Katharina Volckmer: ¡°No es posible superar que tu pa¨ªs haya querido aniquilar a una civilizaci¨®n entera¡±
La joven escritora alemana es implacable con la incapacidad de su pa¨ªs para asumir el Holocausto en ¡®La cita¡¯, una novela que trata de dinamitar, adem¨¢s, la idea del g¨¦nero
Es un d¨ªa de finales de junio, Katharina Volckmer (Alemania, 34 a?os), la autora del libro bomba La cita (Anagrama/La Campana, en catal¨¢n), est¨¢ en su casa, en Londres. Dice que los alemanes jam¨¢s superar¨¢n el Holocausto. ¡°Es imposible intentarlo, cuando tu pa¨ªs ha querido aniquilar a una civilizaci¨®n entera¡±, dice. Habla a trav¨¦s de la pantalla de su ordenador. Y parece que lo hace la protagonista de su novela. Porque esa es una de las cosas que dice la voz principal de La cita, una joven alemana tambi¨¦n residente en Londres que ha decidido empezar a contarle a su m¨¦dico, un tal doctor Seligman, todo tipo de cosas horribles. O no exactamente horribles. M¨¢s bien cosas que todo el mundo piensa, pero nadie se atreve a decir.
Su voz es la de una generaci¨®n que nunca ha tenido nada de lo que esperaba. A eso suenan frases tan elocuentes como: ¡°El otro d¨ªa [¡] tuve que volver caminando por una de esas zonas de Londres en las que vive gente de generaciones anteriores, con muebles de verdad y ba?eras limpias¡±. Su ingenio es tan brillante y cruel que parece sobrevolar cualquier ¨¦poca. Es una suerte de voz de la conciencia enfadada con un mundo que ha intentado que fuese un mont¨®n de cosas que no pod¨ªa ser. Para empezar, no pod¨ªa ser la clase de ni?a, ni adolescente, ni mujer que su madre esperaba que fuese. Y es ah¨ª, en la relaci¨®n madre e hija, donde sit¨²a el particular epicentro de su tragedia personal.
¡°La protagonista admira a la gente que ha podido perdonar a su madre, porque ella no ha podido hacerlo. El patriarcado se alimenta de esas relaciones t¨®xicas entre madres e hijas. Ella se siente en alg¨²n sentido torturada por las expectativas de su madre hasta que entiende que las dos han sido oprimidas y luchan contra su opresi¨®n de formas muy distintas. Pero, en cualquier caso, su relaci¨®n es la m¨¢s evidente muestra de que el sistema en el que naces es restrictivo y violento, y trata de impedir, con m¨¢s violencia, que escapes a eso que ha decidido que ser¨¢s¡±, expone Volckmer, que cree que ¡°ganar¨ªamos todos si la idea del g¨¦nero desapareciese, ?ser¨ªa tan liberador!¡±. Opina que, pese a todos los avances, ¡°seguimos en una jaula¡±.
Prueba a no depilarte, o a quitarte la camiseta en la calle si tienes calor, dice. ¡°Un hombre puede ir sin camiseta si le apetece, t¨² no, porque alguien sexualiz¨® hace mucho tus pechos y ahora tienes que esconderlos. Es una decisi¨®n que han tomado por m¨ª, y que no entiendo¡±. La escritora, a la que admiran exponentes del feminismo punk y la narrativa h¨ªbrida como Chris Kraus (Amo a Dick), ten¨ªa en mente El lamento de Portnoy, de Philip Roth, mientras escrib¨ªa. ¡°Y a Thomas Bernhard. Quer¨ªa ser implacable. Quer¨ªa que fuese intensa porque escribir es como golpear algo con un martillo. Quer¨ªa ser despiadada¡±, admite.
Lo es. En especial con Alemania. Arremete contra ella de todas las maneras posibles. ¡°No es casualidad que no haya en alem¨¢n ninguna palabra para referirse al placer¡±, escribe. O: ¡°Para alguien que se ha criado en Alemania, una persona jud¨ªa viva es una sensaci¨®n, algo para lo que nadie nos hab¨ªa preparado¡±. ¡°Nunca pasamos ning¨²n duelo; como mucho, interpretamos una nueva versi¨®n de nuestro personaje antirracista hasta la histeria, negando la diferencia all¨ª donde fuera posible¡±, escribe tambi¨¦n. ¡°Y, sin embargo¡±, a?ade, ¡°nunca volvimos a concederles el estatus de seres humanos, ni les dejamos interferir en nuestra visi¨®n de la historia, que se resume en ese horrible mont¨®n de piedras que colocaron en Berl¨ªn para conmemorar a las v¨ªctimas del Holocausto¡±.
El pene jud¨ªo
¡°Un pasado como el nuestro siempre ser¨¢ una herida abierta. Creo que la gente se compadece de s¨ª misma por ser alemana y tener que soportar toda esa culpa. Es algo muy inc¨®modo. Pero tenemos que aprender a vivir con ello. Y asumir la doble culpa por todo lo que no se hizo bien despu¨¦s de 1945. Como el hecho de que solo se juzgaran a 30 de las 1.000 personas que hab¨ªan trabajado en Auschwitz¡±, insiste. Que la narradora del libro desee poseer un pene jud¨ªo (el subt¨ªtulo de la novela es, de hecho, La historia de una polla jud¨ªa), y algo est¨¦ haciendo para conseguirlo, apunta en ese sentido. Y en el de dinamitar desde dentro ese momento cero, y a la vez, la idea misma de la identidad, sexual, existencial, nacional.
Que haya elegido el ingl¨¦s para hacerlo, es decir, una lengua que no es la suya, no es tampoco casual. ¡°Eleg¨ª la brocha que m¨¢s me conven¨ªa para pintar el cuadro¡±, dice. Una que, para empezar, ha permitido que el cuadro exista, porque en Alemania hubiese sido complicado publicar semejante diatriba ¡ªcada l¨ªnea es, verdaderamente, un pu?etazo¡ª. De hecho, se ha publicado en medio mundo, pero all¨ª a¨²n no. ¡°Se publica en agosto, y tengo curiosidad¡±, dice. ?M¨¢s curiosidad que miedo? ¡°Los nazis no leen libros¡±, contesta. Tambi¨¦n que ¡°un poco de esc¨¢ndalo nunca hace da?o a nadie, ?verdad?¡±. Le parece divertido que la gente se escandalice. ¡°Y habr¨¢ quien dir¨¢: ¡®Vaya, tiene raz¨®n, ?por qu¨¦ nunca hablamos de estas cosas?¡±.
Sobre la ley 'trans'
La cita es tambi¨¦n una novela queer, aunque poco se sabe del asunto hasta que la cosa avanza. Y sin embargo, Volckmer, que insiste en que ¡°no tiene nada de autobiogr¨¢fica¡± por m¨¢s que ¡°opine como ella en casi todo¡±, cree que las cosas est¨¢n cambiando en lo que a los derechos del colectivo LGTBI+ se refiere. ¡°Hay m¨¢s conciencia y comprensi¨®n respecto a c¨®mo te sientes cuando has nacido en un cuerpo con el que no te identificas, y en algunos pa¨ªses como Espa?a incluso hay cambios legales, pero a la vez hay mucha resistencia. La gente tiene miedo y no se da cuenta de lo que avanzar¨ªamos todos si no existiera el g¨¦nero. Pero algo estamos haciendo bien cuando hay ni?os saliendo del armario a los 10 a?os en algunas partes del mundo. Ojal¨¢ pudiera ser igual en todas partes¡±.
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