Di¨¢logo entre dos titanes italianos de la actuaci¨®n
Tras sumar m¨¢s de 100 pel¨ªculas entre ambos, Toni Servillo y Silvio Orlando trabajan por primera vez juntos en ¡®Ariaferma¡¯ y reflexionan sobre su profesi¨®n y sus diferencias
Nacieron en la misma provincia, N¨¢poles. La edad tampoco difiere mucho, algo m¨¢s de 60 a?os. Ambos han volcado su vida en la actuaci¨®n, hasta conquistar la ovaci¨®n de teatros y cines. Entre los dos suman m¨¢s de 100 pel¨ªculas y seis David, los Goya italianos. Tanto que se les considera dos de los mejores int¨¦rpretes de su pa¨ªs. Comparten incluso la fama internacional que les ha dado su colaboraci¨®n con Paolo Sorrentino. Pero en obras distintas. Porque Toni Servillo y Silvio Orlando nunca hab¨ªan trabajado juntos. Hasta ahora. ?Por qu¨¦? La explicaci¨®n no puede ser m¨¢s sencilla. ¡°Es la primera vez que nos lo plantean¡±, lo resume el segundo. Resulta que bastaba, simplemente, con preguntarles. Pero nadie lo hab¨ªa hecho, hasta que el director Leonardo di Costanzo se atrevi¨®. Su filme Ariaferma gan¨® as¨ª a dos maestros de la interpretaci¨®n. Pero todo el cine italiano, en general, celebra al fin el encuentro en la pantalla de dos titanes.
¡°Tambi¨¦n nos ofrecieron dos personajes no f¨¢cilmente imaginables para nosotros. Lo m¨¢s habitual ser¨ªa que me propusieran el papel del malo y a Silvio el del bueno¡±, a?ade Servillo. Porque, curiosamente, su primera uni¨®n profesional le ha dado la vuelta al curr¨ªculo. Orlando, c¨¦lebre por el cardenal Voiello de la serie El joven papa y a menudo en la piel de fr¨¢giles y humanos perdedores, interpreta aqu¨ª a un preso de mirada firme y esp¨ªritu duro. Y su compa?ero, habitual en el papel de individuos carism¨¢ticos pero melanc¨®licos, como en La gran belleza o El divo, se pone el uniforme del polic¨ªa responsable de la c¨¢rcel. As¨ª Ariaferma, que se estrena estos d¨ªas fuera de competici¨®n en el festival de Venecia, se convierte en un gran duelo casi teatral. Aunque la pel¨ªcula tiene m¨¢s m¨¦ritos: filmada en una prisi¨®n real, cuenta con tacto y sutileza el encierro compartido en un lugar donde nadie jam¨¢s querr¨ªa estar.
¡°El cine es fundamentalmente una cuesti¨®n del director. Organiza la actividad de 150 personas para lograr 30 segundos de calidad. El actor luego, con sus medios, intenta iluminarlos. Y se queda con el p¨²blico dos horas. As¨ª que elijo mis papeles seg¨²n la afinidad con el cineasta y las ganas de entrar en el mundo que crea, incluso antes del guion¡±, sostiene Servillo. El ejemplo que cita de inmediato es Pedro Almod¨®var. Al parecer, ambos se conocen, y el director fue a verle actuar en teatro. Pero el int¨¦rprete no habla castellano, un obst¨¢culo insalvable, de momento. ¡°He empezado, parado, comenzado de nuevo. A menudo me he fiado a la aventura. Me aburro haciendo siempre lo mismo. Mi carrera ha abrazado cada vez m¨¢s el teatro. Me gusta, en un director, que tenga en consideraci¨®n este recorrido, qui¨¦n soy¡±, explica su criterio Orlando. Y tambi¨¦n lanza un mensaje hacia Espa?a: su adoraci¨®n por Javier C¨¢mara, con quien coincidi¨® en la serie de Sorrentino.
En la entrevista, los actores parecen recuperar su rol m¨¢s natural. Servillo responde antes, con largas y elaboradas argumentaciones que beben de filosof¨ªa y pol¨ªtica. Orlando se mantiene m¨¢s silencioso, casi en segundo plano, y m¨¢s agarrado al suelo. En un momento dado constata: ¡°Est¨¢ claro que somos personas muy distintas. Digamos que somos dos gu¨ªas. T¨², hacia la m¨ªstica del teatro. Y yo, el gu¨ªa de los perplejos¡±.
Sus respuestas tambi¨¦n lo muestran. Aunque, a veces, el discurso encuentra puntos de contacto. Ambos, por ejemplo, pasan casi m¨¢s tiempo en las tablas que en los plat¨®s. Y aunque s¨ª han dirigido espect¨¢culos, no tienen la menor intenci¨®n de hacerlo con un filme. ¡°El teatro es peligroso. Te obliga a confrontarte con aspectos ¨ªntimos, con heridas. No se puede hacer ocasionalmente¡±, reflexiona Servillo. ¡°Me gusta mostrar todas las fragilidades del ser humano. He lidiado con la inseguridad, con las cosas que me debilitaban, y las he puesto en el centro de mi profesi¨®n. El teatro te permite interrogarte seriamente; en el cine no te haces preguntas, tienes que estar listo¡±, agrega Orlando.
Sobre todo, dice la leyenda, si trabajas con Sorrentino. El cineasta tiene fama de exigente. Pero aqu¨ª, adem¨¢s de la respuesta, la experiencia de ambos tambi¨¦n es distinta. ¡°He hecho seis filmes con ¨¦l. Somos casi familiares. Llega al rodaje con las ideas totalmente claras. Y te escribe frases que luego se vuelven proverbiales¡±, afirma Servillo. Aunque matiza: ¡°No quiero decir que sea un paseo de rosas¡±. Orlando solo colabor¨® con el cineasta en las dos series sobre papas. Coincide en la calidad de la escritura del director, y subraya: ¡°Te pone en un punto de ruptura, en competici¨®n contigo mismo. Y ah¨ª no puedes ganar. Experimentas un tal sentido de responsabilidad... Luego haces lo que debes, y buscas un consuelo, pero nunca llega¡±.
Hace a?os, Sorrentino contaba a El Pa¨ªs Semanal que ser director conlleva tambi¨¦n aprender ¡°a decir muchos noes¡±. El recuerdo da pie a otra conversaci¨®n entre los int¨¦rpretes. ¡°La capacidad de negarse, y elegir, te pone a cubierto de la corrupci¨®n de este oficio. No me interesa quebrarme entre tantos actores distintos, ser para todas las temporadas. Alguien se levanta por la ma?ana, dice: ¡®Soy actor¡¯ y encuentra gente dispuesta a cre¨¦rselo. Mire la pol¨ªtica¡±, sostiene Servillo. Mientras que Orlando acude a un episodio concreto: ¡°El otro d¨ªa un chico me dijo que so?aba con ser actor. Le pregunt¨¦ por qu¨¦. En realidad, lo que quer¨ªa era ser famoso, destacar entre las masas. La gente le tiene mucho miedo a la mediocridad¡±. El tiempo de la charla, entonces, llega a su fin. Hay una ¨²ltima cuesti¨®n, pero ambos convienen que no se puede responder a la carrera. Ser¨¢, pues, para el pr¨®ximo encuentro. Siempre que alguien se lo proponga.
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