Blas Matamoro, el francotirador que jam¨¢s se sinti¨® un escritor maldito
El narrador argentino, cofundador del Frente de Liberaci¨®n Homosexual en 1971, acaba de reeditar ¡®Las tres carabelas¡¯, dos ¡®nouvelles¡¯ sobre educaci¨®n sentimental gay, la dictadura y el exilio
Septiembre de 1976. La dictadura argentina, que lleva seis meses en el poder, censura Olimpo, del periodista y escritor Blas Matamoro (Buenos Aires, 79 a?os), e inicia una siniestra tradici¨®n. ¡°Incautaron la edici¨®n oficial de dos mil ejemplares. Pero la editorial Corregidor hab¨ªa tirado tres mil y los primeros ya se hab¨ªan distribuido; esos se salvaron¡±, cuenta el autor 45 a?os despu¨¦s en Madrid, convencido de que el contenido del libro era lo de menos. ¡°Fue una forma de terrorismo para asustar a la gente que escrib¨ªa, pero sobre todo a la que publicaba¡±.
Matamoro, uno de los fundadores hace 50 a?os del clandestino Frente de Liberaci¨®n Homosexual (FLH), espacio pionero en la lucha por los derechos gay en el que participaron, entre otros, los escritores Manuel Puig, Juan Jos¨¦ Hern¨¢ndez y Juan Jos¨¦ Sebreli, acaba de reeditar dos nouvelles de los a?os 80, reunidas en Las tres carabelas (Blatt & R¨ªos). En ellas, la prosa elegante e incisiva de quien dirigi¨® la revista Cuadernos Hispanoamericanos entre 1996 y 2007 recrea la educaci¨®n sentimental en tiempos de deseo silenciado, para los que no se ajustaban a la norma hetero, y pinta una Argentina cruzada por la efervescencia pol¨ªtica, el psicoan¨¢lisis y las esquirlas del miedo que desencaden¨® la dictadura.
¡°Te ten¨¦s que ir, Blas¡±, lo convenci¨® su hermana cuando escuch¨® por radio el decreto de prohibici¨®n. ¡°Yo no hab¨ªa sufrido amenazas¡±, recuerda Matamoro, ¡°pero poco antes a mi compa?ero lo hab¨ªan tenido desaparecido una semana por un error policial, junto a gente que hab¨ªa estado presa. Primero eran siete, al d¨ªa siguiente eran seis, al d¨ªa siguiente cinco... Cuando sali¨® y durante a?os, no pod¨ªa oler carne quemada sin ponerse mal. A su lado hab¨ªan aplicado la picana y ese olor le recordaba aquel infierno¡±, cuenta el escritor con acento argentino inconmovible.
Temiendo por su vida, Blas Matamoro se exili¨® el d¨ªa despu¨¦s de la prohibici¨®n de Olimpo, censurado por ¡°atacar las tradiciones del ser nacional y la moral cristiana¡±. La portada de esa colecci¨®n de ensayos sobre personajes que trenzaron hechos y mitolog¨ªa (de Per¨®n a Dr¨¢cula, pasando por Carlos Robledo Puch, el asesino en serie con cara de ¨¢ngel) defin¨ªa el talante de francotirador intelectual que a¨²n distingue a su autor: el rostro sensual de Isabel Sarli, la bomba porno de la ¨¦poca, se sobreimprim¨ªa sobre la c¨²pula de una iglesia de Bah¨ªa en Brasil, invitando a zambullirse en las p¨¢ginas.
?C¨®mo se meten 34 a?os en una sola maleta? ?Qu¨¦ se lleva? ?Qu¨¦ se pierde para siempre? Matamoro lleg¨® a Madrid con una m¨¢quina de escribir Olivetti Lettera, un par de libros, algo de ropa y 300 d¨®lares en cheques de viajero. Nada m¨¢s. ¡°?Est¨¢ eso en las novelas?¡±, pregunta. S¨ª, aunque no recuerde haberlo escrito. El olvido, a veces, protege de lo que arde.
La experiencia de emigrar
De los primeros a?os madrile?os recuerda la libertad (¡°exist¨ªan ya clubes para gays y no hab¨ªa restricciones en las calles, en los parques ni en los lugares de reuni¨®n¡±), la estrechez econ¨®mica y los trabajos variopintos: escrib¨ªa para La Opini¨®n de Buenos Aires, hac¨ªa traducciones, colaboraba donde pod¨ªa y fue, incluso, el negro literario de las memorias de un peluquero cuyo nombre no dar¨¢. En diciembre de 1979, empez¨® a trabajar como redactor en Cuadernos Hispanoamericanos y mejoraron los vientos.
Madrid trajo tambi¨¦n el amor de Fernando y una pareja de m¨¢s de 40 a?os (¡°es mucha vida compartida¡±). ?Nunca quiso tener hijos? ¡°Tengo sobrinos, que me dicen a veces: ¡®Sos anticuado, t¨ªo¡¯. Pero a m¨ª s¨ª me gustar¨ªa que hubiera alguien que me llamara ¡®padre¡¯, eso es algo que le falta a mi vida. Nunca se plante¨®¡±.
Las tres carabelas re¨²ne dos nouvelles: la que da t¨ªtulo al volumen, en la cual el protagonista recuerda desde Espa?a su infancia y juventud, la sensaci¨®n de ¡°ser distinto¡±, los primeros amores y discusiones filos¨®ficas y pol¨ªticas, y La canci¨®n del pobre Juan, que narra el regreso y apasionado encuentro entre un prestigioso escritor y Daniel D¨¢vila, joven estrella del ballet. ¡°El origen de ambas es la necesidad de contar la experiencia de la emigraci¨®n. Los dos personajes tienen eso en com¨²n: rememoran algo que pas¨®, pero que al ser visto nuevamente no se reconoce¡±, reflexiona.
Como autor de una treintena de libros (Nietzsche y la m¨²sica, Novela familar y El pasadizo, entre ellos) sorprende escucharle decir que jam¨¢s pone ¡°escritor¡± en los formularios preguntones que indagan c¨®mo se gana uno la vida. ¡°Con lo que he cobrado por mis libros siempre me alcanz¨® para cigarros, pero no para los f¨®sforos con los que los encend¨ªa¡±, bromea.
1971: el FLH y la militancia gay
Ensayista punzante y cr¨ªtico musical exquisito en Scherzo y Revista de Occidente, Matamoro fue uno de los intelectuales que iniciaron el Frente de Liberaci¨®n Homosexual (FLH), creado hace medio siglo en su apartamento porte?o (¡°La Rioja 169, 5to B, en el barrio de Once¡±, precisa mientras bebe una ca?a, tras haber dictado una conferencia en la Fundaci¨®n Ortega y Gasset).
La pujanza actual del colectivo LGTBI+ contrasta con la situaci¨®n que se viv¨ªa entonces en Buenos Aires, donde el Edicto 2 H prohib¨ªa que un var¨®n estuviera en el espacio p¨²blico junto a otro var¨®n menor de edad; la norma ¡ªde 1932¡ª sirvi¨® en no pocas ocasiones para la persecuci¨®n policial de minor¨ªas sexuales. ¡°En 1971, en plena dictadura de Lanusse, los objetivos que se fij¨® el FLH fueron dos. Ir a los medios y ganar visibilidad, porque de homosexualidad no se hablaba (lo hicimos, ocultando nuestras verdaderas identidades), y lograr que se derogara el edicto policial por el cual te pod¨ªan llevar preso por ser homosexual¡±, sintetiza Matamoro, que no ten¨ªa militancia, pero que se hab¨ªa comprometido como abogado de familiares de presos pol¨ªticos. El final de los edictos policiales lleg¨® mucho despu¨¦s, en 1998, con la sanci¨®n de un nuevo c¨®digo contravencional para la ciudad.
?C¨®mo surgi¨® el FLH? ¡°Nos convoc¨® H¨¦ctor Anabitarte, un dirigente del gremio de correos que hab¨ªa intentado organizaciones previas y que conoc¨ªa a Juan Jos¨¦ Hern¨¢ndez. Nos reunimos en casa, a principios de agosto de 1971, porque los dem¨¢s viv¨ªan con sus familias. No ¨¦ramos m¨¢s de 15 o 20 ese d¨ªa. Se formaron distintas c¨¦lulas; no hab¨ªa una direcci¨®n formal y nuestro grupo que se ven¨ªa reuniendo pas¨® a llamarse Grupo Profesionales. H¨¦ctor hab¨ªa sido comunista y se hab¨ªa ido del PC tras un viaje a la URSS, donde le hablaron de la homosexualidad como enfermedad y degeneraci¨®n peque?oburguesa. Los dem¨¢s simpatiz¨¢bamos con cierta izquierda, aunque ?con cu¨¢l? Digamos que con la visi¨®n de un c¨®digo de libertades m¨¢s el¨¢stico. En eso todos est¨¢bamos de acuerdo. Para los pol¨ªticos no era un problema a tratar¡±, analiza.
Algunas discusiones internas part¨ªan aguas. ¡°Debat¨ªamos, por ejemplo, si se ten¨ªa que normalizar o no la condici¨®n homosexual. N¨¦stor Perlongher, un poeta que se sum¨® despu¨¦s, entend¨ªa que no, que hab¨ªa que ocupar una marginalidad dorada, seguir siendo an¨®malo. Yo nunca coincid¨ª con ese malditismo; para ser maldito se requiere que alguien te maldiga y sacraliz¨¢s al represor. Nuestro grupo aspiraba a que la homosexualidad fuera una m¨¢s entre diversas opciones sexuales¡±.
En ese tiempo de ¡°renacimiento peronista¡± el FLH reflej¨® las disidencias ideol¨®gicas. ¡°Aparecieron distintas tendencias, anarcoides y peronistas que resultaron mal, porque el peronismo no quer¨ªa saber nada con el tema¡±. El Frente se disolvi¨® antes de la nueva dictadura, afirma Matamoro. ¡°Ya no hab¨ªa actividad visible, aunque la gente que se segu¨ªa juntando ¡°.
En 2018 la Academia Argentina de Letras premi¨® Con ritmo de tango (F¨®rcola), un diccionario personal¨ªsimo en el que Matamoro reflexiona sobre la argentinidad, y comenz¨® una merecida revalorizaci¨®n de su obra. Adem¨¢s de Las tres carabelas, en 2021 se reedit¨® en Espa?a Los cuentos de Hegel (Taugenit) y el sello Blatt & R¨ªos anticipa la publicaci¨®n de una novela in¨¦dita, Fundido a negro, y una reedici¨®n de El pasadizo. ¡°Me han propuesto incluso publicar los diarios que escribo desde 1995. No s¨¦. Pero en cualquier caso, me emociona porque son lectores j¨®venes, con formaciones ligadas a lo digital, al pop, nada que ver conmigo que me siento m¨¢s bien cl¨¢sico¡±.
?D¨®nde radica la clave de ese inter¨¦s? ¡°Mis editores dicen que hay cierta ansiedad por una literatura bien escrita frente a una l¨ªnea dominante que no aspira a estarlo (he escuchado a Aira en esa tesitura, hablando del derecho a escribir mal). Puede ser. Pero me parece que incide tambi¨¦n la nostalgia de una ¨¦pica perdida: la noci¨®n de que lo que te pasa significa algo y se puede contar como si fuera fatal, necesario, explicable o no, misterioso, frente a la pura eventualidad que no deja rastros. La ¨¦pica s¨ª deja rastros¡±.
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