ªan y contin¨²an haci¨¦ndolo. No en vano, Margaret Atwood fue la primera en llev¨¢rselo, all¨¢ en el lejano 1987, por nada menos que El cuento de la criada.
El muy sabio Ted Chiang, hoy a la cabeza de la ciencia ficci¨®n, tiene raz¨®n cuando dice que la ciencia ficci¨®n del momento no es la china. Que si lo parece es solo por oportunismo comercial. El ¨¦xito de El problema de los tres cuerpos, de Liu Cixin, hizo a los editores de todo el mundo creer que tal vez el lector estaba preparado para esa tendencia del g¨¦nero en el pa¨ªs de sus ancestros. La verdadera new wave de lo fant¨¢stico contempor¨¢neo est¨¢ en ?frica, como dejan claro los dos ¨²ltimos ganadores del Arthur C. Clarke, y los tres Hugo consecutivos de?N. K. Jemisin, la m¨¢s clara heredera del tot¨¦mico afrofuturismo de Octavia Butler.
Coincide el anuncio del Clarke de este a?o para Namwali Serpell, hace apenas una semana, por The Old Drift, su primera novela, con la llegada a librer¨ªas en Espa?a de la segunda entrega de la saga del ganador de la edici¨®n anterior, Tade Thompson. Considerado el nuevo rey de la ciencia ficci¨®n marciano-africana, su obra La insurrecci¨®n de Rosalera (Alianza) es la continuaci¨®n del apocalipsis alien de tintes wellsianos. Thompson, el psiquiatra que amaba a Jack Kirby, naci¨® en Londres pero se cri¨® en Nigeria. Cuando su agente le llam¨® para decirle que hab¨ªa hecho historia no estaba en su apartamento, sino en Avil¨¦s, en el Celsius 232, estampando firmas en la edici¨®n espa?ola de aquella, su primera novela, Rosalera. ¡°Voy a recordar siempre que estaba rodeado de lectores cuando mi agente grit¨® al tel¨¦fono: '?Tade, que has ganado el Clarke!¡±, me dijo.
En aquella cita cont¨® muchas cosas m¨¢s. Como que decidi¨® a los cinco a?os que quer¨ªa ser escritor, pero luego algo se torci¨® irremediablemente y acab¨® estudiando Medicina. Durante a?os aborreci¨® su profesi¨®n. Pero segu¨ªa leyendo los c¨®mics de Jack Kirby que le hab¨ªan convertido en dibujante y, antes de eso, en narrador en im¨¢genes. ¡°Kirby fue mi big bang, a¨²n hoy tengo la sensaci¨®n de que hubo cosas que imagin¨® antes que nadie, como los tel¨¦fonos m¨®viles¡±, asegur¨® en Avil¨¦s. Si admira a Kirby es porque ¡°lo invent¨® todo¡± despu¨¦s de haber atravesado ¡°un infierno¡±, el de su participaci¨®n en la Segunda Guerra Mundial. La manera en la que el esp¨ªritu de lo imposible y, sobre todo, el de cierto pulp de altura est¨¢ presente en su propia obra solo puede explicarlo el respeto que siente por ¨¦l.
Rosalera no era su primera novela, pero s¨ª era su primera novela de ciencia ficci¨®n. Antes hab¨ªa publicado un noir, que por el momento solo ha sido traducido al catal¨¢n (Els assassinats de la Molly Southbourne) y que ha publicado la editorial Mai M¨¦s. En general, se define como un amante del g¨¦nero, cualquier g¨¦nero. ¡°La vida ser¨ªa muy dura sin ¨¦l¡±, dijo. Aunque se apresur¨® a a?adir que no cree en las distinciones. ¡°Para m¨ª, los libros solo se dividen entre buenos y malos¡±, asegur¨®. Es de los pocos que se atreve a afirmar que a la ciencia ficci¨®n no se le han dado nunca tan bien como se cree predecir el futuro. ¡°Es verdad que a veces ha acertado, pero el porcentaje de aciertos es m¨ªnimo, y as¨ª debe ser. Como dijo Oscar Wilde, todo arte es in¨²til, y est¨¢ bien que as¨ª sea, lo ¨²nico que podemos hacer con ¨¦l es tratar de explorar lo ya vivido para intentar evitar un desastre futuro, sin m¨¢s ambici¨®n que la de entretener¡±, sentenciaba.
?Es eso lo que pasa en la saga Rosalera? "Exactamente eso, s¨ª", admit¨ªa. Por m¨¢s que la acci¨®n transcurra en la Nigeria de 2066, alrededor de una misteriosa b¨®veda extraterrestre, en una ciudad improvisada por aquellos que creen que los extraterrestres han venido a salvarles. En el fondo, de lo que est¨¢ hablando es de lo que el Reino Unido hizo con Nigeria. Es decir, de lo que ya hablaba la primera historia de marcianos que se cre¨®, La guerra de los mundos, de H.G. Wells: de la invasi¨®n cultural. ¡°De lo que va Rosalera es de la opresi¨®n de una cultura sobre otra. De c¨®mo los brit¨¢nicos llegaron a Nigeria, la ocuparon y lo destruyeron todo. De manera que, incluso hoy, cuando ya no est¨¢n ah¨ª, su cultura sigue imperando sobre la nuestra¡±, relataba. El capitalismo ha hecho el resto, imponiendo la cultura norteamericana a trav¨¦s de la ficci¨®n. ¡°Los marcianos hemos sido siempre nosotros¡±, a?ad¨ªa.
Thompson va a todas partes con un cuaderno gris. En ¨¦l est¨¢ escribiendo su pr¨®xima novela. Escribe a mano cada d¨ªa al menos tres p¨¢ginas. Su pr¨®xima novela tiene que ver con un viaje al espacio. Da alguna pista. Est¨¢ leyendo sobre todo no ficci¨®n sobre viajes a Marte. ¡°No quiero que mi ficci¨®n parta de otra ficci¨®n sino de estudios cient¨ªficos reales, de lo que podr¨ªa ocurrir de verdad¡±, aseguraba. Ya ha cerrado la trilog¨ªa en la que reinventa el concepto de marciano. ¡°No quer¨ªa que mis marcianos fuesen como ning¨²n otro¡±, dec¨ªa. ?Y c¨®mo hizo para distinguirlos? Leer mucha no ficci¨®n cient¨ªfica y otorgarles el poder de espiarnos a partir de algo vivo que nos rodea y que les permite recopilar informaci¨®n a trav¨¦s de un enlace cu¨¢ntico. As¨ª, dice, ¡°son extraterrestres que siempre han sabido que exist¨ªamos solo que hasta ahora no han necesitado invadirnos¡±.
?Y no habla en ese sentido tambi¨¦n Rosalera de la desesperaci¨®n humana ante el fin de su propio planeta? ?No habla del intento de buscar una salida? ¡°Por supuesto. Los extraterrestres de Rosalera han sido tan irresponsables con su planeta como lo estamos siendo nosotros con el nuestro, y no les ha quedado otro remedio que buscar una salida¡±, contestaba. S¨ª, su ciencia ficci¨®n podr¨ªa tambi¨¦n pasar por un weird ecologista. Pero ?de qu¨¦ manera encaja en ese universo la psiquiatr¨ªa? ¡°Oh, amo las historias desde los cinco a?os, y pas¨¦ un mont¨®n de a?os dando tumbos por todo tipo de disciplinas m¨¦dicas, ?hasta hice autopsias! Descubr¨ª que en la que ¨²nica en la que pod¨ªa sentirme como un lector era en la psiquiatr¨ªa: cada persona que se sienta en mi consulta es una historia¡±, es capaz de admitir.
Thompson, nacido a finales de los setenta, y amante por igual de la prosa de carretera de Barbara Kingslover y del onirismo l¨²dico de Italo Calvino, adem¨¢s de lector empedernido de Haruki Murakami, Neil Gaiman y Oscar Wilde, dijo tambi¨¦n que Namwali Serpell (Lusaka, Zambia, 41 a?os) es responsable de ¡°la gran novela africana del siglo XXI¡±. No, no hay marcianos en The Old Drift, pero s¨ª mosquitos robots ¨Cesto es, drones diminutos¨C con los que tratar de derrocar al opresivo sistema de un futuro cercano en el que tenemos insertados procesadores ¨Cm¨®viles¨C en las manos. La de Serpell, otro dura reflexi¨®n sobre el colonialismo, fue uno de los 14 originales de autores africanos presentados al siempre visionario Clarke.
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