La memoria borrada de la esclavitud en Espa?a
La esclavitud fue una pr¨¢ctica muy habitual en Espa?a y sus colonias. Pese a su magnitud, son escasas sus huellas en el imaginario colectivo. Muchos historiadores y creadores llenan ahora con sus trabajos ese vac¨ªo
En el pr¨®logo del Quijote, Miguel de Cervantes escribe: ¡°Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino / como el negro Juan Latino¡± para elogiar el manejo de la lengua de este erudito. Se trata de un esclavo negro que daba lecciones de gram¨¢tica al nieto del Gran Capit¨¢n, que acab¨® siendo catedr¨¢tico de Gram¨¢tica en el siglo XVI. El Museo Metropolitano de Nueva York alberga un retrato pintado por Vel¨¢zquez en 1650 de Juan de Pareja, un artista que a su vez acab¨® siendo un pintor importante y del que se conservan dos obras en el Prado. Fue tambi¨¦n el esclavo del autor de Las meninas, aunque finalmente lo liber¨®. La esclavitud est¨¢ por todas partes en la cultura espa?ola hasta el siglo XIX, como forma parte tambi¨¦n de los ritmos del flamenco. Cuba, cuando todav¨ªa era Espa?a, fue el ¨²ltimo territorio de Europa en abolirla. Sin embargo, aunque ocupa un lugar cada vez m¨¢s prominente en la investigaci¨®n acad¨¦mica y en las librer¨ªas, el recuerdo de la esclavitud no existe en el espacio p¨²blico espa?ol.
En muchos otros pa¨ªses europeos el debate, impulsado por el movimiento Black Lives Matter, ya no est¨¢ solo en que desaparezcan de las calles las estatuas de grandes esclavistas ¡ªcomo ocurri¨® en Barcelona con el marqu¨¦s de Comillas, al que Mart¨ªn Rodrigo y Alharilla ha dedicado el ensayo Un hombre, mil negocios (Cr¨ªtica)¡ª, sino en visibilizar una historia de sufrimiento y explotaci¨®n. En Burdeos, desde 2019 una estatua de la esclava Modeste Testas recuerda que fue uno de los principales puertos de Francia para la trata del pa¨ªs. En Nantes se inaugur¨® en 2012 un monumento a la abolici¨®n de la esclavitud, presente en muchos rincones de la ciudad, como por ejemplo en las fachadas de las casas nobles que dan al r¨ªo Loira, en forma de esculturas con la cabeza de negros. Simbolizan de d¨®nde ven¨ªa la riqueza de las familias propietarias de aquellos edificios. En Espa?a, donde puertos como C¨¢diz o Barcelona fueron centrales en la trata atl¨¢ntica, esa memoria no existe.
¡°En el Lazarillo est¨¢ la esclavitud, tambi¨¦n en el Quijote. Cuando te das cuenta la ves por todas partes¡±, explica Aurelia Mart¨ªn Casares, catedr¨¢tica de la Universidad de M¨¢laga experta en este tema y autora, entre otros libros, de Juan Latino. Talento y destino. Un afroespa?ol en tiempos de Carlos V y Felipe II (Editorial Universidad de Granada). Mart¨ªn Casares relata que empez¨® a trabajar en estos temas hace 20 a?os y que entonces no estaba presente en casi ning¨²n libro de historia. ¡°La memoria de la esclavitud fue silenciada. Nadie pensaba que la poblaci¨®n esclava en el Siglo de Oro era tan importante. Ahora es cuando se empieza a tomar conciencia del racismo, de lo que ha supuesto esa historia en el mundo hispano¡±, sostiene. Cree que uno de los motivos de ese olvido es que no existe en la Pen¨ªnsula una poblaci¨®n de descendientes negro?afri?canos, a diferencia de EE UU, de las colonias holandesas, danesas o de Cuba. En total, los expertos calculan que cerca de 11 millones de seres humanos fueron secuestrados y llevados como esclavos a Am¨¦rica. Centenares de miles m¨¢s murieron durante la traves¨ªa.
La ausencia de debate es una anomal¨ªa porque Espa?a fue el ¨²ltimo pa¨ªs europeo en abolir la trata
¡°La poblaci¨®n esclava no se autorre?produce por nacimientos. En todas las ¨¦pocas las tasas de natalidad son bajas por sus condiciones de vida¡±, prosigue esta investigadora. ¡°La esclavitud se reproduce por comercio, solo se mantiene donde llegan barcos negreros. Cuando la trata se paraliza o se abole, desciende dr¨¢sticamente el n¨²mero de esclavos. Desaparecen las huellas de estas personas esclavizadas, no se ven, sus descendientes son asimilados. Tambi¨¦n hay que tener en cuenta que en el C¨¢diz de la modernidad muchos esclavos proceden del Imperio Turco o del norte de ?frica. Estos se integran sin dejar huellas visibles en la poblaci¨®n contempor¨¢nea¡±.
¡°Francia, Inglaterra o Pa¨ªses Bajos han hecho todo lo posible para visibilizar las tratas y dejar claro que se responsabilizan de lo ocurrido¡±, se?ala por su parte Fabia Guill¨¦n, profesora en la Universidad de Pau y miembro del Ciresc (Centre International de Recherche sur les Esclavages, EHESS-CNRS), en Par¨ªs. ¡°No fue nada f¨¢cil y hubo resistencias, pero en conjunto se admite la participaci¨®n en las tratas negreras. Un aspecto fundamental que puede haber favorecido tal reconocimiento es el car¨¢cter colonial de esas tratas y formas de esclavitud. Tanto Inglaterra como Francia o Pa¨ªses Bajos fomentaban aquellas formas de alienaci¨®n en sus respectivas colonias, muy lejos de los ojos de la metr¨®poli. Muy distinto parece ser el caso de Espan?a y, asimismo, Portugal e Italia, que no conocieron la ley del suelo libre y fueron parti?cipes de tratas y esclavizacio?n no solo en el mundo colonial, sino en su propio suelo desde la Antigu?edad hasta por lo menos 1820 (para Espan?a). Puede entenderse el malestar y la dificultad a la hora de tener que mirar en el espejo una imagen poco halagu?en?a de su propia actuacio?n histo?rica¡±.
Pero este olvido oficial no se corresponde en absoluto con lo que ocurre en el mundo de la cultura. Solo en los ¨²ltimos meses se han publicado, aparte del libro de Mart¨ªn Rodrigo y Alharilla, La esclavitud en el sur de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica (Catarata), de Rafael M. P¨¦rez Garc¨ªa y Manuel F. Fern¨¢ndez Chaves (coordinadores); Negreros. Espa?oles en el tr¨¢fico y en los capitales esclavistas (Catarata), de Jos¨¦ Antonio Piqueras; Barco de esclavos. La trata a trav¨¦s del Atl¨¢ntico (Capit¨¢n Swing), de Marcus Rediker; o El ritmo perdido. El influjo negro en la canci¨®n espa?ola (Anagrama), reedici¨®n de un ensayo de Santiago Auser¨®n sobre la huella de las m¨²sicas africanas en los ritmos espa?oles, como el flamenco.
Ese mismo tema aparece en el documental Gurumb¨¦, del jerezano Miguel ?ngel Rosales, o en el filme Cachita, la esclavitud borrada, que ?lvaro Begines acaba de estrenar en diferentes plataformas. Uno de sus personajes es el esclavista malague?o Pedro Blanco, que protagoniza la novela hist¨®rica Mongo Blanco (2019), de Carlos Bardem, que aparece en el filme, mezcla de documental y recreaci¨®n ficcionada. El Museo de Am¨¦rica, en Madrid, acoge hasta febrero la exposici¨®n La esclavitud y el legado cultural de ?frica en el Caribe, organizada por el CSIC, una muestra que recorre las distintas culturas, lenguas y pueblos de ?frica y la esclavitud en Am¨¦rica, desde el siglo XVI hasta su total abolici¨®n en 1886 (Cuba) y 1888 (Brasil).
¡°Los ¨²nicos pa¨ªses que no han hecho nada por la memoria de la esclavitud son Portugal y Espa?a¡±, asegura Mart¨ªn Rodrigo y Alharilla. ¡°?Por qu¨¦? Una de las hip¨®tesis es que en Francia, Gran Breta?a y Holanda hay una poblaci¨®n afrodescendiente importante y se ha empujado desde la sociedad civil. En Espa?a, no ha sido una causa tan importante y las asociaciones existentes no han tenido la misma influencia. Si las cuestiones de memoria hist¨®rica vinculadas a la Guerra Civil y a la posguerra no se han resuelto a¨²n y generan debate pol¨ªtico, esta cuesti¨®n tampoco. Y es una anomal¨ªa, porque fue el ¨²ltimo pa¨ªs europeo en abolir la esclavitud en sus territorios¡±.
En Gran Breta?a y Francia la poblaci¨®n afrodescendiente ha mantenido vivo su recuerdo
La esclavitud en Espa?a empieza en la Antig¨¹edad y se prolonga hasta finales del siglo XIX. La primera expedici¨®n esclavista directa entre ?frica y Am¨¦rica se produce en 1518 y los primeros cautivos llegan en 1520. El ¨²ltimo territorio al que llegan esclavos es la isla de Cuba. Son 350 a?os, sin tener en cuenta la esclavitud en la Antig¨¹edad y la Edad Media. Sin embargo, como explica Aurelia Mart¨ªn Casares, en el siglo XIX en la Pen¨ªnsula la esclavitud era un fen¨®meno bastante marginal. ¡°En 1817, un tratado firmado por Fernando VII con Gran Breta?a proh¨ªbe el comercio de esclavos, pero respeta la esclavitud existente. En el siglo XIX tan solo pueden ser denominadas como aut¨¦nticas sociedades esclavistas en el mundo occidental el sur de Estados Unidos, el ¨¢rea caribe?a y Brasil (donde un tercio de la poblaci¨®n eran esclavos en torno a 1860). Por supuesto en ?frica subsahariana y en el mundo ¨¢rabe sigue existiendo la esclavitud, incluso hasta bien entrado el siglo XX. En general, en la Espa?a del XVIII ya no hab¨ªa demanda. Se convierte en un servicio suntuario, de arist¨®cratas y ricos, no se trata ya del patr¨®n generalizado del XVI en que cualquiera pod¨ªa comprar un esclavo o una esclava. En la Espa?a del siglo XIX no hubo un movimiento abolicionista de grandes dimensiones, no creo que su influencia marcara el final de la esclavitud, aunque algo contribuy¨®. No obstante, s¨ª hab¨ªa una sociedad abolicionista, revistas abolicionistas¡ El abolicionismo estuvo ligado al sufragismo y la lucha por el voto de las mujeres¡±.
El profesor de la Universidad Aut¨®noma y coordinador del Equipo Madrid de Investigaciones Hist¨®ricas, Jos¨¦ Miguel L¨®pez, autor de La esclavitud a finales del antiguo r¨¦gimen (Alianza), subraya que ese olvido est¨¢ presente ¡°en las calles y en las instituciones¡± porque no se ha hecho un trabajo de borrado sistem¨¢tico de personajes que hicieron su fortuna con la esclavitud. ¡°Vivimos una desmemoria completa: Carlos III tuvo 20.000 esclavos¡±, prosigue este investigador que ha querido buscar ¡°la historia de gente sin historia¡±, como el ¨²ltimo esclavo censado en Madrid, en 1830, que trabajaba para una cervecer¨ªa. Aunque la esclavitud acaba en Espa?a en 1837, el proyecto de ley nunca lleg¨® a aprobarse y muchos investigadores sospechan que hubo esclavos hasta mucho m¨¢s tarde, solo que escondidos como criados o tra¨ªdos ilegalmente. Incluso, L¨®pez sostiene que esa misma pr¨¢ctica ¡ªcamuflar esclavos como sirvientes¡ª se mantuvo hasta el siglo XX en el S¨¢hara Occidental.
Precisamente ese enorme olvido colectivo es lo que llev¨® a ?lvaro Begines a rodar su pel¨ªcula, en la que mezcla la recreaci¨®n de historias relacionadas con la esclavitud y la trata con entrevistas a diferentes expertos. ¡°Estaba leyendo un ensayo y se?alaba que en el siglo XVI hab¨ªa muchos esclavos en Sevilla, que Lope de Vega sosten¨ªa que la ciudad era como un ajedrez: uno blanco y uno negro. Nunca me hab¨ªa planteado que hubiese tantos, empec¨¦ a estudiar y me di cuenta de que exist¨ªan muchos estudios de historiadores. Es entonces cuando me plante¨¦ dirigir un documental que abriese los ojos sobre esa realidad. Muchos potentados se enriquecieron con la esclavitud. Tambi¨¦n el clero y la nobleza¡±.
Una de las historias que cuenta Cachita es la de C¨¢ndida la Negra, una antigua esclava que vivi¨® en El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz) hasta mediados del siglo XX ¡ªfalleci¨® en 1951¡ª y que demuestra hasta qu¨¦ punto la esclavitud alcanza la historia de Espa?a m¨¢s reciente. El historiador Manuel Pacheco la conoci¨® a finales de los cuarenta, cuando ya era una anciana, y le dedic¨® un art¨ªcu?lo de investigaci¨®n titulado Una cara de la esclavitud: la apasionante historia de ¡®C¨¢ndida la negra¡¯. Joaqu¨ªn Garc¨ªa de Romeu public¨® en 2018 una novela sobre ella, La ¨²ltima negra.
Lleg¨® en un cargamento de mujeres de Cuba, seguramente fletado por Antonio L¨®pez, marqu¨¦s de Comillas. Se trataba de hijas hu¨¦rfanas de esclavas que eran exportadas a la Pen¨ªnsula ¡°para satisfacer los deseos m¨¢s oscuros¡± de sus compradores, explica el filme. El barco naufrag¨® en la costa y ella salv¨® la vida, fue rescatada por un campesino y luego se emparej¨® con un gitano con el que no tuvo descendencia. Todo esto ocurre en la segunda parte del siglo XIX, cuando la trata ya era ilegal en la Pen¨ªnsula. La historia de C¨¢ndida la negra refleja la cercan¨ªa de la esclavitud, pero tambi¨¦n las dificultades a las que se enfrentan los investigadores, porque una parte importante de la trata se hizo de forma clandestina, como ocurr¨ªa con la llegada de barcos esclavistas a Cuba.
La recuperaci¨®n de la memoria tambi¨¦n puede ofrecer sorpresas desagradables: en febrero de 2018 el Tesoro del Reino Unido public¨®, con el esc¨¢ndalo consiguiente, que cuando se aboli¨® la esclavitud en 1833 pag¨® indemnizaciones a los due?os de esclavos (b¨¢sicamente compr¨® su libertad a sus due?os). No termin¨® de pagar a los esclavistas hasta 2015, de tal forma que los descendientes de esclavos estuvieron pagando indemnizaciones con sus impuestos a los que esclavizaron a sus padres, que no recibieron ning¨²n tipo de compensaci¨®n por sus sufrimientos. La memoria nunca es f¨¢cil. Tal vez por eso sea tan importante. Como escribe Santiago Auser¨®n en el cap¨ªtulo El canto esclavo de su ensayo: ¡°La presencia de la negritud y su influjo musical en el Viejo Continente pertenece a una clase especial de sucesos que en la historia de Espa?a se han visto abocados a hundirse en el olvido, de suerte que nuestra memoria colectiva est¨¢ como artificialmente labrada por algunos vac¨ªos significativos¡±.
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