El recuerdo tan vivo del olvido que seremos
H¨¦ctor Abad G¨®mez era un buen hombre. Y anda hoy tan desprestigiada la bondad en el cine que merece la pena resaltarlo
H¨¦ctor Abad G¨®mez era un buen hombre. Y anda hoy tan desprestigiada la bondad en el cine que merece la pena resaltarlo. En estos tiempos parece toda una audacia elegir ese tema para rodar una pel¨ªcula. M¨¢s en Am¨¦rica Latina. Y no digamos si se trata de M¨¦xico o Colombia. Cuando, encima, la acci¨®n se desarrolla en el Medell¨ªn de los a?os m¨¢s crudos del narco, entre el estruendo met¨¢lico de las motos de los sicarios y las ametralladoras, el hecho de que Fernando Trueba haya sacado adelante una historia como la de este epidemi¨®logo puede calificarse de milagro.
Adem¨¢s, a H¨¦ctor Abad G¨®mez todav¨ªa se le reza. Y la mayor oraci¨®n que se ha entonado sobre ¨¦l se la cant¨® su hijo, H¨¦ctor Abad Faciolince, con el libro del mismo t¨ªtulo en que se basa la pel¨ªcula, protagonizada por Javier C¨¢mara. Durante d¨¦cadas, esa obra magistral no deja de calar generaci¨®n tras generaci¨®n y se ha convertido en un contrapunto fundamental a lo que la maravillosa Colombia da de s¨ª en las pantallas o ahora en las plataformas.
El olvido que seremos (Alfaguara) es en todo el mundo de habla hispana un libro sagrado. Una certera excepci¨®n sobre la bondad, el idealismo m¨¢s pr¨¢ctico, sobre la inconveniente conveniencia de alzar la voz a riesgo de que te arranquen la vida. Por eso, llevarlo a la pantalla parec¨ªa un reto tan obligado como extempor¨¢neo, tan necesario como envenenado. ?Qui¨¦n se pod¨ªa atrever a dar cuerpo, imagen, voz, aliento, gesto y testimonio a una leyenda as¨ª? Trueba lo ha filmado. C¨¢mara lo ha encarnado y un plantel efervescente de int¨¦rpretes colombianos lo han sacado adelante de manera brillante aunque a nuestros ojos, a¨²n extra?e, porque resulta pr¨¢cticamente ex¨®tico ante los espectadores mostrar la cara del bien y reivindicarlo.
Hecha la prueba, a ver si cunde el ejemplo y dejamos de avivar el morbo por el lado oscuro y sangriento de un continente pre?ado de luz, dispuesto a mostrar a cada paso vitalidad, empuje, ingenio, creatividad en mayor medida al sambenito que se les ha plantado encima y que distorsiona realidades que no solo tienen que ver con la violencia, el abuso o la muerte sin apenas precio.
Todo lo contrario, en El olvido que seremos se celebra el don impagable de la vida, la alegr¨ªa de estar juntos, de compartir, de educar en valores. Este m¨¦dico es el Atticus Finch del sur, un hombre recto, valiente, entregado. Su memoria vertida en palabras por su hijo se convirti¨® en una de las obras maestras de la literatura del padre. La imagen que cobra ahora con la pel¨ªcula de Trueba y el cuerpo y la voz que Javier C¨¢mara ennoblece su presencia en nosotros e impide que ese t¨ªtulo premonitorio cobre su propia verdad. Lo impugna y el olvido se torna a trav¨¦s de todo ello recuerdo. El maleficio de la memoria queda del rev¨¦s y se desmiente porque este doctor vive, respira y ejerce como ejemplo de lo que todo deber¨ªa ser.
Babelia
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