Rolando Villaz¨®n: ¡°La ¨®pera no es cuesti¨®n de ¡®likes¡¯; cantas o no cantas¡±
El tenor mexicano publica su tercera novela, ¡®Amadeus en bicicleta¡¯, que transcurre en Salzburgo, ciudad en la que se consagr¨® como cantante
Rolando Villaz¨®n (Ciudad de M¨¦xico, 49 a?os) so?¨® con ser un gran tenor, y triunf¨®. Despu¨¦s cay¨® y, m¨¢s tarde, se reinvent¨®. ¡°Pero no solo como cantante, sino como artista, como creador¡±, dice. Llevaba el camino se?alado, aunque quiz¨¢ fue demasiado r¨¢pido. Hoy, m¨¢s sereno pero con la pasi¨®n intacta, ha regresado a la escena mundial. Y adem¨¢s publica libros: ¡°Antes que cantante quer¨ªa ser escritor, conservo hasta unos sonetos y poemas adolescentes ?espantos¨¦rrimos!¡±, confiesa.
De ah¨ª sus tres novelas. En la ¨²ltima, Amadeus en bicicleta (publicada a finales de marzo por Galaxia Gutenberg), el autor se pierde por las calles de Salzburgo, pero r¨¢pidamente se encuentra, a medio camino entre Kafka y Juan Rulfo. Es la ciudad donde Villaz¨®n se consagr¨® a lo grande. Fue en una Traviata, junto a la soprano Anna Netrebko, con un montaje electrizante de Willi Decker, estrenado en 2005. Eran entonces dos figuras j¨®venes, que confluyeron en un renacer c¨®smico verdiano m¨¢s sexual que sensual.
Aquello lanz¨® sus carreras. La de Netrebko hacia las estrellas y hasta hoy. La de Villaz¨®n, tambi¨¦n, pero con sus accidentes. Un quiste cong¨¦nito en el interior de una cuerda vocal lo mantuvo apartado de los escenarios entre 2009 y 2010: ¡°Me hab¨ªa salido lo mismo en una cuerda con 17 a?os y se me reprodujo en la otra¡±. Pens¨® que ya nunca volver¨ªa a cantar. ¡°Hasta que un d¨ªa, despu¨¦s de meses de rehabilitaci¨®n, logr¨¦ acabar una nana a mis hijos Dar¨ªo y Mateo para que durmieran. Sal¨ª de la habitaci¨®n, mi esposa lo estuvo escuchando tras la puerta y empezamos a llorar de emoci¨®n¡±.
Hab¨ªa entonado cada nota hasta el final. ¡°Despu¨¦s de lo que pas¨¦, con una recuperaci¨®n en la que pr¨¢cticamente tienes que volver a aprender a hablar, fue muy lindo. Nos dimos cuenta de que pod¨ªa volver a empezar¡±. La retirada le sirvi¨® para reflexionar. Ya no pod¨ªa volver a lo de antes. ¡°Es m¨¢s, no quer¨ªa. Cuando me recuper¨¦, solo deseaba volver a cantar. No sobre un escenario; nom¨¢s en la ducha o lavando. Cantar por cantar. A lo mejor, en los a?os previos, quise abarcar mucho, s¨ª. Pero, ?qu¨¦ tendr¨ªa que decir a eso?, ?qu¨¦ quieren?, ?que a uno lo quemen en el fuego sagrado en base a lo que opinan los dem¨¢s?¡±.
La meta de Villaz¨®n desde entonces fue reconstruir una carrera con personalidad heterodoxa. No solo le val¨ªa cantar, sino que tambi¨¦n se meti¨® a director de escena ¨Dlleva firmados 11 montajes hasta la fecha¡ª, fue nombrado responsable de la semana de Mozart en Salzburgo y compagina todo eso con la literatura. Con otra forma de expresi¨®n que le permite adentrarse en los interrogantes del mundo de la manera en que lo hacen los autores que admira. Y Villaz¨®n tiene ventaja en eso: es un lector voraz. Del panorama latinoamericano hasta las bifurcaciones centroeuropeas, de Francia ¡ªhoy vive en Par¨ªs¡ª a Comala, entre el p¨¢ramo de Rulfo y las cloacas de Bola?o, poco se le pierde.
Tambi¨¦n conoce y ha vivido en un mundo, el de la ¨®pera, que a veces excede cualquier dimensi¨®n imaginativa surreal. Y ah¨ª es donde se adentra Vian Maurer, el protagonista de Amadeus en bicicleta, una obra a la que precedi¨® en espa?ol otra cuyo t¨ªtulo fue Malabares. ¡°No surge como novela, en realidad el libro viene de unos cuadernos que empec¨¦ a rellenar en Salzburgo. Quise escribirle a Mozart y hablarle a las estatuas, como hac¨ªa ¨¦l. Yo le suelo cantar Las ma?anitas, me gusta llevar alegr¨ªa y colorido latinoamericano a esa ciudad¡±.
Con el amigo Wolfgang, Villaz¨®n se identifica radicalmente en ¡°la b¨²squeda de la libertad¡±. Y en una relaci¨®n dif¨ªcil con el padre, como la tuvo el compositor, como la tiene el protagonista de su novela, como la ha tenido el propio cantante: ¡°No por las razones de Maurer, a cuyo padre no le gusta que quiera dedicarse a la ¨®pera. El m¨ªo s¨ª lo ve¨ªa bien, pero algunas cosas nos separaban. Desde la perspectiva del hijo, que era yo, no se resolvieron de las mejores formas¡±, comenta el cantante. ¡°Y no haga m¨¢s preguntas diab¨®licas¡¡±, bromea.
No muy tarde se dio cuenta de que un modelo de carrera, en vez del formato Superman voraz, podr¨ªa ser el de la exquisitez marca Cecilia Bartoli. ¡°Ella reinvent¨® hace 20 a?os el concepto de cantante de ¨®pera¡±, asegura. Hasta tal punto que son much¨ªsimos quienes han seguido detr¨¢s. Hoy Bartoli colabora habitualmente con Villaz¨®n y con su paisano Javier Camarena, otro mexicano universal, desde su actual podio belcantista: ¡°Javier da un do de pecho con la misma facilidad con la que uno se frota un ojo¡±. O el peruano Juan Diego Fl¨®rez, otro referente para Villaz¨®n: ¡°Para muchos, y con raz¨®n, es el Federer de la ¨®pera. Ha pasado de un repertorio muy concreto a cantar con gran ¨¦xito otras muchas cosas. Puede hacer lo que se le hinche la regalada gana. No es cierto que los cantantes se deban encasillar. Lo importante es ser artista. No basta ser atleta del canto y mucho menos gritar a Puccini en vez de cantarlo¡±, afirma. Porque sabe que en su mundo, aunque se cuelen reveses ocultos, artificios de rond¨®n y posibilidad de enga?o, ¡°esto no es cuesti¨®n de likes: o cantas o no cantas¡±.
No es cierto que los cantantes se deban encasillar. Lo importante es ser artista. No basta ser atleta del canto
Por eso se concentra en papeles que considera troncales en la historia del repertorio. Ahora explora insistentemente a Mozart. Pero si tiene que elegir un n¨²mero de roles cercanos a su pasi¨®n por la vida habla de cuatro: ¡°El Nemorino de L¡¯elisir d¡¯amore, de Donizetti¡±, va primero. Con ¨¦l reapareci¨® tras su calvario en la ¨®pera de Viena. ¡°Tambi¨¦n el protagonista de Los cuentos de Hoffmann [de Offenbach], con el mismo nombre; el Papageno de La flauta m¨¢gica, que aunque para bar¨ªtono, Mozart lo concibi¨® para un actor que cantara, como fue Schikeneder, autor del libreto y el Loge de El oro del Rin, primera parte de El anillo del Nibelungo wagneriano¡±.
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