Tributo a la inteligencia y al humor
En la serie ¡®Supongamos que Nueva York es una ciudad¡¯, Scorsese se parte de risa, y a los espectadores nos ocurre lo mismo, escuchando las ¨¢cidas opiniones de Fran Lebowitz
Llevar creando una de las obras m¨¢s poderosas e identificables de la historia del cine podr¨ªa sumir a Martin Scorsese en el ego trip permanente, en observar la belleza de su ombligo y olvidarse del resto del mundo. Pero este director genial tambi¨¦n posee y ejerce la admiraci¨®n hacia el talento ajeno. Lo homenajea en los terrenos de la m¨²sica, la escritura, el cine, las obras de arte que han hecho m¨¢s feliz su existencia. Y les rinde tributo mediante documentales impagables. Lo hizo con el cine cl¨¢sico estadounidense, con el italiano, con cineastas que le impresionaron, como en la preciosa Una carta a Elia. Aclaro, al director Elia Kazan. No vaya a pensar el lector de esta cr¨®nica que se trata de la declaraci¨®n amorosa de Scorsese a una antigua novia. Y, dylanita confeso y eterno (?y qu¨¦ mel¨®mano de verdad no lo es?), ha realizado documentales imprescindibles sobre la personalidad, la vida y las canciones de este, como No Direction Home y Rolling Thunder Revue.
Las pel¨ªculas de Scorsese tambi¨¦n le han convertido en privilegiado cronista y retratista de la ciudad de Nueva York en este siglo, el anterior y m¨¢s atr¨¢s. Lo que ¨¦l ha plasmado en im¨¢genes sobre la complejidad y la dureza del lugar que le pari¨®, otros lo han hecho con palabras escritas. Por ejemplo, la humorista, escritora y personaje singular Fran Lebowitz. Su obra impresa es muy corta, aunque ella sea un torrente oral. Recuerdo haber le¨ªdo a finales de los setenta y comienzos de los ochenta dos libros suyos, tan originales como divertidos, que se titulaban Vida metropolitana y Breve manual de urbanidad. Pero no hab¨ªa vuelto a tener noticias de su bendita causticidad.
En la serie documental Supongamos que Nueva York es una ciudad, Scorsese se parte de risa, y a los espectadores nos ocurre lo mismo, escuchando las ¨¢cidas e imprevisibles opiniones de Fran Lebowitz sobre las personas y las cosas, el anverso y el reverso de la fascinante Nueva York. Scorsese la acompa?a, filma y entrevista en teatros, plat¨®s, recorriendo las calles, visitando lugares representativos, creando para ella una inmensa maqueta de la ciudad. Y esta se?ora jud¨ªa, de aspecto hombruno, pinta de bruja medieval, due?a de una inteligencia, una agilidad mental y un sentido del humor desbordantes, corrosivamente enemistada con todo tipo de correcci¨®n pol¨ªtica, habla de lo divino y de lo humano, de los taxis y el metro de Nueva York, de lo que se respira en sus calles, de los pol¨ªticos, de los artistas de verdad y de tantas modas grotescas, de personajes an¨®nimos y de comportamientos surrealistas, de afectos y de fobias. Todo lo que cuenta lleva su sello, es contundente y gracioso.
Supongamos que Nueva York es una ciudad la exhibe Netflix. Hay muchas cosas mediocres y convencionales en esta plataforma y algunas que me ponen de los nervios. A cambio, son espl¨¦ndidos muchos de sus documentales, sobre todo los centrados en grandes figuras de la m¨²sica. Y dona un enorme placer para el cerebro y para los sentidos ver y escuchar las entrevistas de David Letterman, los mon¨®logos de Ricky Gervais, el talento de los mejores. Solo se necesita un poquito de paladar para disfrutarlos. Y remato la venturosa jornada, me olvido provisionalmente de la pandemia y del fr¨ªo, comenzando a releer por tercera o cuarta vez Historias de Nueva York, que escribi¨® Enric Gonz¨¢lez. Y continuar¨¦ con sus historias de Londres y de Roma. O sea, apostar¨¦ a lo seguro, a lo que me deleita siempre, sin necesidad de nuevos milagros. Y preveo que esta noche no me va a atacar el insomnio, que dormir¨¦ como un bendito.
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