Arquitectura en novela
Durante el mes de agosto, este blog de arquitectura, urbanismo, paisajismo, dise?o y convivencia se acercar¨¢ a sus temas desde otra mirada: la de los lugares habitables ¡ªsu construcci¨®n, los recuerdos que acumulan o los problemas¡ª que afloran en algunas de las mejores novelas recientes
Hace unos meses, Irene Sol¨¤ le resumi¨® al periodista de EL PA?S Carles Geli una de sus grandes verdades: ¡°Se puede ser contempor¨¢neo desde tu pueblo¡±. Ella, adem¨¢s, logra ser cosmopolita. Y eterna: es dif¨ªcil descifrar el momento en el que sucede lo que narra. En su ¨²ltima novela, Los diques (Anagrama), hay m¨¢s arquitectura que ingenier¨ªa, a pesar del t¨ªtulo. Sin embargo, como sucede con la ingenier¨ªa, muchos de los elementos arquitect¨®nicos construyen convincentes met¨¢foras de momentos vitales, sentimientos o incluso sensaciones.
As¨ª en Los diques hay cimientos que ¨Ccomo ocurre tambi¨¦n en la vida¨C terminan confundi¨¦ndose con falta de espacio:
¡°Cuando viv¨ªan en la misma casa y ve¨ªan las mismas cosas, la misma diarrea y lega?as en las caras de los terneros esmirriados y enfermizos, la misma panza hinchada de una vaca antes de parir, la misma predicci¨®n del tiempo despu¨¦s del telediario, el mismo cuchillo del pan y el pan y todo eso, no les hac¨ªa falta hablar demasiado. Ahora, en cambio, hablan m¨¢s que nunca. Hablan al detalle sobre todo¡±.
Tambi¨¦n hay mobiliario. Los muebles de una casa han marcado, desde siempre, la jerarqu¨ªa en las relaciones entre sus habitantes: ¡°Piensa que se alegra de que sea verano y de compartir con Kim los espacios de la casa. El cuerpo de ¨¦l, descuidado y largo, ocupa siempre el sof¨¢ grande¡±. ¡°Que el enchufe y el cargador del m¨®vil est¨¢n siempre ocupados por el m¨®vil¡±. Piensa que en septiembre, en la casa, solo van a estar ella y Victoria. Y se imagina sosteniendo la casa sobre la espalda.
Piensa en casas grandes con padres, madres y ni?os que un d¨ªa se quedan vac¨ªas.
En la novela, como en muchas casas, la vegetaci¨®n est¨¢ controlada: ¡°Estas son las plantas, frondosas y verdes como una selva, en la terraza del vecino de abajo de Vicens. Vicens tuvo que dejar de tender la ropa en ese balc¨®n porque si se le caen pinzas, calcetines o calzoncillos, y tiene que bajar a buscarlos, el hombre se enoja much¨ªsimo. Los ni?os de la casa de al lado le tiran fichas de domin¨® y juguetes de huevo Kinder, y el vecino a veces les grita: ?no me tir¨¦is juguetes demonios! y a Vicens cada vez que lo oye gritar, le dan ganas de cantarle Ese portugu¨¦s hijo puta es, porque es de Portugal. Sol¨¤ demuestra que las plantas tambi¨¦n acumulan memoria: ¡°Lo ¨²nico que Roser sab¨ªa de su abuelo era que hab¨ªa plantado ese rosal en la pared de delante de la casa como regalo de bodas para la abuela. El rosal daba una rosas claras y desgre?adas, tan llenas de p¨¦talos que parec¨ªan una herida de bala. Esas flores desprend¨ªa en un olor dulce y empalagoso como un veneno, que mareaba a las abejas. Roser ten¨ªa el pelo corto y grueso y gris. Los ojos azules tan claros que tambi¨¦n parec¨ªan grises, la cara y el cuerpo cuadrados y las manos peque?as y r¨¢pidas como los dos ratones. Era una mujer astuta que hablaba poco, y a la que no hac¨ªa falta explicarle las cosas para que las entendiera. Hab¨ªa entendido, por ejemplo, que si nadie le contado nunca nada sobre el abuelo Jaume, a parte de la procedencia del rosal, era porque su abuelo hab¨ªa sido un hombre malo. Si despu¨¦s de morirte tu mujer no habla de ti, no cuenta an¨¦cdotas de cuando le hac¨ªas la corte, no cuenta historias de los d¨ªas en los que eras divertido, y no dice que te extra?a cuando est¨¢ sentada a la mesa el d¨ªa de tu santo, y si despu¨¦s de muerto tus hijos tampoco hablan de ti, no y no les transmiten a sus hijos las cosas que les dec¨ªas ni les ense?an lo que t¨² les ense?aste, y tienes dos nietos que, pasados los a?os, no saben qui¨¦n eres, tiene que ser porque hiciste cosas malas y despreciables y ponzo?osas.
La casa de la novela cambia, como el rosal, durante el verano: ¡°y esta es N¨¢dia, que sostiene al ni?o, con una marca de agua que le atraviesa la cintura del ba?ador. Nadia, bronceada, dentro de la piscina. La m¨¢s guapa de los tres hermanos. Como si los otros dos se hubieran deste?ido. Los hijos cada vez menos oscuros, menos brillantes.
Esta es N¨¢dia con los cabellos largos y casta?os, y los ojos chiquitos y oscuros y los labios finos pero rellenos, N¨¢dia que, sin gafas, lo ve todo borroso. Y este Kim, que toma el sol sin ba?ador, y mira el m¨®vil de vez en cuando, bronceado y alto y fibroso, con los m¨²sculos delgados pero marcados, el pecho un poco hundido, los pezones oscuros y el pelo dorado con ondas que le caen sobre la frente, seductor y sin preocupaciones. Y los ojos como la miel, y los pies y las manos gigantes. Y esta es Victoria, que lee una novela. Y este es Llu¨ªs, que dec¨ªa, cada maldito invierno, que construir¨ªan una piscina de obra. Para nadar cuando fueran viejos.
Y este es el alba?il, hace tres oto?os cuando, finalmente, se decidieron a construirla, pregunt¨¢ndole a Vict¨®ria: y " quiere que le ponga en el fondo de la piscina, con baldosas de un azul m¨¢s oscuro, su nombre y el de su marido? Victoria y Llu¨ªs en el fondo, en medio y Victoria que se pone nerviosa con las obras que respondi¨® s¨ª y estos son los azulejos que dicen Victoria y Llu¨ªs brillando en el fondo de la piscina, y esta es Vict¨®ria, que siempre que nada intenta no pisarlos¡±.
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