¡®Sevillanas de Brooklyn¡¯: la gracia del chanchullo andaluz

En el ¨²ltimo mes se han ido acumulando en la cartelera muy diferentes comedias espa?olas con distintos niveles de ambici¨®n. Las ha habido relativamente poderosas, con producciones copadas por estrellas, que han fracasado en el aspecto art¨ªstico. Y tambi¨¦n otras mucho m¨¢s modestas, con preponderancia de lo femenino en el apartado de personajes y creativo, junto a cierto toque dram¨¢tico y social, que son las que realmente han despuntado. As¨ª, a Nora y Chavalas se une esta semana la muy estimable Sevillanas de Brooklyn, de Vicente Villanueva, director y guionista siempre apegado al barrio de sus inicios en el cortometraje, que ha compuesto su mejor pel¨ªcula alrededor de la fuerza interpretativa de Carolina Yuste.

La actriz, un torrente este a?o con sus papeles consecutivos en El Cover, Chavalas y la presente, transmite aire fresco en cada frase, con cada mirada, entre el desparpajo y la t¨¦cnica, con una interpretaci¨®n magn¨ªfica desplegada con la naturalidad de la que pasaba por all¨ª. Con estructura cl¨¢sica de comedia rom¨¢ntica, calcando las progresivas cuatro coplas del baile que la protagonista ense?a a los ni?os, Sevillanas de Brooklyn se apunta al modelo c¨®mico del pez fuera de sus aguas habituales y al contraste entre culturas, con la historia de un estudiante afroamericano de clase alta de Estados Unidos que es acogido por una familia de clase obrera sevillana para ayudarle a aprender el idioma.

Las dos primeras frases de la pel¨ªcula, pronunciadas adem¨¢s por ni?os, apuntan alto en materia c¨®mica. Hay credibilidad en los ambientes, en las expresiones, en el lenguaje y en la actitud; int¨¦rpretes fant¨¢sticos como Manolo Solo y Estefan¨ªa de los Santos, que bordan sus papeles, y estupendas l¨ªneas de guion en clave de comedia (con algunos buenos e incorrectos chistes sobre la raza negra) y en torno a la conciencia de clase (el abrigo de pieles en Sevilla, no como necesidad sino como s¨ªmbolo de estatus).

En alg¨²n instante amenaza con ponerse demasiado par¨®dica y pierde un tanto el norte, pero pronto vuelve al redil de la simpat¨ªa con su cursillo acelerado de sevillanas: no tanto del baile como de la idiosincrasia andaluza de la ribera del Guadalquivir, la del chanchullo y la carcajada.