Muere Janet Malcolm, provocadora maestra de periodistas
La reportera de ¡®The New Yorker¡¯ fallece a los 86 a?os por un c¨¢ncer de pulm¨®n. Referente de la no ficci¨®n, se caracteriz¨® por su agudeza en el arte de la biograf¨ªa y por sus reflexiones sobre la profesi¨®n
Provocar a trav¨¦s del periodismo fue la marca registrada de Janet Malcolm, una todoterreno de la informaci¨®n que ha muerto este jueves a los 86 a?os en Nueva York a causa de un c¨¢ncer de pulm¨®n. ¡°Todo periodista sabe que lo que hace es moralmente indefendible¡±, escribi¨®, en la que es, sin duda, su frase m¨¢s recordada. Firma veterana en la revista The New Yorker, su carrera, que se prolong¨® durante 55 a?os, estuvo siempre sazonada por su mirada punzante, su perpetuo inter¨¦s por la cultura, un estilo narrativo ajustado como un guante a la no ficci¨®n -una escuela fecunda en Am¨¦rica- y unas opiniones provocadoras, que removieron los cimientos del periodismo y de quienes lo practican.
David Remnick, actual responsable de la publicaci¨®n que Malcolm contribuy¨® a encumbrar como referente del gran periodismo reposado, envi¨® un mensaje a sus colaboradores para explicarles que, aunque el nuevo n¨²mero de la edici¨®n impresa ya est¨¢ cerrado, intentar¨¢ incluir un post scriptum ¡°para hablar m¨¢s de su obra y de su importancia para esta instituci¨®n¡±, informa Camila Osorio. ¡°Janet fue una amiga querida, una persona de absoluta integridad, una maestra verdadera e inquebrantable. Vamos a echarla mucho de menos¡±, escribi¨® Remnick, tras felicitarse por el acuerdo logrado la v¨ªspera entre la plantilla y la direcci¨®n tras semanas de huelga y movilizaciones en demanda de mejoras salariales. ¡°Maravillosas noticias ayer [por este mi¨¦rcoles], para satisfacci¨®n de cada uno; tristes hoy¡± por la muerte de Malcolm.
Numerosos colegas, como Susan Orlean, han rendido tributo en las redes sociales a esta dama terrible del periodismo estadounidense y, por extensi¨®n, mundial.
Resulta imposible calcular el volumen de escritos de Malcolm a lo largo de cinco d¨¦cadas. Sus temas de inter¨¦s fueron variados, de la cr¨®nica negra (que practic¨® en el reciente ensayo Ifigenia en Forest Hills) al psicoan¨¢lisis, pasando por la biograf¨ªa, la literatura o la fotograf¨ªa. Art¨ªculos de exquisita factura y honda documentaci¨®n; ensayos y libros forjaron una carrera en la que Malcolm logr¨® superar los a menudo estrechos l¨ªmites del oficio, mediante una escritura precisa y anal¨ªtica y, sobre todo, un punto de vista inquebrantable. Su pluma fue de ¡°una precisi¨®n devastadora¡±, recordaba un cr¨ªtico literario en los noventa.
Tambi¨¦n como entrevistada fue irreverente, mucho antes de que se impusiera la correcci¨®n pol¨ªtica. ¡°Mi mesita de noche es una peque?a mesa de madera con una caja de pa?uelos de papel, un cat¨¢logo de Garnet Hill [una cadena de tiendas de ropa] de hace dos a?os y una pastilla para la tos¡±, contest¨® a la manida pregunta de qu¨¦ estaba leyendo, en una entrevista para el suplemento de libros de The New York Times en 2019, como recuerda el obituario que el diario le dedica. Malcolm era una lectora voraz, pero poco amiga de sacralizar la letra impresa.
Ten¨ªa una escritura precisa y anal¨ªtica y, sobre todo, un punto de vista inquebrantable. Su pluma fue de una precisi¨®n devastadora
En un sector tambi¨¦n dominado por los hombres -de Tom Wolfe a Gay Talese como ep¨ªtomes del periodismo literario-, fue en cierta medida pionera en el chequeo de la informaci¨®n, muchas d¨¦cadas antes de que las fake news obligaran a confirmar incluso los hechos palpables. Sus reflexiones sobre el acto de escribir, con todas sus implicaciones -m¨¢xime cuando el objeto mismo es la realidad- sazonan toda su obra. Lo resbaladiza que resulta muchas veces la verdad, el sujeto que late bajo el escritor, la ¨¦tica a la hora de contar... esas inquietudes que hoy resuenan con furia, ya aparecen en la obra de Malcolm. Pero por encima de todo, la visi¨®n hipercr¨ªtica del periodismo, gracias, o pese, a ser una de las grandes del oficio. Ello le granje¨® defensores y tambi¨¦n irritados detractores en su gremio, descontentos por ser metidos a veces en el mismo saco.
Su obra m¨¢s famosa es El periodista y el asesino, publicado como reportaje de largo aliento en The New Yorker en 1989, en dos cap¨ªtulos, y como libro el a?o siguiente (en una pr¨¢ctica, primero la revista, luego el ensayo, que fue com¨²n para ella). El t¨ªtulo ya es una declaraci¨®n de principios: esa conjunci¨®n copulativa que equipara a uno y otro, como iguales. Malcolm analiza la relaci¨®n entre un afamado autor de superventas y un m¨¦dico declarado culpable de haber asesinado a su familia. Malcolm critic¨® al escritor por fingir creer en la inocencia del doctor mucho despu¨¦s de estar convencido de su culpa. Tomar partido, algo deontol¨®gicamente discutible cuando menos en el periodismo, nunca le dio miedo a la autora, de ah¨ª sus m¨²ltiples preguntas sobre las elecciones ¨¦ticas a la hora de contar una historia: la nada inocente elecci¨®n del punto de vista.
Por encima de todo exhibi¨® una la visi¨®n hipercr¨ªtica del periodismo, gracias, o pese, a ser una de las grandes del oficio
Malcolm no cont¨® el juicio -narrado hasta la extenuaci¨®n por los medios de comunicaci¨®n e incluso en libros y pel¨ªculas-, sino las consecuencias de una elecci¨®n. El libro comenzaba as¨ª: ¡°Todo periodista que no sea tan est¨²pido o engre¨ªdo como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno¡±. El dardo sent¨® mal entre sus detractores.
M¨¢s all¨¢ de ese c¨¦lebre libro, Malcolm hizo ejemplares incursiones en el arte de la biograf¨ªa (y en las vidas de los que lo practican), con ensayos sobre Sigmund Freud y el celo con el que se guarda su legado (En los archivos de Freud), Ch¨¦jov (Leyendo a Ch¨¦jov), Gertrude Stein y Alice B. Toklas (o c¨®mo pudieron dos jud¨ªas lesbianas sobrevivir a la II Guerra Mundial en la Francia ocupada, en Dos vidas) o el referencial La mujer en silencio, sobre los poetas Sylvia Plath y Ted Hughes. Su obra est¨¢ ampliamente publicada en espa?ol, gracias al empe?o de editores (por este orden, en Gedisa, Alba y Debate) que creyeron ciegamente en un talento que no obtuvo un eco entre los lectores a la altura de las expectativas que aquellos ten¨ªan.
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