Linn Ullmann recompone su infancia en ¡®Los inquietos¡¯, libro que plane¨® con su padre, Ingmar Bergman
La autora noruega, la ¨²nica hija del matrimonio entre el maestro del cine y la actriz y directora Liv Ullmann, explica: ¡°La escritura y la confesi¨®n son dos cosas distintas¡±
En la sede de su editorial en Oslo, un equipo del principal canal noruego graba un reportaje sobre la reconocida escritora con motivo de la aparici¨®n de su esperado nuevo libro, una suerte de continuaci¨®n de las memorias que public¨® hace seis a?os y que han acabado por asentar su prestigio internacional, m¨¢s all¨¢ del mundo escandinavo y anglosaj¨®n. Esbelta e inquieta, ella saluda con una amplia sonrisa y cierto nerviosismo, vestida de negro y con un mo?o alto. Y es que en contra de lo que cabr¨ªa suponer, a Linn Ullmann (Oslo, 55 a?os), hija del director sueco Ingmar Bergman y de la actriz Liv Ullmann, le incomodan las c¨¢maras. Esa podr¨ªa ser la primera suposici¨®n errada sobre ella, la hija peque?a del reverenciado maestro de cine y la arrebatadora int¨¦rprete, la ¨²nica que tuvieron juntos y la descendiente n¨²mero nueve para Bergman. Pero en las p¨¢ginas de Los inquietos (publicado en castellano por Gatopardo, y en diciembre en catal¨¢n por Les Hores) van cayendo las presunciones p¨¢gina a p¨¢gina y se va revelando una brillante y singular narradora.
Cr¨ªtica literaria y periodista, Ullmann public¨® su primera novela cuando ya ten¨ªa 30 a?os, un divorcio y un hijo. Dice que el fracaso es con frecuencia el punto de partida de sus libros, y con el proyecto original del que surgi¨® Los inquietos sinti¨® que el fallo era total. ¡°Mi padre ten¨ªa 84 a?os y empez¨® a hablar de c¨®mo la edad le estaba afectando estaba olvidando algunas palabras y recuerdos, no de una forma en que los dem¨¢s se percataran. Seguramente le preocupaba, pero tambi¨¦n sent¨ªa curiosidad por ese ¨²ltimo periodo del envejecimiento¡±, explica habladora y vital.
Bergman, adem¨¢s de su padre, era uno de sus mejores lectores, y no, ella no se sent¨ªa intimidada por el maestro o sus opiniones. Tampoco era t¨¦cnicamente la primera vez que trabajaban juntos, aunque Ullmann guarda muy pocos recuerdos de los rodajes en los que particip¨® de ni?a. En Gritos y susurros se sentaba en el regazo de su madre ¡°con el mismo vestido de terciopelo color vino que llevaba ella¡± y se neg¨® en rotundo a que el actor que besaba a su madre en los labios la besara luego a ella la frente. Despu¨¦s de tres tomas se sali¨® con la suya y omitieron el beso. En Cara a cara el leve catarro con el que lleg¨® Ullmann al rodaje aterroriz¨® a su padre que sent¨ªa p¨¢nico antes las enfermedades respiratorias ¡ª¡°Hab¨ªa nacido en 1918 y su madre tuvo la gripe; ahora me pregunto c¨®mo habr¨ªa vivido la pandemia¡±¡ª, y el papel de ni?a dormida que le hab¨ªan asignado la enfureci¨®. Decidi¨® mantener los ojos abiertos de par en par, y de nuevo logr¨® cambiar el plan del director. ¡°El proyecto del libro empez¨® casi como una broma porque se sent¨ªa cansado y viejo para escribir, y yo le dije que deb¨ªamos hacer un libro sobre envejecer¡±. Empezaron a planificar. ¡°Pasamos a?os hablando del libro sin hacerlo. Cuando habl¨¢bamos por tel¨¦fono y nos ve¨ªamos en verano ten¨ªamos un mont¨®n de ideas encantadoras sobre c¨®mo proceder, si deb¨ªamos grabar o yo tomar notas. ?bamos planificando y los a?os pasaban y a veces estaba al tel¨¦fono con ¨¦l y se acercaba la fecha de ir a la isla y su voz sonaba lejana y las conversaciones eran m¨¢s lentas y ¨¦l me dec¨ªa: ¡®?Vienes pronto?¡±.
Cuando finalmente arrancaron las conversaciones para el libro, el deterioro cognitivo de Bergman era notable. ¡°Estaba al final de su vida y se encontraba en ese espacio entre el sue?o y la realidad y el olvido y los recuerdos. Algunas cosas estaban muy claras y otras eran muy on¨ªricas¡±, recuerda. ¡°La realidad guionizada que de alguna manera hab¨ªamos creado y que siempre hab¨ªa estado ah¨ª ya no estaba; ten¨ªamos que inventar un nuevo idioma, ten¨ªamos que hacer algo que ninguno de los dos sab¨ªa: improvisar. ?C¨®mo hablar cuando estamos en una especie de representaci¨®n de El sue?o, de August Strindberg?¡±.
La obra del autor sueco, en la que la hija de un dios baja la tierra, no es la ¨²nica referencia teatral al hablar de aquellas ¨²ltimas conversaciones. ¡°A veces me preguntaba si ¨¦l estaba haci¨¦ndose el Hamlet, pretendiendo que estaba loco, porque hab¨ªa un poco de locura ah¨ª. Pero pod¨ªa hablar tan elocuentemente de la m¨²sica de Bach y pod¨ªa ser un personaje de Beckett, uno de los ancianos que habla de alg¨²n extra?o recuerdo como si hubiera pasado ayer cuando hab¨ªa acontecido, a lo mejor, hac¨ªa 70 a?os¡±.
Siete a?os de duelo
El libro de conversaciones pas¨® a segundo t¨¦rmino, y las cintas de aquel ¡°viaje de adioses¡± le resultaron imposibles de escuchar tras la muerte de Bergman. Siete a?os despu¨¦s y cuando ya llevaba m¨¢s de medio libro sobre su infancia escrito, las grabaciones fueron una parte esencial de Los inquietos. ¡°Eran un espacio muy interesante para la ficci¨®n y para la imaginaci¨®n porque dejaban todas las ventanas abiertas, todos los g¨¦neros. Era algo tan distinto, tan extra?o, tan triste, tan vulnerable. Hab¨ªa muerte y hab¨ªa vida al mismo tiempo. Como dice Strindberg en su obra, todo es posible y el tiempo y el lugar ya no existen¡±. Ullmann escribi¨® unas memorias ¡°sin decir recuerdo esto o esto fue as¨ª, porque no s¨¦ exactamente c¨®mo fue¡±. ?El libro pas¨® entonces a ser sobre ella? ¡°Es una versi¨®n de m¨ª; soy yo y no lo soy, como dir¨ªa Deborah Levy, una de mis escritoras favoritas¡±, responde.
Distintos materiales van quedando engarzados en Los inquietos. Hay recuerdos de la casa de la isla donde pasaba todos los veranos con su padre, reflexiones, traslados a Estados Unidos, parejas varias de su madre, y la transcripci¨®n, como en un guion o una obra de teatro, de algunas de aquellas conversaciones con el senil Bergman. Las escenas peque?as saltan de un espacio a otro, en el tiempo y geogr¨¢ficamente, hacia delante y hacia atr¨¢s, creando movimiento, casi un baile po¨¦tico, algo que Ullmann, que se form¨® como bailarina en Oslo y en la escuela Julliard de Nueva York, no refuta. ¡°Mi escritura est¨¢ muy conectada con el baile. Lo primero en lo que pienso cuando imagino un libro es una coreograf¨ªa sencilla, c¨®mo se mueven esos cuerpos de forma dolorosa, bella, llena de amor, solos o juntos¡±, afirma. Cita a la bailarina y core¨®grafa Pina Bausch ¡ªde quien se llev¨® un cuadro de la casa de su padre¡ª y a Merce Cunningham como referentes fundamentales, y enseguida suma los nombres de la poeta Anne Carson y del m¨²sico John Cage.
?Hab¨ªa algo que sab¨ªa que dejar¨ªa fuera o quitar¨ªa de la historia? Ullmann, que en los meses de pandemia lanz¨® un podcast de conversaciones con escritores, How To Proceed (c¨®mo proceder), no teme hablar de m¨¦todo, pero para explicarse recurre a un texto que recuerda de un libro que recoge una entrevista entre Michael Ondaatje y el montador de El padrino Walter Murch. Habla el cineasta de una bombilla azul que ilumina un cuarto para transmitir un sentido de ese color, y dice que la clave est¨¢ en quitarla, porque es tan potente que deslumbra, y ver c¨®mo mantener esa sensaci¨®n azul sin ella: ¡°Esa es siempre la clave: quit¨¦mosla y veamos qu¨¦ pasa¡±. Horas despu¨¦s de la entrevista Ullmann manda la cita exacta.
Su padre, seg¨²n ella cuenta en el libro, quer¨ªa evitar a toda costa el ¡°chapoteo sentimental¡±, ?esto la influy¨®? ¡°A¨²n no he conocido a un artista que quiera ser sentimental. Puedes usar el sentimentalismo, pero tienes que saber lo que haces, porque muy f¨¢cilmente puede pasar a ser algo solo kitsch y eso es una afrenta a la humanidad¡±. El director Pedro Almod¨®var, a?ade, es uno de los pocos que ¡°sabe encontrar oro¡± con unas gotas de sentimentalismo.
La ira es un sentimiento extremo del que habla en su libro. Su padre le aconseja mantenerlo a raya. ¡°Forma parte de m¨ª, pero tienes que alejarte cuando escribes¡±, apunta y se refiere a los textos de sus alumnos en una de sus clases de escritura que chorreaban ira y dolor. Ellos le dec¨ªan que todo lo escrito era rigurosamente cierto y ella les explicaba que eso no era lo importante. ¡°No se trata de guardar un registro exacto de lo ocurrido, sino de que suene a verdad, cuando est¨¢ en la p¨¢gina. As¨ª que hay que retirarse un poco y comprender que la memoria es maleable¡±.
En Los inquietos Ullmann reflexiona sobre los recuerdos mismos y se pregunta si uno guarda memoria de algo en concreto porque fue extraordinario o porque era frecuente. ¡°La maleabilidad de la memoria fue mi punto de partida. Los recuerdos tienen algo del mineral mercurio que es t¨®xico, y extremadamente sensible al fr¨ªo y al calor¡±, afirma.
La decadencia de Bergman
Su padre no estaba bien y ten¨ªa la cabeza perdida, sufr¨ªa una r¨¢pida decadencia f¨ªsica. Escribir sobre ¨¦l acarreaba una cuesti¨®n ¨¦tica. ¡°Escribo sobre gente que tengo a mi alrededor, pero soy muy consciente de ello y de lo poco que necesitas contar para expresar algo. Contarlo todo es aburrido. No quer¨ªa que el libro fuera sobre un hombre famoso, sino sobre la lucha de un hombre en su vejez y por eso me refiero al padre, la madre, y la hija. No hay nombres propios en le libro y no es una autobiograf¨ªa¡±, afirma. ¡°En mi vida privada soy una madre de una joven de 17 que tambi¨¦n escribe y es feminista y de un hijo de 30 que hace cine y es padre. As¨ª que soy abuela, y vivo con mi esposo desde hace muchos a?os. Mi prop¨®sito no era contar mi vida como si fu¨¦ramos a charlar y nos tom¨¢ramos un vino. La escritura y la confesi¨®n son dos cosas distintas¡±.
?Ley¨® los libros que su padre escribi¨® sobre sus abuelos? ¡°S¨ª, pero no es el escritor m¨¢s importante para m¨ª, es una persona muy importante en mi vida, obviamente, puesto que era mi padre ¡±, responde. Ullmann se rebela contra la idea de que a muchas escritoras a¨²n se las celebre en funci¨®n de su filiaci¨®n con un artista hombre. Menciona a Linda B?strom Knausgard (¡±Es una escritora exquisita, y su libro October Children es una de las mejores cosas que he le¨ªdo, y a¨²n la preguntan por Karl Ove, cuando quiz¨¢ le deber¨ªan de preguntar a ¨¦l por ella¡±) o a Siri Hustvedt (¡±A¨²n hay gente que piensa que ella aprendi¨® neurociencia gracias a Paul Auster¡±). ?Cu¨¢n pol¨¦mico puede ser escribir sobre la familia? ¡°Me tom¨¦ la licencia para retratar a un padre y una madre que guardan similitudes con los m¨ªos. Pero toda la historia no est¨¢ en esas p¨¢ginas. Mi padre y mi madre era los dos artistas que usaron mucho de su vida y las de quienes les rodeaban en su obra, as¨ª que saben de qu¨¦ va esto. Y mi marido tambi¨¦n es escritor. Hay margen, pero no escribo todo, mis hijos quedan fuera¡±.
El nuevo libro que acaba de salir este fin de semana en Suecia se titula Una joven, 1983 y parte de un episodio que menciona en Los inquietos, una aventura que con 16 a?os tuvo con un fot¨®grafo mucho m¨¢s mayor y que la llev¨® a Par¨ªs. ¡°?Fue un affaire? ?Ella era una ni?a? ??l era un abusador o un simple amante?¡±, apunta. Las relaciones entre hombres mayores y chicas j¨®venes aparecen varias veces en Los inquietos. ¡°Es un arquetipo y me gustan los arquetipos, usarlos y revolverlos. Crec¨ª con un padre que encuadraba las manos para mirar a las mujeres. Era el t¨ªpico hombre que siempre miraba. Mi madre era la belleza, magn¨ªfica. Incluso hoy a sus 83 a?os sigo un poco enamorada de ella. Pero ese tipo de belleza y esa manera de mirar de ¨¦l... Yo de ni?a no encajaba, era enana y flacucha y tambi¨¦n mirona, porque a m¨ª no me miraban. No entend¨ªa c¨®mo ser una ni?a¡±, asegura. ¡°Mi padre creo que era feminista, aunque en su tiempo a¨²n se adoraba a los genios masculinos. Ahora creo que hay una forma m¨¢s inteligente de entender las cosas¡±.
Las c¨¢maras aguardan fuera de la sala, y a Ullmann a¨²n le queda promoci¨®n, entrevistas y preguntas por responder. Se pone el gorro de lana y se despide.
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