Lamento por Almudena Grandes
La escritora muri¨® en Madrid el 27 de noviembre, pero tambi¨¦n muri¨® en Colombia. Tambi¨¦n Colombia perdi¨® a una escritora
Por estos d¨ªas de fin de a?o no hay sino un problema po¨¦tico realmente serio, y es la muerte de Almudena Grandes. ?C¨®mo puede entenderse que una escritora tan talentosa, torrencial, y una persona tan esencialmente buena, pueda desaparecer? Es una pregunta literaria, lo s¨¦. Una pregunta triste y a la vez sencilla, porque el destino de todo lo que est¨¢ vivo es morir. ¡°Mi muerte no es un acontecimiento de mi vida¡±, escribi¨® Wittgenstein, ¡°no puedo vivir mi propia muerte¡±. No podemos, claro. S¨®lo anticipar y tratar de alejarla, como en ese verso de Isabel Escudero que dice: ¡°Muerte, ven a llevarte el pensamiento de la muerte¡±.
Una gran artista que se propuso levantar esa especie de muro contra el oc¨¦ano, un dique contra el Pac¨ªfico, un proyecto literario casi inhumano por grande y ambicioso: restituir la memoria y la dignidad a los derrotados de su pa¨ªs en la guerra contra el fascismo, de esa historia de Espa?a ¡°que siempre termina mal¡±, de esa helada paz de la posguerra que dur¨® diez veces m¨¢s que la guerra en donde ella ve¨ªa el origen del presente en que vivi¨® y por el que luch¨® como intelectual. Escribir sobre los que perdieron, una de las misiones esenciales del arte, porque perder nos hace radicalmente humanos. ?Ay de quienes no conocen la derrota!
Su entierro, con los lectores enarbolando sus libros, es una de las im¨¢genes m¨¢s hermosas que he visto en mi vida y no creo que pueda existir un reconocimiento mayor para un artista. Lo he visto una docena de veces y me conmueve tanto, tanto. Hay all¨ª mucha nobleza y amor, y algo que s¨®lo el arte y la cultura pueden lograr y es una comunidad de sentido, una gran met¨¢fora colectiva que tiene que ver con la belleza y la derrota y la poes¨ªa, eso que C¨¦sar Vallejo quiso decir cuando dijo: ¡°Tanto amor y no poder nada contra la muerte¡±. Ese verso est¨¢ en el f¨¦retro que se hunde en la tierra llevando un libro de poemas de Luis Garc¨ªa Montero; est¨¢ en Almudena que se retira entre aplausos, con banderas republicanas ondeando hermosamente al viento. Por eso cada vez que lo veo, desde el otro lado del mundo, digo en mi mente: ¡°Compa?era Almudena¡¡±, y me respondo a m¨ª mismo, solo, en mi estudio: ¡°?Presente!¡±. Y en la noche, cuando ya s¨®lo queda la poes¨ªa, repito ese verso de Ernesto Cardenal que es una imprecaci¨®n: ¡°?Nos vale verga la muerte!¡±.
Porque Almudena muri¨® en Madrid el 27 de noviembre, pero tambi¨¦n muri¨® aqu¨ª en Colombia. Tambi¨¦n Colombia perdi¨® a una escritora. Por fortuna su voz se conserva en archivos radiales y es tan bello o¨ªrla una y otra vez hablando de sus libros o de la vida o de las ideas pol¨ªticas que tanto defendi¨® y que en este pa¨ªs son a¨²n tan fr¨¢giles. Los libros de Almudena estar¨¢n siempre en las librer¨ªas y bibliotecas demostrando otra cosa: que un gran autor no es s¨®lo el que se sobrepone a una derrota; es tambi¨¦n aquel que sobrevive a un rotundo ¨¦xito, como hizo Almudena despu¨¦s de que su primer libro, Las edades de Lul¨², se tradujera a todas las lenguas y vendiera millones de ejemplares. ¡°Tuve que elegir entre ser escritora o ser famosa¡±, dijo, y gan¨® la escritora, que por lo dem¨¢s fue y seguir¨¢ siendo famosa hasta los ¨²ltimos confines de la rep¨²blica de las letras, y a¨²n m¨¢s all¨¢, en ese otro sendero que s¨®lo pocos recorren: el del coraz¨®n de quienes llevamos sus libros (y su voz) en la memoria.
Babelia
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