Cuando Londres era nuestra Meca
Patricia Godes ha confeccionado una exhaustiva gu¨ªa a la capital europea del pop
A finales de los sesenta, el periodista Joaqu¨ªn Merino public¨® dos libros de t¨ªtulo feliz: Londres para turistas pobres y Londres para turistas ricos. Su ¨¦xito confirm¨® un cambio de paradigma: tras d¨¦cadas so?ando con Par¨ªs, el viajero espa?ol desplazaba sus ansias de libertad hacia la capital del Reino Unido. Quiz¨¢s fuera una consecuencia del llamado Swinging London, marejada medi¨¢tica que hab¨ªa proclamado la ciudad como la capital mundial del pop y la moda. Solo hab¨ªa que dominar las particularidades de la libra esterlina: cuando ya te manejabas con chelines y peniques, ?aparec¨ªan precios en guineas!
Los adictos a la m¨²sica moderna ¨¦ramos parte ansiosa de aquel tr¨¢fico humano: necesit¨¢bamos devorar conciertos, adquirir discos, acaparar informaci¨®n. Tambi¨¦n se apuntaron los m¨²sicos, en busca de instrumentos, equipo y, eventualmente, estudios de grabaci¨®n. Ya en los ochenta, con la implantaci¨®n de la multiplicidad de tribus urbanas, era destino obligado para adquirir trapos, zapatos y accesorios.
Nos habr¨ªa facilitado mucho las cosas si hubiera existido un libro remotamente parecido al que ahora ha escrito la especialista Patricia Godes, Gu¨ªa musical de Londres (Anaya Touring). Pero no, solo cont¨¢bamos con un par de direcciones prestadas por alg¨²n aventurero anterior. Y su consejo: una vez que hayas superado al antip¨¢tico funcionario de Inmigraci¨®n, compra la revista Time Out, que te cuenta todo lo que hay esa semana en la ciudad.
?Ciudad? Nos aseguraban que Londres era tan grande como la provincia de Vizcaya (result¨® una exageraci¨®n), la capital de un pa¨ªs muy diverso pero unificado por la m¨²sica (y aqu¨ª acertaban). Tardar¨ªamos en entender la profundidad de esa pasi¨®n, esa devoci¨®n que explica que el ¨¢rbol contra el que se estrell¨® fatalmente Marc Bolan se convirtiera en lugar de peregrinaci¨®n, con su estatua y sus exvotos.
?Tanto para descubrir! Londres ten¨ªa a la vista la maquinaria para fabricar m¨²sica de ¨¦xito. All¨ª estaba la sede de Radio 1, la omnipresente emisora pop de la BBC. Y las Redacciones de varios semanarios, impresos en papel de peri¨®dico, que se peleaban entre s¨ª por lanzar los ¨²ltimos artistas y detectar (o inventar) las nuevas tendencias.
Hoy, la BBC compite a cara de perro con las radios privadas (y Radio 1 es solo la sexta entre las emisoras m¨¢s escuchadas en Londres). Las revistas musicales han desaparecido o flotan en el ciberespacio. Los nuevos movimientos londinenses rara vez traspasan fronteras. Pero sus antiguas sedes siguen en el callejero y han sido rastreadas por Patricia Godes.
Su Gu¨ªa musical de Londres ofrece una cornucopia de datos sobre locales de directo, estudios de grabaci¨®n, tiendas de discos, pubs, instituciones educativas, casas okupadas y, claro, c¨¢rceles, que esto de la m¨²sica no sol¨ªa ser una ocupaci¨®n de gente mod¨¦lica. El libro tambi¨¦n presta atenci¨®n especial a la moda, que en Londres siempre se ha movido en t¨¢ndem con el pop. Todo contextualizado con historia de los barrios, canciones para ambientar el recorrido y una barbaridad de mapas y fotograf¨ªas.
Se incluye as¨ª mismo el relato de su perpetua transformaci¨®n, con el acicalamiento de zonas anta?o s¨®rdidas o despreciadas. Y la cr¨®nica del armisticio de Londres con sus vecinos m¨¢s d¨ªscolos. Da lo mismo que no fueran nativos: hoy, Jimi Hendrix es recordado en la misma casa donde vivi¨® H?ndel (ambos tienen derecho a la placa azul que otorga el English Heritage y sus antiguos pisos se han transformado en modestos museos). Hasta Isabel II, vituperada por los Sex Pistols en God Save The Queen, recurri¨® 25 a?os despu¨¦s al rock y al pop para conmemorar a lo grande su Jubileo de Oro.
Tal vez esta Gu¨ªa musical de Londres sea demasiado voluminosa para el turista ligero de equipaje (y su uso pr¨¢ctico est¨¢ limitado por la pobreza de su ¨ªndice), pero funciona perfectamente para viajeros de sof¨¢. Que posiblemente sea la opci¨®n m¨¢s sensata dado que, dejando aparte Ginebra y Z¨²rich, se trata de la ciudad m¨¢s cara de Europa. Y s¨ª, los cancerberos en sus aeropuertos se han vuelto incluso m¨¢s antip¨¢ticos.
Babelia
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