Gonzalo Celorio: ¡°Resulta atroz cuando la revoluci¨®n en la que participaste ha fracasado¡±
En ¡®Los ap¨®statas¡¯ el escritor mexicano denuncia al amigo de su familia que abus¨® de uno de sus hermanos cuando era ni?o. Para alejarle fue a un seminario con 11 a?os y acab¨® con los sandinistas
Los ap¨®statas (Tusquets), la ¨²ltima novela de Gonzalo Celorio (Ciudad de M¨¦xico, 73 a?os) ¨Dacad¨¦mico, figura clave en la cultura mexicana de los ¨²ltimos decenios¨D, es un pu?etazo contra el pederasta que arruin¨® la vida de uno de sus hermanos. La familia decidi¨® llevarle a un seminario cuando ten¨ªa 11 a?os para esconderlo de la afrenta y del maltrato, tolerados ambos, y ocultados, con disimulo e hipocres¨ªa, por la Iglesia cat¨®lica.
Ese abuso se fragu¨® entre familias pr¨®ximas, de la buena sociedad mexicana. El silencio guard¨® no solo la deshonra sino la verdad. La pandemia le rest¨® a este documento novel¨ªstico el eco que se hubiera esperado ante una denuncia de este calado. No es ese el ¨²nico argumento de la melancol¨ªa que, sentado en el Caf¨¦ Gij¨®n de Madrid, envuelve la historia del tiempo al que pertenece Celorio, el de quienes ten¨ªan 20 a?os en 1968 cuando la matanza de la plaza de Tlatelolco.
Pregunta. Pa¨ªses muy relacionados con usted, M¨¦xico, Nicaragua, Cuba... han sido la materia de sus desilusiones. ?C¨®mo siente que ha sido su tiempo?
Respuesta. El problema de mi generaci¨®n es que no la tuvimos. Cuando la matanza de Tlatelolco, 1968, nos toc¨® una brutal represi¨®n a una generaci¨®n que no estaba a¨²n consolidada. Todos acabamos metidos en una actitud muy individual, abocados a la meditaci¨®n trascendental del jipismo. Cuando ya ¨¦ramos canosos para concedernos que juntos hab¨ªamos tenido la misma historia, ya no hab¨ªa energ¨ªa para sentirnos generaci¨®n. Es curioso que aquel episodio estudiantil empez¨® el 26 de julio de 1968 para conmemorar un aniversario m¨¢s del asalto al cuartel Moncada por Fidel Castro. Hab¨ªa la idea ut¨®pica, esperanzadora, de oponer Cuba a Estados Unidos. Nos iluminaba un futuro posible, y hace ya muchos a?os que no nos identificamos en t¨¦rminos de futuro, sino de pasado.
P. La historia ha ido subrayando a M¨¦xico como un pa¨ªs de corrupci¨®n generalizada.
R. Creo que esa conciencia es cada vez mayor. ?Lo que podr¨ªa llamar la atenci¨®n es la honestidad! Esa corrupci¨®n durante a?os se atribuy¨® al PRI [Partido Revolucionario Institucional], ¡°el partido de la dictadura perfecta¡± como dijo Mario Vargas Llosa. Y cuando el PAN [Partido Acci¨®n Naciona] lleg¨® al poder las cosas siguieron exactamente igual. Y la ¨²ltima transformaci¨®n, la de L¨®pez Obrador, nada ha variado, incluso los cuadros del propio Gobierno son manifiestamente corruptos. ?Desilusionado? Nunca estuve ilusionado con ¨¦l. Siempre me pareci¨® una alternativa populista, ni moderna, ni inteligente, ni propositiva, su discurso ya fue superado por la decepci¨®n que caus¨® Cuba, y que tambi¨¦n resulta vigente en la Nicaragua de Ortega, la Argentina de los Kirchner y la Venezuela de Ch¨¢vez y Maduro. En el caso de L¨®pez Obrador, asumo que es mi presidente, aunque no le vot¨¦. Pero, ?por qu¨¦ ¨¦l me asume como su enemigo si es mi presidente?
P. En Los ap¨®statas, aborda un drama que hiere de otra manera que la pol¨ªtica, la perversi¨®n sexual, el maltrato, que le afect¨® a usted y a un hermano suyo.
R. Pertenezco a un n¨²cleo familiar en el que la religi¨®n era realmente determinante. Tuve tres hermanos curas, algo ins¨®lito. Esta educaci¨®n religiosa, tan dura, tan severa, gener¨® reacciones totalmente opuestas. Uno de esos hermanos, Miguel, fue ap¨®stata en tanto que renunci¨® a la orden de los dominicos en que hab¨ªa profesado. Pero despu¨¦s sigui¨® con una fe muy potente a lo largo de su vida que lo llev¨® a extremos de satanismo y locura, de lo que escribo en el libro. Otro hermano, Eduardo, fue permutando su vocaci¨®n religiosa por una vocaci¨®n social y pol¨ªtica, que lo llevaron a causas de igualdad o fraternidad que lo juntaron con la Revoluci¨®n Cubana, con movimientos religiosos como la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, as¨ª como con la revoluci¨®n nicarag¨¹ense. Se cas¨®, tuvo cuatro hijos y ahora vive de manera muy pobre en Nicaragua.
P. La novela habla de un hombre que traicion¨® la amistad familiar y abus¨® sexualmente de un hermano suyo. Escribe: ¡°Maldita sea la hora en que se me ocurri¨® escribir este libro¡±. ?Se arrepinti¨®?
R. No, de ninguna manera. Tampoco he tenido muchas dificultades, porque la novela ha sido desatendida a causa de la pandemia. En el libro delato a un hombre que era poderoso y que, para colmo, era el padre de mi mejor amigo. Eso me ha costado la amistad. Me pareci¨® importante hacerlo porque ese hombre jodi¨® la vida de mi hermano Eduardo, a quien mi familia meti¨® en un convento a los 11 a?os, y al tiempo que lo proteg¨ªan, lo condenaron. Aquella realidad, el abuso del que fue objeto, se me fue revelando mientras escrib¨ªa el libro, igual que fui entendiendo la soledad de mi madre, obligada a arrodillarse tratando de perdonar en lugar de denunciar a quien destruy¨® a su hijo.
P. ?Le ha cambiado escribir este libro?
R. Me siento m¨¢s maduro. Fue mi hermano Eduardo, en la correspondencia que sostuvimos, quien me fue revelando cosas que yo ignoraba; de hecho, a ¨¦l le he enviado la mitad de los derechos que me corresponden, porque siento que es coautor. Aunque ¨¦l ya no tiene cabeza para administrarlas, se la envi¨¦ a la se?ora con la que vive, me pareci¨® leg¨ªtimo que recibiera ese pago.
P. En el libro le hace preguntas a su madre, fallecida en 1989. ?Ahora que preguntar¨ªa?
R. Si realmente pudo perdonar a ese hijo de puta. Tambi¨¦n por qu¨¦ no comparti¨® aquella informaci¨®n con sus hijos mayores, que seguramente podr¨ªan haberla ayudado. Y si no se arrepinti¨® de haber mandado a Eduardo adonde lo envi¨®, porque ella pens¨® que su fe religiosa era de tal consistencia que crey¨® que lo salvar¨ªa. Pero lo conden¨®. Eduardo ha sido producto de esa estancia, donde alcanz¨® el punto luminoso de su compromiso pol¨ªtico, aunque luego entr¨® en la oscuridad en la que vive ahora, totalmente desencantado, con la memoria perdida. Est¨¢ sumido en la pobreza, en la frustraci¨®n. Haber dedicado toda tu vida a una causa y saber que esa causa ya no la suscribes resulta atroz, cuando la revoluci¨®n en la que participaste ha fracasado y t¨² has sido v¨ªctima de esa lucha. Si vieras ahora una fotograf¨ªa suya te morir¨ªas de tristeza.
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