El Juli, inmenso y magistral
Cort¨® una raqu¨ªtica oreja en su primero y fall¨® con la espada una faena colosal, la mejor de muchas tardes
La plaza puesta en pie, entusiasmada por destellos de toreo aut¨¦nticamente verdadero, acompa?¨® a El Juli mientras, cabizbajo, con la mente en blanco, la cabeza embotada, caminaba despacio por la v¨ªa dolorosa del ruedo, una eterna caminata hasta las tablas, desde la gloria que acababa de tocar con las yemas de los dedos hasta el desencanto, ese que se clava en lo m¨¢s profundo del alma, al fallar con el estoque.
El Juli acababa de firmar con la muleta una de las grandes faenas de muchas tardes, una lecci¨®n magistral de conocimiento, temple, armon¨ªa y embrujo a un toro nobil¨ªsimo, remiso a embestir, complicado en los inicios, y al que el torero no solo ense?¨® las cuatro reglas, sino que exprimi¨® sin prisas con un toreo largo, lent¨ªsimo, hondo y pre?ado de sentimiento. Los tendidos corearon al un¨ªsono tan gran obra de arte, y asistieron extasiados al despliegue de torer¨ªa de un maestro que parece estar viviendo una segunda juventud, una madurez pre?ada de sapiencia, y que solo ese estoque desagradecido impidi¨® que fuera elevado en hombros por una multitud enfervorizada.
Posiblemente, no se pueda torear mejor que lo ha hecho El Juli en ese quinto toro de la tarde, astifino, como toda la corrida, suelto de salida, y que puso en guardia a su lidiador en los inicios con dos coladas, una por cada lado, que no auguraban nada bueno. Pero, entonces, surgi¨® el magisterio, y El Juli cogi¨® al toro y le explic¨® c¨®mo ten¨ªa que hacerlo, y as¨ª, poco a poco, sin pausas, con solemne parsimonia, dibuj¨® tres naturales de categor¨ªa. Baj¨® la mano hasta donde le llegaba la mu?eca, y a continuaci¨®n, con la derecha, traz¨® una tanda de suma torer¨ªa que el p¨²blico aclam¨® con un rugido general. Dos grandes obras, dos, quedaban al natural; la primera, de tres muletazos eternos, con el animal absolutamente embebido en el enga?o, y otra m¨¢s cerrada con un sobrenatural circular que levant¨® a toda la plaza de sus asientos.
Cuando el torero mont¨® la espada, el toro ya le estaba entregando las dos orejas en una reverencia de admiraci¨®n al consumado maestro; pero el estoque no entr¨®, y el universo del sentimiento se derrumb¨®, y tampoco entr¨® la segunda. Incomprensible e inadmisible, pero cierto. El torero mir¨® al cielo, desesperado, buscando una respuesta, y la encontr¨® en esa ovaci¨®n un¨¢nime, pre?ada de admiraci¨®n y respeto hacia un torero grande.
Pero El Juli ya se hab¨ªa mostrado sobresaliente en su primero, un animal nobil¨ªsimo que le permiti¨® otra lecci¨®n de buen toreo. Lo recibi¨® con cuatro ver¨®nicas y tres medias templad¨ªsimas; se entretuvo, despu¨¦s, en un extraordinario quite tambi¨¦n a la ver¨®nica. Pronto cant¨® el animal su buen car¨¢cter, presto al cite, de recorrido largo, humillado y fijo en la muleta, en una conjunci¨®n de codicia, clase y dulzura.
Fue una labor de menos a m¨¢s, desde los largos muletazos iniciales con la pierna flexionada, hasta naturales de ensue?o, derechazos profundos, un garboso cambio de manos y otro sobrenatural final que puso el colof¨®n a otra faena de maestro inspirado. Mat¨® bien esta vez, de una gran estocada, pero la plaza solo pidi¨® un trofeo, cuando la faena hab¨ªa sido de dos. Y no solo porque se hab¨ªa contemplado la mejor versi¨®n de El Juli, sino porque fue una labor de un artista consagrado. Si ayer no se le concedieron las dos orejas en ese toro, ser¨¢ muy dif¨ªcil que El Juli las pueda cortar nunca en esta plaza.
Morante, la estrella del cartel, lo intent¨® pero no pudo ser. Alguna ver¨®nica perdida y muletazos sueltos en el lote menos lucido de la tarde, y nada m¨¢s. Su primero, molesto y nada claro, y el otro, dificultoso, no le entr¨® por el ojo al sevillano.
Y otro sevillano, Paco Aguado, pas¨® con m¨¢s pena que gloria. No se entendi¨® con su noble primero, al que siempre trat¨® de torear a media altura, y se mostr¨® indolente; no se acab¨® de confiar con el sexto, pero para entonces el p¨²blico estaba con El Juli en la cabeza, y la labor inocua de Aguado se desinfl¨® en el aire.
Pero ah¨ª queda, en el recuerdo imperecedero de todos los que tuvieron la fortuna de verlo, el toreo inmenso y grandioso de un torero de ¨¦poca: Juli¨¢n L¨®pez El Juli.
La Quinta/Morante, El Juli, Aguado
Toros de La Quinta, bien presentados, cumplidores en los caballos, nobilísimos segundo, tercero y quinto; deslucidos los demás.
Morante de la Puebla: estocada caída (algunas palmas); dos pinchazos y casi entera baja (algunos pitos).
El Juli: estocada (oreja); dos pinchazos (clamorosa vuelta al ruedo)
Pablo Aguado: estocada trasera, tendida y caída (silencio); tres pinchazos y casi entera (silencio).
Plaza de Las Ventas. 11 de mayo. Cuarta corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.