Medio siglo de Pepe Carvalho: el detective que sobrevivi¨® al paso del tiempo
El personaje seminal creado por Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n debut¨® en 1972 con ¡®Yo mat¨¦ a Kennedy¡¯. Era una ¨¦poca en la que la derrota todav¨ªa no entraba en los c¨¢lculos de gente como ¨¦l
Carvalho cumple 50 a?os. El literario. El personaje superar¨ªa los 80. Yo mat¨¦ a Kennedy (1972), su primera aventura, se publica tras dos obras capitales de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n: Manifiesto subnormal (1970) y Cr¨®nica sentimental de Espa?a (1971). Las tres est¨¢n emparentadas. Estil¨ªstica e ideol¨®gicamente. Aparecen en un momento hist¨®rico que oscila entre la esperanza (¡°tuvimos fe y deseos de vencer¡±, cantaba Mary Hopkin) y la melancol¨ªa sentimental por lo que pudo haber sido y no fue. En esa fase nace literariamente Jos¨¦ Carvalho Tour¨®n (en alg¨²n volumen Jos¨¦ Carvalho Larios): un detective que ten¨ªa que ser privado porque entonces en Espa?a la poblaci¨®n desconfiaba de un sector p¨²blico al servicio de la dictadura. Carvalho, explicaba V¨¢zquez Montalb¨¢n, es ¡°un punto de vista¡±, un mir¨®n que intenta atrapar la realidad depurada de sus mistificaciones. De ah¨ª el cambio de formato narrativo que se da entre la primera de las historias del detective y las siguientes.
Yo mat¨¦ a Kennedy, que acaba de reeditar Planeta con ocasi¨®n del aniversario, est¨¢ narrada en primera persona y los personajes y situaciones no surgen de apuntes al natural; est¨¢n construidos con elementos tomados de los medios de comunicaci¨®n: son deformes, irreales o, si se prefiere, subnormales, en el sentido que el autor da al adjetivo en el ensayo citado. En las novelas posteriores, V¨¢zquez Montalb¨¢n emple¨® casi siempre la tercera persona y se acerc¨® al realismo, con referentes que apelan a la complicidad del lector. El propio Carvalho lo explica: ¡°Si yo les digo que mister H es una mezcla de Rod Steiger y King Kong, me ahorro tres cap¨ªtulos de cualquier novela del todav¨ªa hoy in¨¦dito escritor madrile?o Juan Benet [se supone que habla en 1963] y casi una novela entera de Robbe-Grillet¡±.
Todos los creadores han fagocitado, como homenaje o como referencia, a autores anteriores o contempor¨¢neos. En la serie Carvalho, V¨¢zquez Montalb¨¢n utiliza elementos prestados, con frecuencia reinterpret¨¢ndolos. Son materiales procedentes de la novela y del cine, de la poes¨ªa, de la canci¨®n, que configuran la sentimentalidad popular, de las zarzuelas o¨ªdas en su infancia por el patio de la vecindad.
Ya en la dedicatoria de su primer libro de poemas, Una educaci¨®n sentimental, pod¨ªa leerse: ¡°Agradezco a Quintero, Le¨®n y Quiroga, Paul Anka, Fran?oise Hardy, Vicente Aleixandre, Ausi¨¤s March, Gabriel Ferrater, Rub¨¦n Dar¨ªo, Jaime Gil de Biedma, Gustavo Adolfo B¨¦cquer, Thomas Stearn Eliot, Glenn Miller, Cernuda, Truman Capote, Modugno, Lorca, Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, Brecht, Lionel Trilling, Antonio Mach¨ªn, Jorge Guill¨¦n, Joan Vinyoli, Quevedo, Leo Ferrer, Carlos Marx, Adam Smith, Miguel Hern¨¢ndez, Ovidio Nas¨®n palabras, versos enteros por m¨ª robados¡±.
En Milenio, su ¨²ltima aventura, que parece una despedida, el detective se dirige a Bisc¨²ter, su ayudante, al que conoci¨® en prisi¨®n, para decirle que en la Turqu¨ªa a la que acaban de llegar no ver¨¢ ni ¡°a Helena, ni a Paris, ni a H¨¦ctor, ni a Ulises o Aquiles o Agamen¨®n¡±. Bisc¨²ter responde: ¡°Yo a toda esta gente la conozco del cine y cuando usted me dice Ulises yo patap¨ªn, hago salir a Kirk Douglas del ba¨²l de la memoria¡±.
Novela sepia
La memoria: ese es el componente esencial de las novelas de Carvalho. Cuando a V¨¢zquez Montalb¨¢n le dec¨ªan que escrib¨ªa ¡°novela negra¡± ¨¦l replicaba que no, que lo suyo era ¡°novela sepia¡±, el color de las viejas fotograf¨ªas de los ¨¢lbumes familiares, de las postales de una ciudad, Barcelona, que iba desapareciendo un poco en cada paso, en cada p¨¢gina.
En la primera novela, Carvalho es un agente de la CIA, que mata a John Fitzgerald Kennedy. Antes hab¨ªa sido militante comunista y preso en la c¨¢rcel de Aridel (anagrama de L¨¦rida), igual que V¨¢zquez Montalb¨¢n. Pero conviene no confundirse: ¡°Yo no soy Carvalho¡±, dec¨ªa su creador. Y a?ad¨ªa: ¡°Carvalho es Carvalho y yo soy yo. No me hago responsable de la ideolog¨ªa de Carvalho, pero creo que ni su desencanto ni el m¨ªo proceden de lo encantados que est¨¢bamos Carvalho y yo mismo en la Transici¨®n espa?ola¡±.
No pocos hab¨ªan visto en el detective la s¨ªntesis de ese desencanto, como si la p¨¦rdida del norte hist¨®rico de la izquierda, como si la quiebra de las utop¨ªas, como si el arrumbamiento de la esperanza en un mundo mejor fueran una exclusiva espa?ola, cuando afectaba a todo Occidente. As¨ª lo ve¨ªa V¨¢zquez Montalb¨¢n: ¡°La forma literaria de este siglo que termina es el reflejo del escepticismo de la raz¨®n sobre su propia capacidad de entender la vida, la Historia, y de cambiarlas¡±.
En Yo mat¨¦ a Kennedy la fe en la capacidad de modelar el futuro, la esperanza de cambiar la Historia, a¨²n no se hab¨ªan disipado. Cuando ocurri¨®, m¨¢s tarde, Fukuyama pudo hablar del final de la historia; Carvalho lo hab¨ªa percibido mucho antes como una herida en el alma. Para descubrirlo tuvo antes que asumir una historia teleol¨®gica, tuvo que intentar comprender el devenir de la historia, navegando sobre palabras escritas en mil y un vol¨²menes. Y tuvo que enamorarse de ellas (las palabras) y de ella (una historia con un sentido a la medida de la voluntad). Hasta que alguien le despert¨® de su sue?o dogm¨¢tico y le ofreci¨® una tarea antihist¨®rica.
¡°Nuestro trabajo¡±, le dice su jefe en la CIA, ¡°tiene un nivel de modificaci¨®n po¨¦tica de la historia: somos lo ¨²nico que se enfrenta a la descarada con el avance del comunismo, precisamente porque no nos importa que a la larga gane. Se trata de un mero desaf¨ªo t¨¦cnico: cu¨¢nto tiempo seremos capaces de ir entreteniendo ese avance¡±. Porque ¡°un revolucionario es como el santo, el m¨¢rtir o la virgen, un ventajista repugnante¡±, ya que ¡°sin la CIA no habr¨ªa ni historia ni dial¨¦ctica. Un agente de la CIA es no s¨®lo un poeta de la revoluci¨®n sino un legitimador de la revoluci¨®n (¡) un h¨¦roe as¨¦ptico y total¡±. S¨®lo vale la pena jugar si cabe la derrota y esta no entraba en los c¨¢lculos de la izquierda de los sesenta, cuando tantos j¨®venes (como Pepe Carvalho y V¨¢zquez Montalb¨¢n) acababan en la c¨¢rcel de Aridel porque ten¨ªan ¡°fe y deseos de vencer¡±.
El verdadero enemigo
Tras matar a Kennedy, Carvalho descubri¨® el pecado original: el tiempo existe y es el verdadero enemigo. Un enemigo que ¡°est¨¢ dentro de nosotros mismos y el hijo de puta estudia cada d¨ªa por d¨®nde puede jodernos y llega un momento en que se da cuenta de que envejecemos, de que se nos han debilitado las defensas y entonces nos ataca por todos los frentes¡±.
El paso del tiempo distingue a Carvalho de otros detectives literarios sin edad. Es plenamente consciente de ello, de que la vida se agota en cada gesto. ¡°Antes imitaba a Marlowe¡±, dice; ahora ¡°he envejecido. Mi modelo es Maigret. No tiene edad¡±, porque ¡°a partir de los 50 a?os ya s¨®lo queda el miedo a envejecer en soledad (...) ?La vejez! Tesoro de experiencias. ?La vejez? La vejez es una mierda¡±.
En el viaje alrededor del mundo en homenaje a Verne que es Milenio Carvalho, se desped¨ªa de los lugares sin melancol¨ªa, pero para siempre. ¡°Era consciente de que nunca m¨¢s volver¨ªa a ver y a vivir lo que estaba viendo y viviendo¡±.
En medio, sus aventuras. Desde el abandono de la CIA hasta el viaje final, entre 1972 y el cambio de siglo, Carvalho trat¨® de volver a su para¨ªso perdido, el Barrio Chino de la Barcelona de su infancia, instalando en ¨¦l su despacho de detective privado en un pa¨ªs en el que lo ¨²nico privado era la memoria. En Tatuaje, la segunda novela, cuyo t¨ªtulo evoca a Concha Piquer, recibe el encargo de identificar un cad¨¢ver en el que llevaba tatuado: ¡°He nacido para revolucionar el infierno¡±. Ese infierno al que se condena a quienes, como ¨¦l, creyeron en la posibilidad de la revoluci¨®n en la tierra.
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