Los graduados de la Universidad Google
El nuevo disco doble de Van Morrison nos avisa sobre los peligros del egocentrismo del artista en confinamiento
Puede que la presente pandemia sea la mayor crisis sufrida en toda su historia por la m¨²sica en directo y sus industrias complementarias. Y puede tambi¨¦n que todav¨ªa no percibamos sus peores consecuencias: durante m¨¢s de un a?o, los m¨²sicos han estado encerrados. ?Y qu¨¦ han hecho? Muchos se han matriculado por libre en la Universidad Google. Con resultados pavorosos: esos casos de figuras delirantes en los que est¨¢n pensando son solo la punta del iceberg; debajo hay una legi¨®n de gorriones cabreados que callan por precauci¨®n.
En realidad, podr¨ªan largar sin mayores consecuencias. Jota, ide¨®logo de Los Planetas, no ejerce precisamente de viajero aventurero pero se ha tomado muy a pecho las restricciones de movilidad: ni siquiera Adolf Hitler, afirma tajante, puso las limitaciones para viajar que ha implantado la Uni¨®n Europea. No se necesita ser experto en la Segunda Guerra Mundial para advertir que estamos ante una estupidez, aparte de un insulto para los millones de europeos que fueron triturados por la maquinaria de represi¨®n nazi.
Conviene preguntarnos si las estrellas tienen algo sugerente que contar sobre este nuevo mundo que nos rodea. Frecuentemente, ni siquiera entienden c¨®mo funcionan los medios: queda fuera de su capacidad de comprensi¨®n que una misma cabecera acoja diferentes opiniones. Est¨¢ la famosa reuni¨®n estelar en la que Steve Winwood descubre que Rich Cohen, uno de los presentes, es reportero de la revista Rolling Stone: ¡°?este hijo de puta se ha cargado cada disco que he sacado despu¨¦s de Traffic!¡±. Keith Richards y Ron Wood intentan calmarle: ¡°Stevie, Rich era un ni?o cuando se publicaron esas cr¨ªticas¡±. No ha quedado constancia de la reacci¨®n de Winwood.
As¨ª que uno debe plantearse si un Van Morrison puede aportarnos algo sobre la presente coyuntura. Bueno, el tipo conserva potencia vocal, alardea de libertad creativa y mantiene una alta productividad. De hecho, acaba de sacar un doble disco cuyo t¨ªtulo (Latest record project, Volume 1) y portada lucen gen¨¦ricos; sus 42 canciones ofrecen una privilegiada ventana sobre esa caldera en ebullici¨®n que es la mente de Van.
Musicalmente, esto se pod¨ªa haber grabado en cualquiera de los 50 a?os previos: rhythm and blues confortable, con colch¨®n de ¨®rgano Hammond, pellizcos de arm¨®nica y guitarra el¨¦ctrica, d¨®cil coro femenino. S¨ª, Morrison en piloto autom¨¢tico pero tambi¨¦n eso es una garant¨ªa. Lo inquietante: las letras parecen reflejar una inmersi¨®n en esas teor¨ªas conspirativas que proporcionan soluciones simplonas para problemas complejos.
Todo confirma su sospecha de que una camarilla de poderosos controla el mundo. Ya en They sold me out (2005) denunciaba que el negocio de la m¨²sica estaba dominado por jud¨ªos; ahora, en They own the media sugiere que los medios son propiedad de¡ los jud¨ªos. Avisa que los extranjeros quieren robarnos nuestra riqueza (Western man). Denuncia que los vagos abusan del sistema (¡°te dimos un mill¨®n de euros/ dijiste que no era bastante¡±). Advierte que urge prepararse para luchar, aludiendo a citas clandestinas en el bosque.
No teman, cuesta imaginar a Van tomando las armas. Ver¨¢n: se pod¨ªa comprar, con un peque?o recargo, una edici¨®n firmada de Latest record project. Los que picaron descubrieron que muchos de los aut¨®grafos eran id¨¦nticos. Seguramente, se us¨® el autopen, la m¨¢quina de firmar que bien conocen los pol¨ªticos, ya saben, esos mentirosos a los que Van asegura odiar.
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