Viaje a la Francia tenebrosa del nazismo y el colaboracionismo
Herv¨¦ Le Corre publica una novela negra que une dos traumas hist¨®ricos franceses: la II Guerra Mundial y el conflicto de Argelia
El escritor de novela negra Herv¨¦ Le Corre, de 66 a?os, se acerca a un callej¨®n que hace curva en la parte vieja de Burdeos, su ciudad natal y en la que ha vivido siempre. Se para junto a un edificio abandonado. En el segundo piso hay un letrero luminoso antiguo, de los a?os cincuenta o sesenta, que dice ¡°H?tel Les voyageurs¡± (Hotel Los viajeros). Le Corre se?ala: ¡°Ah¨ª¡±. Y a?ade: ¡°Yo ven¨ªa a este barrio de joven porque un amigo m¨ªo viv¨ªa cerca. Era, por entonces, una zona peligrosa, con gente del hampa, y me atra¨ªa mucho. Por eso situ¨¦ aqu¨ª, en ese hotel, el arranque de Despu¨¦s de la guerra. Me alegro de que, al menos, el letrero a¨²n perdure. Es un buen nombre para un hotel, ?no?¡±. La novela, publicada recientemente en la colecci¨®n Roja y Negra por Reservoir Books, discurre casi enteramente en esta ciudad, se circunscribe a un a?o, 1957, particularmente convulso de la historia de Francia ¡ªy de Burdeos¡ª y aborda dos elementos a¨²n traum¨¢ticos para los franceses: el colaboracionismo y la guerra de Argelia.
En el hotelucho en cuesti¨®n donde empieza la historia unos polic¨ªas corruptos, que en su tiempo ayudaron a los nazis a perseguir jud¨ªos y miembros de la Resistencia, interrogan a un pobre diablo que esconde una informaci¨®n que escupe a palos. A partir de ah¨ª se desarrolla una trama violenta en la que confluyen las venganzas personales y las heridas hist¨®ricas que nunca acaban de cerrarse y que son consecuencia de que una parte de la sociedad ayud¨® al peor enemigo en el peor momento. Por ah¨ª desfilan soldados de la guerra de Argelia, polic¨ªas depravados, exiliados espa?oles de la Guerra Civil, v¨ªctimas escapadas de un campo de exterminio, nazis ocultos, luchadores de la Resistencia y simples colaboracionistas.
Le Corre tuvo muy claro d¨®nde situar la acci¨®n. Y lo hizo por dos razones: ¡°La primera, porque, al ser yo de aqu¨ª, todo me era m¨¢s c¨®modo¡±. La segunda es m¨¢s importante: ¡°Burdeos fue uno de los lugares de Francia que m¨¢s colabor¨® con los nazis y ha padecido lo que yo denomino una amnesia organizada. Esto lo dej¨® patente el estudio del comercio de esclavos ¡ªorigen de la prosperidad de la ciudad¡ª, que ha sido siempre muy dif¨ªcil porque los archivos personales de las grandes familias burguesas siempre estaban ocultos. Y con lo que ocurri¨® en la II Guerra Mundial pasa lo mismo. El alcalde de entonces, Adrien Marquet, fue abiertamente colaboracionista y en el despacho del comisario de polic¨ªa Pierre Poinsot se torturaba sistem¨¢ticamente a los jud¨ªos o a los miembros de la Resistencia para ayudar a la Gestapo. Las grandes familias burguesas vin¨ªcolas tambi¨¦n frecuentaban los c¨®cteles de las autoridades nazis. Adem¨¢s, aqu¨ª no hubo ninguna liberaci¨®n de la ciudad. Simplemente, el ej¨¦rcito alem¨¢n se retir¨®. Y despu¨¦s se corri¨® un manto de silencio¡±.
Cuesta imaginar todo eso hoy, en esta animada y bella ciudad atravesada de tranv¨ªas y de calles peatonales, llena de bicicletas y de restaurantes al aire libre. Le Corre es un estupendo gu¨ªa, y rescata de cada esquina o de cada portal una historia de resistentes traicionados o de colaboracionistas que a ¨²ltima hora se pasaron al bando bueno simplemente porque intu¨ªan que tambi¨¦n era ya el bando vencedor.
¡°A los burgueses no les interesaba hablar, estaban demasiado implicados, los comunistas eran partidarios tambi¨¦n de mantener aquello de que la Resistencia hab¨ªa ganado la guerra y la historia. De Gaulle fue partidario de dejar a jueces, polic¨ªas y funcionarios en sus puestos, sin preguntar mucho a fin de que el Estado se volviera a poner en marcha sin demasiada interrupci¨®n, aprovechando la inercia, sin perder tiempo, ya que ten¨ªa miedo de que el Estado colapsara y fuera a parar a manos precisamente de los comunistas¡±.
Para este escritor, que tiene publicadas en Espa?a, en la misma colecci¨®n, otras dos obras, estos traumas hist¨®ricos no se liquidan jam¨¢s. ¡°Es normal que los momentos tr¨¢gicos sigan suscitando pol¨¦mica. Entre otras cosas, porque hay tendencias pol¨ªticas que los retroalimentan. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha, que es muy poderosa, sostiene que aquel periodo no fue tan negativo ni tan malo, defiende al mariscal P¨¦tain y fomenta una especie de racismo anti¨¢rabe y antinmigraci¨®n que naci¨® en la guerra de Argelia. Hay un racismo poscolonial que a¨²n est¨¢ vivo, que a¨²n perdura en el debate pol¨ªtico¡±.
Le Corre fue durante toda su vida, hasta su jubilaci¨®n, profesor en un colegio p¨²blico de Franc¨¦s y de Literatura francesa. Y siempre persigui¨® inculcar a sus alumnos, adem¨¢s de la gram¨¢tica y de la indigesta ortograf¨ªa francesa, el principio del placer ante la lectura. ?l mismo lo sigue antes de embarcarse en cada libro: ¡°A m¨ª me encanta sumergirme en una ¨¦poca, aprenderlo todo. Disfruto much¨ªsimo haci¨¦ndolo. Soy soldado o miembro de la Resistencia, sin padecer ning¨²n riesgo. Esto no tiene precio. No creo ni en la literatura comprometida ni en la utilidad pr¨¢ctica de las novelas. S¨ª en su disfrute¡±. Recuerda, a prop¨®sito de eso, el d¨ªa en que un alumno le pidi¨® prestado el primer tomo de una novelota de 650 p¨¢ginas de la que ¨¦l hab¨ªa hablado en clase y que a los pocos d¨ªas, tras devorarlo, le pidi¨® el segundo. Al entreg¨¢rselo, dice, se sinti¨® orgulloso de s¨ª mismo y de su tarea.
El personaje principal de la novela es un polic¨ªa corrupto, ego¨ªsta, violento, cruel, colaboracionista sin ideolog¨ªa y arribista experto en saltar de un r¨¦gimen a otro ampar¨¢ndose en sus contactos y en su puro ego¨ªsmo. ¡°Hay muchos como ¨¦l en la historia. Hay por todos lados. Y gracias a ellos, a los ego¨ªstas, las dictaduras prosperan. Son gente comprometida solamente con sus intereses personales y por eso se convierten en los mejores aliados de los totalitarismos¡±.
Remarca la presencia de lo espa?ol en Burdeos (y por lo tanto, en la novela). Y se?ala que esta ciudad del sur de Francia se convirti¨®, tras la Guerra Civil, en un refugio para los exiliados republicanos. Despu¨¦s recuerda que la primera manifestaci¨®n a la que acudi¨® en su vida, en 1972, fue una convocada por espa?oles contra Franco. Y a?ade: ¡°Aqu¨ª, cuando mataron a Carrero Blanco, se celebr¨® en la calle, se bebi¨® en la calle y se bail¨®. Yo eso lo he visto¡±. Despu¨¦s vuelve a recordar: ¡°Hab¨ªa un vieux anarch, un viejo anarquista que se llamaba S¨¢nchez que nos dejaba usar su linotipia para imprimir panfletos nuestros...¡±.
Pasan entonces por la calle unos chicos de 12 o 13 a?os jugando entre ellos y Le Corre se queda mir¨¢ndolos y parece que est¨¢ recordando m¨¢s cosas de su juventud. Pero no: ¡°No lo echo de menos, pero, ?sabe? Ser profesor de chicos de esas edades era un trabajo fenomenal¡±.
Babelia
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