Tom Z¨¦, el ¨²ltimo tropicalista: ¡°La m¨²sica brasile?a actual me enorgullece¡±
A los 84 a?os, el cantautor trabaja en un musical y un disco sobre la lengua portuguesa confinado en su apartamento de S?o Paulo
¡ª ?Tom Z¨¦! ?Tom Z¨¦! ?Tom Z¨¦eeee!
Neusa, su mujer y representante, tiene que llamarlo cinco veces para que finalmente se ponga al tel¨¦fono. Tom Z¨¦, nacido en Irar¨¢ hace 84 a?os, estaba tomando notas. Desde marzo del a?o pasado, cuando estall¨® la pandemia de la covid-19 en Brasil, el cantautor ha trabajado mucho. Suele acostarse temprano, sobre las nueve de la noche ¡ªun poco m¨¢s tarde cuando hay alg¨²n partido de f¨²tbol¡ª y se levanta a las tres de la ma?ana. A las cuatro comienza su proceso creativo, que compagina con el cuidado de las plantas de su apartamento en el barrio de Perdizes (S?o Paulo), una afici¨®n que tiene desde hace muchos a?os. Su pr¨®ximo disco, que nace de un musical en el que est¨¢ trabajando con el dramaturgo Felipe Hirsch, ser¨¢ un estudio de la lengua brasile?a.
¡±Como la pandemia estaba retrasando las fechas del musical, [Hirsch] me llamaba y me dec¨ªa: ¡®Tom Z¨¦, vamos a aprovechar para escribir m¨¢s canciones, vamos a hacer que el musical sea m¨¢s musical¡¯. Como soy lento para hacer m¨²sica, aprovech¨¦. Ya he hecho m¨¢s de 50 canciones. Cumplo con mi deber¡±, se r¨ªe. Y su deber incluye una meticulosa investigaci¨®n de los obst¨¢culos hist¨®ricos, pol¨ªticos y culturales de la lengua, en un viaje que va desde el cancionero celta hasta los pormenores de la dinast¨ªa carolingia. Un conocimiento que vierte en casi dos horas de conversaci¨®n con EL PA?S.
¡±Todo esto naci¨® del verso de Olavo Bilac La ¨²ltima flor del Lacio, inculta y bella. La ¨²ltima flor es la lengua portuguesa, considerada la ¨²ltima de las hijas del lat¨ªn. En la Edad Media, Roma invadi¨® toda Europa y todo se convirti¨® en g¨®tico romano, pero la canci¨®n brasile?a proviene del g¨®tico ¨¢rabe. Primero, procede del chantalon, que es la m¨²sica religiosa de la civilizaci¨®n celta y que alcanz¨® los grados m¨¢s altos de la nobleza. Luego, recibi¨® la influencia de los cancionistas ¨¢rabes, en el siglo VIII¡±, explica.
Tom Z¨¦ defiende fervientemente la tesis de que la tropicalia naci¨® justamente de esta tradici¨®n moz¨¢rabe (de los cristianos hispanos que viv¨ªan en territorio conquistado por los musulmanes), que tambi¨¦n ve reflejada en varios pasajes de su infancia y juventud en el sert?o, la regi¨®n semi¨¢rida del interior de Bah¨ªa. Por eso es El ¨²ltimo tropicalista, como dice el t¨ªtulo de su biograf¨ªa, escrita por el periodista italiano e investigador de m¨²sica brasile?a Pietro Scaramuzzo. Durante casi un a?o, ambos hablaron todas las semanas por tel¨¦fono y videollamadas para repasar los recuerdos e inspiraciones del artista brasile?o. Y eso que Tom Z¨¦ dice que apenas sabe encender un tel¨¦fono m¨®vil.
¡°La tienda de mi padre, en Irar¨¢, fue mi primera educaci¨®n, porque los clientes eran los hombres del campo. Hasta los ocho a?os, fui educado sin Arist¨®teles y solo con la cosmovisi¨®n moz¨¢rabe, que es la que circula all¨ª, a trav¨¦s de las danzas y las fiestas populares¡±, recuerda Tom Z¨¦, refiri¨¦ndose a tradiciones culturales como la chegan?a y el bumba meu boi. ¡°Aprend¨ªa de lo que ve¨ªa. Realmente, soy un nordestino muy nordestino¡±, se r¨ªe.
Tom Z¨¦, que creci¨® entre la tienda de su padre y los almuerzos con ¡°muchos t¨ªos comunistas¡±, solo descubri¨® a Arist¨®teles a los ocho a?os, en la escuela primaria, y este encuentro fue definitivo para que otros ¡ªprincipalmente con Gilberto Gil, Caetano Veloso, Rita Lee y los dem¨¢s tropicalistas¡ª fueran fruct¨ªferos. Despu¨¦s de recorrer 163 kil¨®metros en la parte trasera de un cami¨®n para ir a la escuela en Salvador, Toinz¨¦, como se le conoc¨ªa en Irar¨¢, ya no era el mismo cuando regres¨® a la peque?a ciudad.
¡±Era raro cuando el profesor abr¨ªa la boca, porque yo entend¨ªa lo que dec¨ªa, pero en casa el pensamiento era diferente. Recuerdo que me pas¨¦ tres d¨ªas sentado en una escalera de casa que daba a una vegetaci¨®n precabralina, por as¨ª decirlo, y de espaldas a la ciudad, donde estaba esa civilizaci¨®n que fui a ver el primer d¨ªa de primaria, y pensaba: ?el mundo ser¨¢ as¨ª? Era solo Arist¨®teles, Arist¨®teles, Arist¨®teles. Defiendo la tesis de que Caetano y Gil tomaron estas reflexiones, que fueron un tiro al hipot¨¢lamo, para construir en Brasil la tradici¨®n de un arte m¨¢s fuerte¡±, dice Tom Z¨¦.
Para ¨¦l, los genios son solo Gil y Caetano. ?l ni siquiera se ve como un intelectual. ¡°Soy una persona sencilla, quiz¨¢s inteligente. Trabajo, hago m¨²sica, pero lo que vi hacer a esos hombres, hija m¨ªa, es de otro mundo. Incluso espero que mi capacidad pueda dar cr¨¦dito a esa afirmaci¨®n¡±. La admiraci¨®n es tan grande que Tom Z¨¦ no est¨¢ resentido por haber tenido, en el apogeo del tropicalismo, menos ¨¦xito comercial que sus colegas. Ir¨®nicamente, el ¨²ltimo tropicalista obtuvo m¨¢s ¨¦xito cuando David Byrne, l¨ªder de los Talking Heads, descubri¨® su m¨²sica en Bah¨ªa en 1989 y la llev¨® al mundo.
¡°Conviv¨ªamos principalmente en el apartamento de Caetano, en el centro de S?o Paulo. Yo escrib¨ªa por la noche y ellos no se despertaban hasta la una de la tarde, yo me levantaba temprano y escrib¨ªa un poco m¨¢s, siempre intercambi¨¢bamos las canciones¡±, recuerda. Es lo que ocurri¨®, por ejemplo, con 2001, originalmente titulada Astronauta libert¨¢rio, que Tom Z¨¦ escribi¨®, pero la rechaz¨® y se la pas¨® a Rita Lee: ¡°Entonces Rita hizo algo sensacional. Hizo con esta canci¨®n lo que Kubrick hizo con 2001: una odisea del espacio. Pr¨¢cticamente se convirti¨® en una canci¨®n caipira europea.
Para alguien que tuvo que esquivar la censura de la dictadura militar brasile?a, Tom Z¨¦ se sorprende por el tipo de autoritarismo que ve hoy en el Brasil, que, seg¨²n ¨¦l, es diferente al de entonces, pero a¨²n m¨¢s agudo debido a internet. ¡°En la ¨¦poca del impeachment de Dilma [Rousseff] hice algunas canciones contra [el expresidente] Michel Temer y, un d¨ªa, Neusa se meti¨® en el ordenador y hab¨ªa m¨¢s de 3.000 mensajes de amenazas. Se puso a temblar de miedo por las cosas incre¨ªbles que me dec¨ªan y me pidi¨® que dejara de escribir eso, porque no quer¨ªa perder a su marido. Eso funciona como la censura. Una censura que, en 1973, no impidi¨® la publicaci¨®n del disco Todos os olhos, en cuya portada se ve una canica en el centro de un orificio que parece ser un ano, pero que, en realidad, es la boca de una mujer.
¡°D¨¦cio Moraes, publicista, en realidad tuvo la idea de poner un ano femenino, y la novia de su socio acept¨® hacer la foto. Pero era tan dif¨ªcil conseguir el ¨¢ngulo correcto para la imagen que decidieron poner labios alrededor de la canica. Tuvo tanto ¨¦xito que las tiendas lo exhibieron en los escaparates. A veces, nos pon¨ªamos otra ropa para que no nos reconocieran y brome¨¢bamos: ¡°Voy a ver un ano en la Pra?a da Rep¨²blica¡±, se r¨ªe.
Lejos de ser un m¨²sico nost¨¢lgico, Tom Z¨¦ ve la misma irreverencia, talento e innovaci¨®n en la m¨²sica brasile?a contempor¨¢nea. No es casualidad que, en los ¨²ltimos a?os, haya colaborado con artistas como Emicida, Mallu Magalh?es y el grupo O Terno, por citar algunos. ¡°La m¨²sica brasile?a actual me enorgullece, es digna del tropicalismo. Esta generaci¨®n sabe c¨®mo tomar cualquier referencia, c¨®mo obtener cualquier informaci¨®n de cualquier parte del mundo. Escuchan cosas de Londres y Estados Unidos, absorben esas referencias y las transforman en algo tan aut¨¦ntico que esa misma gente de Estados Unidos y Londres luego les compra. Es incre¨ªble. ?In-cre-¨ª-ble! Brasil siempre ha sido as¨ª en la m¨²sica.
El maestro del contrapunto
Si hoy Brasil tiene a Tom Z¨¦ es gracias a un tal Renato Portela, un aut¨¦ntico Plat¨®n que le meti¨® ideas metaf¨®ricas en la cabeza desde los 10 a?os, A los 17 a?os, Portela le present¨® la guitarra. ¡°El d¨ªa que toc¨® la guitarra delante de m¨ª en la plaza del pueblo tuve una intuici¨®n, perd¨ª el conocimiento. ?Me encant¨®! No es de extra?ar que me convirtiera en un estudiante fan¨¢tico del contrapunto. Ese d¨ªa decid¨ª estudiar guitarra y empec¨¦ a hacer m¨²sica¡±, cuanta Tom Z¨¦.
El contrapunto ¡ªnota contra nota, que, en movimiento opuesto, se considera la perfecci¨®n¡ª es una de las pasiones de su vida. Descubrirlo despert¨® en ¨¦l el mismo asombro y encanto que cuando vio encenderse una bombilla por primera vez en 1950. Y en la Facultad de M¨²sica de la Universidad Federal de Bah¨ªa perfeccion¨® ese amor durante cinco a?os. Tambi¨¦n fue all¨ª donde conoci¨® a Moraes Moreira, de quien fue profesor de guitarra. ¡±Se present¨® all¨ª con ropa de chico de interior. Le dije que no podr¨ªa pagar mis clases, que eran muy caras. Pero insisti¨® en aprender, porque era un compositor. Le ped¨ª que cantara y, cuando abri¨® la boca, decid¨ª darle clases gratis. Moraes aprendi¨® en dos meses, porque estudi¨® tanto que volv¨ªa a clase sabiendo m¨¢s que yo¡±.
Tom Z¨¦ habla mucho. Pero, tal vez, por ese escepticismo que destila hacia su propio intelecto prefiere hablar m¨¢s de sus colegas que de su propia obra. Maestro en salir del paso, recurre una vez m¨¢s a la cultura popular para evitar dar detalles de lo que bulle en su cabeza y que se traducir¨¢ en sus pr¨®ximas canciones: ¡°En Bah¨ªa dicen: la mujer que habla demasiado pierde a su amor. Parece que el secreto forma parte de la fuerza para trabajar¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.