Martin Z. Margulies: ¡°El arte me hizo ver que el mundo era un lugar m¨¢s interesante¡±
El coleccionista estadounidense, due?o de uno de los conjuntos privados m¨¢s importantes del mundo, donar¨¢ sus obras a instituciones caritativas cuando ya no est¨¦
Es raro Que un coleccionista sea tan interesante como su colecci¨®n. Martin Z. Margulies, desarrollador inmobiliario estadounidense, lo es. Tambi¨¦n es un un generoso fil¨¢ntropo y el due?o de un conjunto de maravillas, una galer¨ªa de grandes nombres de la historia del arte que va de Mir¨® a Giacometti, desde De Kooning hasta Pollock, de Mark Rothko a Andy Warhol, de Cy Twombly hasta Anselm Kiefer, y desde Lichtenstein hasta Jasper Johns.
Recibe a EL PA?S con elegancia y humor en su magn¨ªfico apartamento de Key Biscayne a sus nada evidentes 83 a?os. Explica que logra mantenerse activo mentalmente porque no descuida su actividad f¨ªsica. Y luce un estilo alejado de cualquier tentaci¨®n superficial, como corresponde a alguien que creci¨® en Yonkers, en Nueva York, como un descendiente de inmigrantes europeos que, pese a no contar con estudios superiores, sacaron adelante con esfuerzo un negocio de tiendas de comida en los barrios de Harlem y el Bronx.
Adem¨¢s de su aportaci¨®n al mundo de la cultura, sobre todo a las artes pl¨¢sticas (museos como el Metropolitan o el Whitney se han beneficiado de su generosidad), ha enfocado sus esfuerzos en combatir la desigualdad en Estados Unidos, con la inyecci¨®n desde la fundaci¨®n que lleva su nombre de 20 millones de d¨®lares a Lotus House, un refugio creado para albergar a 500 mujeres y ni?os sin techo de Miami. Tambi¨¦n incentiva la pasi¨®n por el arte entre los estudiantes de la ciudad en la que vive. Aunque no siempre sea f¨¢cil, bromea, porque es una ciudad que ¡°acostumbra a estar de fiesta¡±.
Su colecci¨®n est¨¢ considerada entre las mejores del mundo. La empez¨® ¡°en una subasta de Nueva York con un amigo a fines de los a?os setenta¡å. ¡°Me llam¨® la atenci¨®n la cantidad de dinero que quienes estaban all¨ª, personas verdaderamente inteligentes del mundo de los negocios, invert¨ªan en arte¡±, recuerda. ¡°As¨ª que pens¨¦: ¡®Algo debe de haber¡¯. Y de ese modo comenc¨¦, primero me dirig¨ª a un dealer, y fui muy franco. Le expliqu¨¦ que, si bien ten¨ªa un poco de dinero por el negocio inmobiliario, no sab¨ªa bien lo que estaba haciendo. A medida que me expuse m¨¢s a ese universo art¨ªstico, las cosas comenzaron a cristalizar. Como no quer¨ªa ser conocido como el cliente misterioso que solo compraba esculturas, que es a lo que me dedicaba al comienzo, empec¨¦ a coleccionar pintura. Eventualmente adquir¨ª un almac¨¦n, y de la pintura pas¨¦ a la fotograf¨ªa y al mundo del video, nuevamente a la escultura y finalmente a artistas m¨¢s j¨®venes, que entonces no conoc¨ªa. Los dealers que conoc¨ª, como Shaindy Fenton e Ivan Karp, de la OK Harris Gallery, me ayudaron y me ense?aron mucho, en una ¨¦poca en la que hab¨ªa menos coleccionistas que ahora. De esa manera, me di cuenta de que el mundo era un lugar m¨¢s fascinante de lo que pensaba, no solo porque pod¨ªa adquirir arte de calidad, sino porque a trav¨¦s de ese medio pod¨ªa aprender, lo cual es fundamental, porque cuando t¨² aprendes de algo, lo ves mucho mejor. De esa manera, sobre todo gracias a Shaindy, tambi¨¦n conoc¨ª a gente fascinante, como [los galeristas] Leo Castelli, Andr¨¦ Emmerich y Arne Glimcher¡±.
Margulies no puede ocultar su acento neoyorquino, aunque siente debilidad por la cara m¨¢s refinada de la vieja Europa. ¡°Al principio, yo quer¨ªa ver absolutamente todo y no ten¨ªa ninguna direcci¨®n definida. Pero eventualmente la colecci¨®n tom¨® forma y adquiri¨® su ritmo y su cohesi¨®n, con especial ¨¦nfasis en el arte pop y en el arte abstracto. De manera que lo que quer¨ªa era tener una colecci¨®n que pudiera disfrutar y, luego, un espacio para que el p¨²blico tambi¨¦n pudiera disfrutar, como ocurre ahora con mi warehouse (almac¨¦n) en Miami¡±. As¨ª se refiere a la Margulies Collection At the Warehouse, un espacio subyugante de cinco mil metros cuadrados en el vibrante barrio de Wynwood. Ahora mismo, alberga (hasta el 30 de abril) una ambiciosa exposici¨®n sobre arte povera, con obras de Alighiero Boetti, Pier Paolo Calzolari, Luciano Fabro, Jannis Kounellis, Giulio Paolini, Michelangelo Pistoletto, Mario Merz y Gilberto Zorio.
¡°Incluso hoy, cuando veo nuevos artistas, las obras que compro me entusiasman. Es un sentimiento que no ha cambiado¡±, a?ade en la entrevista. Pero ?qu¨¦ lo lleva a decidir una adquisici¨®n? La atracci¨®n est¨¦tica y afectiva por una obra y el c¨¢lculo sobre c¨®mo encajar¨ªa en ese gran cosmos que es la colecci¨®n, aclara.
A la pregunta de qu¨¦ suerte correr¨¢ su colecci¨®n cuando Margulies, que es amigo personal de grandes artistas vivos, como Anselm Kiefer, o ya fallecidos, como George Segal, ya no est¨¦, responde: ¡°Para m¨ª, la respuesta es sencilla. Tengo un plan, y creo que es el adecuado para m¨ª y para mis hijos. La mayor parte de mi legado se destinar¨¢ a una serie de instituciones caritativas, desde el refugio para gente sin techo que tenemos hasta cientos de academias que queremos establecer para que la educaci¨®n no sea obst¨¢culo en algunas de las ¨¢reas m¨¢s empobrecidas de los Estados Unidos. Para lograr estos objetivos, las instituciones que reciban nuestras obras deber¨¢n venderlas para financiarse, as¨ª que nuestra colecci¨®n como tal dejar¨¢ de existir. Lo que yo pienso es que los grandes museos tienen arte excelente, y no necesitan m¨¢s. M¨¢s bien, creo que necesitan conectarse con la gente y dejar de dar la espalda a la extraordinaria desintegraci¨®n social que hay en un mundo donde se le presta demasiado poca atenci¨®n al hambre, a los ni?os y a los veteranos. Para m¨ª, lo relevante es intentar contribuir a mejorar la condici¨®n humana¡±.
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