Harald Falckenberg: ¡°La correcci¨®n pol¨ªtica es el fin de la libertad¡±
Charla en Hamburgo con el empresario alem¨¢n, que empez¨® su colecci¨®n, una de las m¨¢s respetadas del mundo, cuando ya hab¨ªa cumplido los 50
La colecci¨®n de Harald Falckenberg est¨¢ construida a golpe de pasi¨®n (la que siente por ciertos creadores) y conocimiento intelectual (que le sobra en lo que se refiere a la historia del arte). Esa suma aparentemente contradictoria aporta riqueza y complejidad a su universo intelectual y est¨¦tico, y confiere a sus gustos un car¨¢cter fuerte, particular¨ªsimo y, sobre todo, aut¨¦ntico.
Nacido en Alemania en 1943, Falckenberg es empresario industrial, doctor en Derecho y uno de los coleccionistas m¨¢s respetados e influyentes del mundo, a pesar de que su perfil poco ortodoxo y escasamente comercial. Ganador de m¨²ltiples premios por su labor de patronazgo, preside de la Kunstverein de Hamburgo y se ha desempe?ado como profesor de Teor¨ªa del Arte en la Academia de Bellas Artes de esa ciudad, a la que su alma pertenece pudorosa pero indivisiblemente, y con cuyo ya tricentenario esp¨ªritu, aut¨®nomo e inconformista, tanto se identifica.
En su colecci¨®n, seg¨²n explica a EL PA?S Manuel Borja-Villel, director del Reina Sof¨ªa, se funden ¡°historia y emotividad, lo personal y lo colectivo¡±. ¡°Es caso raro en una ¨¦poca en la que a menudo parece que se coleccionan marcas m¨¢s que obras¡±, a?ade sobre un coleccionista que ha colaborado con el museo que dirige en algunas muestras notables. Y entre las m¨¢s de 2.400 obras que atesora, destacan nombres como los de Albert Oehlen, Sigmar Polke, Dieter Roth, Georg Herold, Paul Thek y Mike Kelley.
Pero adem¨¢s de exponerse en el Centro de Arte Deichtorhallen, de Hamburgo, desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, esa colecci¨®n tiene otra particularidad: pese a agrupar trabajos de per¨ªodos distintos, toda est¨¢ atravesada por un tono cr¨ªtico, contempor¨¢neo y social que hace pensar que quien la cre¨® es, m¨¢s que un coleccionista o un comisario, un artista. Este habitual de los r¨¢nkings de coleccionismo de ¨¦lite desde que en 1999 ARTnews lo incluyera como uno de los top 200 del mundo es en cierto modo un creador, como demostr¨® desde el comienzo de nuestro encuentro, que arranc¨® con un tour por su querida ciudad. Despu¨¦s vino una charla de m¨¢s de dos horas al d¨ªa siguiente en su piso de Hamburgo, donde el tiempo se detuvo y el alem¨¢n, acompa?ado por su esposa, Larissa Hilbig, pas¨® con la naturalidad de un hechicero desde la m¨¢s urgente labor del arte contempor¨¢neo hasta la vigencia de Richard Wagner y su conexi¨®n Vlad¨ªmir Putin.
Rodeados de esa aura, de infinitud de libros, de obras de calidad muse¨ªstica y de una energ¨ªa extra?amente poderosa en un hombre que ronda los 80 a?os de edad, Falkenberg demostr¨®, a pesar de su ¨¦xito como empresario y como coleccionista, un gusto muy definido, apartado de los convencionalismos y, en no pocas ocasiones, contracorriente.
¡°En mayo de 1994 compr¨¦ mi primera obra, Running from Spots de Bill Beckley, artista conceptual estadounidense. Entonces, yo ten¨ªa 51 a?os y estaba en una crisis de mediana edad que, sin embargo, result¨® positiva. Y comenc¨¦ a reflexionar en torno a qu¨¦ hacer por el resto de mi vida, despu¨¦s de haber tenido una carrera exitosa y convencional. Me jubil¨¦ como gerente una compa?¨ªa importante a los 65 a?os, y cada vez tuve m¨¢s claro que coleccionar arte era una necesidad, un proceso que en realidad fue progresivo y creci¨® exponencialmente tambi¨¦n porque recib¨ª muy buenas influencias, por ejemplo, del galerista Hans Mayer, de D¨¹sseldorf, quien al comienzo de ese proceso fue lo suficientemente generoso para prestarme decenas de obras, para que conviviera con ellas durante meses y pudiera decidir bien con cu¨¢l quedarme¡±, declara, hondo y riguroso, para despu¨¦s compartir recuerdos ¨ªntimas, como cuando su primera esposa lo ech¨® de casa al descubrirlo en plena infidelidad, o el relato de c¨®mo m¨¢s tarde se hizo con 70 obras ¡°de una sola vez¡± para asentar de una vez por todas su colecci¨®n.
As¨ª de transparente es Falckenberg, cuya pronunciaci¨®n, intrincada y musical, seguramente habr¨ªa fascinado a Borges. ¡°No colecciones arte mainstream. Todo el mundo lo tiene y no te conviene. Nunca deber¨ªas comprar bas¨¢ndote en el estatus que tienen los nombres o en la reputaci¨®n que poseen los artistas¡±, recuerda el alem¨¢n que le aconsej¨® un sabio. Y ¨¦l, que estudi¨® el arte babil¨®nico, historia del arte y el contexto en que sus creadores contempor¨¢neos predilectos generaron sus obras ¡ªmuy especialmente la entreguerra¨D sigui¨® ese consejo.
¡°No busco tanto la belleza, la autenticidad o el seguimiento estricto de ciertos est¨¢ndares cuando colecciono, sino algo distinto. Yo fui profesor de Derecho en la universidad antes de dedicarme a los negocios, y quiz¨¢s eso explique tambi¨¦n mi b¨²squeda, alimentada por artistas potentes, verdaderos, rebeldes y libres, con cuyas piezas me sent¨ª identificado¡±, explica mientras evoca el esp¨ªritu de Willem de Kooning y diferencia lo que ¨¦l entiende como cultura, que en general tiene largo aliento, de lo que concibe estrictamente como una de sus pasiones vitales: el arte, ¡°que no puede encontrar soluciones pol¨ªticas y en cierto modo se parece siempre a un ensayo¡±.
Tampoco puede ser casual, pues, la concepci¨®n cient¨ªfica que este ensayista tiene sobre un g¨¦nero literario que, recalca, debe ser siempre abierto en sus conclusiones para el lector. ¡°Como el arte¡±, redondea. ¡°No lo concibo como un t¨ªpico historiador sino como parte fundamental de la sociedad, porque adem¨¢s no me gusta quedar atrapado en ninguna tradici¨®n¡±.
La charla transcurre entre su inter¨¦s por la contracultura y la sorprendente libertad que gan¨® a trav¨¦s del coleccionismo, un destino inesperado al que este individuo de pasado ortodoxo se entreg¨® con una devoci¨®n no divorciada de l¨®gica. ¡°Si la libertad es la esencia del arte, entonces la correcci¨®n pol¨ªtica es el fin de la libertad¡±, contin¨²a, mientras salta de temas: de los misterios de la literatura de no ficci¨®n a de la psique humana, arriesgando otra opini¨®n franca y poco simp¨¢tica: que Sigmund Freud era sensiblemente mejor como escritor que como psicoanalista.
Desde Henry David Thoreau hasta las ra¨ªces del surrealismo, desde el reemplazo de la primac¨ªa del pensamiento filos¨®fico en favor del sociol¨®gico en este siglo XXI, y desde el materialismo hasta la pol¨ªtica en sentido amplio como presencia habitual en el arte contempor¨¢neo, los temas parecen surgir con la misma versatilidad y rigor, m¨¢s como una invitaci¨®n a pensar que como un abanico de respuestas digeridas de antemano. De nuevo: como si el suyo fuera un ensayo perpetuo.
Antes de terminar una charla tan apasionante como circular, y en la que el tiempo parece haberse suspendido nuevamente, Falckenberg tiene algo m¨¢s para decir: ¡°Me interesa comunicarme con la gente que realmente se expresa de un modo personal a trav¨¦s de su arte, y que siempre, lo consiga o no, procure la libertad, no solo como De Kooking sino tambi¨¦n como Mark Rothko¡±. La forma art¨ªstica que encuentra ese modo tan intenso que tiene de sentir encuentra una expresi¨®n m¨¢s acabada en el expresionismo y en el arte figurativo que en el abstracto, aunque no pueda subrayar ¡°nada negativo respecto de Donald Judd y de Lucio Fontana, que tienen otra visi¨®n¡±.
Ya sobre el final, Harald, quien ofrece no uno sino dos espacios enteramente gratuitos donde cualquiera puede conocer su colecci¨®n permanente, aparte de exposiciones especiales ¨Cuno que le pertenece y otro que ha desarrollado en contacto estrecho con el municipio de ciudad- har¨¢ una confesi¨®n coherente con sus ensayos y con su generosidad para compartir el arte de excelencia: ¡°Todo lo que he coleccionado ¨Casegura- tiene que ver con mi deseo de comunicarme con los dem¨¢s. Por eso nunca concebir¨ªa una colecci¨®n que no fuera p¨²blica, que no generara discusiones y que no saliera de mis paredes privadas. Me complace saber que es una colecci¨®n que se actualiza y sigue viva, que es rebelde y pol¨ªtica en sentido amplio -es decir est¨¦tico, pero no expl¨ªcito-; y tambi¨¦n me complace saber que los verdaderos artistas no quieren ser usados ni ser miembros acr¨ªticos de la sociedad, y que aprecian el modo en que pongo en valor, desde el discurso cr¨ªtico, pasando por la forma en que los colecciono, sin pedir descuentos ni pagar tarde, hasta el modo en que presento su trabajo en muestras y no a trav¨¦s de cat¨¢logos, sino de libros de primera categor¨ªa. Pero no me siento due?o de lo que tengo, sino una especie de mecenas, de guardi¨¢n temporario de un legado que lleg¨® a tiempo a descubrirlos y que ha sido consecuente en su trabajo, sin distraerse en los mayores sinsentidos del mercado del arte¡±.
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