La matanza de 400 esclavos de Pedanio Segundo define el mundo romano
El descubrimiento de una habitaci¨®n para siervos en una villa de Pompeya revela las condiciones de vida de unos seres humanos que eran tratados como ganado
La antig¨¹edad era ¡°una sociedad de esclavos¡±, como la defini¨® el influyente historiador Moses Finley, en la que millones de personas no pose¨ªan absolutamente nada, no eran due?os de su vida ni de su voluntad. Pod¨ªan ser asesinados, violados, obligados a trabajar hasta la extenuaci¨®n y separados de sus familias. Viv¨ªan sometidos al miedo constante a ser vendidos o maltratados pero, sobre todo, estaban ¡°consumidos por el deseo de libertad¡±, escribe el profesor de Berkeley, Robert C. Knapp, en su cl¨¢sico ensayo Los olvidados de Roma (Cr¨ªtica).
La presencia de los esclavos es constante en la literatura latina, desde El Satiric¨®n de Petronio hasta El asno de oro de Apuleyo. Ahora bien, como explica Knapp, apenas existen restos materiales, puesto que no ten¨ªan casi posesiones. Sin embargo, el equipo arqueol¨®gico de Pompeya anunci¨® el s¨¢bado 6 de noviembre el descubrimiento de una habitaci¨®n que seguramente ocupaban los esclavos. Se trata de un espacio de 16 metros cuadrados con tres camas y algunos objetos, en la villa de Civita Giuliana, que todav¨ªa est¨¢ siendo excavada, en la ciudad enterrada por la erupci¨®n del Vesubio en el a?o 79 de nuestra era.
La estancia, que solo ten¨ªa una peque?a ventana en la parte superior y carec¨ªa de decoraci¨®n en las paredes, deb¨ªa ser a la vez dormitorio y almac¨¦n. Los objetos que contiene, cuando sean investigados, permitir¨¢n conocer mejor la vida cotidiana de seres humanos que representaban en torno al 15% de la poblaci¨®n, pero cuya contribuci¨®n a la econom¨ªa era esencial. ¡°Aunque sabemos que los esclavos han sido explotados en la mayor¨ªa de las sociedades¡±, escribi¨® Finley, ¡°solo ha habido cinco genuinas sociedades esclavistas, dos de ellas en la antig¨¹edad: Grecia y Roma¡±. Las otras tres son: Estados Unidos, el Caribe y Brasil hasta bien entrado el siglo XIX.
Una instituci¨®n despiadada
En los a?os cincuenta, Finley fue uno de los primeros historiadores que comenz¨® a arrojar luz sobre la profunda injusticia que marca el mundo romano y que, hasta entonces, solo aparec¨ªa como tel¨®n de fondo. ¡°La vida de un esclavo no era muy diferente de la de un animal dom¨¦stico¡±, escribe el profesor de cl¨¢sicas de Cambridge Jerry Toner en Sesenta millones de romanos (Cr¨ªtica). ¡°Una vida de trabajo duro, palizas y comida escasa, as¨ª como de abusos sexuales, sin apenas derechos. Si deb¨ªan presentarse ante los tribunales, incluso como testigos, se les torturaba para garantizar que su declaraci¨®n era fiable. Sometidos a un r¨¦gimen embrutecedor, su humillaci¨®n psicol¨®gica era total¡±. Incluso en una sociedad brutal como la romana, la esclavitud era una instituci¨®n especialmente despiadada.
Aunque casi siempre realizaban los trabajos m¨¢s duros y peligrosos, no todos los esclavos viv¨ªan en las mismas condiciones ¡ªno era lo mismo ser un maestro que un trabajador en unas minas de sal o una esclava sexual¡ª, pero todos estaban sometidos al martirio no solo f¨ªsico, sino tambi¨¦n psicol¨®gico de carecer de voluntad: estaban obligados a hacer lo que les ordenasen sus amos en el momento en el que se lo pidiesen. La profesora de cl¨¢sicas de Cambridge Mary Beard escribi¨® el pr¨®logo del libro C¨®mo manejar a tus esclavos (Esfera de los Libros), en el que un noble romano llamado Marco Sidonio Falco (en realidad, era el profesor de cl¨¢sicas Jerry Toner) explicaba c¨®mo funciona un sistema basado en la servidumbre, que solo pod¨ªa mantenerse con la violencia y el terror.
En aquel texto, la investigadora brit¨¢nica recordaba la dificultad para entender, desde el siglo XXI, las relaciones entre amos y esclavos en la Roma cl¨¢sica. ¡°Estaban preocupados por lo que los esclavos tramaban a sus espaldas. ¡®Todos los esclavos son nuestros enemigos¡¯, dec¨ªa un antiguo lema que Falco conoc¨ªa bien¡±, escribe Beard, quien recuerda una historia que resume la brutalidad con la que Roma trataba a los siervos: el asesinato de los 400 esclavos de Lucio Pedanio Secundo, que T¨¢cito recoge en el libro XIV de sus Anales.
Dioses como testigos
Pedanio Secundo era un prefecto de Roma que fue asesinado por uno de sus esclavos en tiempos de Ner¨®n, en el siglo I de nuestra era. ¡°Seg¨²n la antigua costumbre, proced¨ªa que todos los esclavos que hab¨ªan habitado bajo el mismo techo fueran llevados al suplicio¡±, escribe el historiador T¨¢cito (55-120), en los Anales (Alianza Editorial, traducci¨®n de Crescente L¨®pez de Juan). La orden provoc¨® grandes tumultos en Roma, seguramente por la alta presencia de libertos en la poblaci¨®n. Se produjo una discusi¨®n p¨²blica a favor y en contra de la matanza, durante la que Cayo Casio Longino pronunci¨® un discurso que refleja perfectamente la mentalidad de muchos romanos hacia sus posesiones humanas.
¡°Nuestros antepasados desconfiaban de la manera de ser de los esclavos¡±, recoge T¨¢cito en su cr¨®nica, ¡°a pesar de que estos nac¨ªan en los mismos campos y casas que ellos y recib¨ªan enseguida el cari?o de sus se?ores. Pues bien, una vez que tenemos en nuestras familias de esclavos a naciones con distintos ritos, con religiones extranjeras o carentes de ellas, a todo ese revoltijo no se lo podr¨¢ reprimir si no es con el miedo. Es cierto que morir¨¢n algunos inocentes. Pero, cuando en un ej¨¦rcito que ha huido uno de cada diez muere apaleado, tambi¨¦n los valientes entran en el sorteo. Todo gran escarmiento tiene algo de injusto, pero lo que va en contra de cada uno en particular queda compensado por el inter¨¦s general¡±.
Se confirm¨® la ejecuci¨®n, pero no se pod¨ªa realizar porque la multitud imped¨ªa el paso de las v¨ªctimas hacia el pat¨ªbulo. El emperador Ner¨®n, indignado, despleg¨® sus tropas para permitir que se llevase a cabo la masacre. Este horror recuerda al final de la pel¨ªcula de Stanley Kubrick Espartaco, basada en una novela de Howard Fast, cuando todos los que han participado en la rebeli¨®n son crucificados en la v¨ªa Apia por negarse a delatar a su jefe: el famoso ¡°Yo soy Espartaco¡±, que impide que el l¨ªder revolucionario sea localizado.
En ese mundo cruel, que no cambi¨® con la llegada del cristianismo ¡ªSan Pablo dijo a los cristianos de Colosas: ¡°Siervos, obedeced en todo momento a vuestros amos de la Tierra¡±¡ª, tambi¨¦n exist¨ªa la solidaridad. ¡°Nos han llegado muchas pruebas de ayuda mutua y amistad entre esclavos¡±, escribe Knapp en Los olvidados de Roma. ¡°En circunstancias normales, ya fuese en una casa grande, en un recinto m¨¢s peque?o o en el ¨¢mbito rural, los esclavos creaban v¨ªnculos y entablaban relaciones que daban sentido a sus vidas, a pesar de la inseguridad y brutalidad¡±, prosigue este profesor em¨¦rito de Historia Antigua de la Universidad de Berkeley.
Knapp recuerda una inscripci¨®n que relata la amistad entre dos esclavos que acabaron como libertos: ¡°Entre t¨² y yo, mi m¨¢s apreciado compa?ero, nunca hubo disputa alguna. Con esta inscripci¨®n quiero tambi¨¦n que los dioses de arriba y de abajo sean testigos de que t¨² y yo, comprados como esclavos al mismo tiempo en la misma casa, fuimos liberados juntos. Ning¨²n d¨ªa estuvimos separados hasta el d¨ªa de tu fat¨ªdica muerte¡±.
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