Hans Ulrich Gumbrecht: ¡°No vivimos un momento fuerte de la literatura, ni en el mundo ni en Espa?a¡±
El fil¨®sofo estadounidense de origen alem¨¢n, flamante ¡®honoris causa¡¯ por la Universidad Complutense, ha dedicado tres d¨¦cadas a ense?ar las literaturas romances en Stanford
¡°Puede llamarme Sepp [Pepe], como Sepp Maier¡±, el portero de la Rep¨²blica Federal de Alemania que gan¨® el Mundial de f¨²tbol de 1974. No lo dice un futbolista, sino el fil¨®sofo Hans Ulrich Gumbrecht (Wurzburgo, Alemania, de 73 a?os). Es el indicio de que no es un pensador al uso. Vive desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas en Stanford (California), de cuya celeb¨¦rrima universidad es catedr¨¢tico em¨¦rito de Literatura Comparada. Habla franc¨¦s, portugu¨¦s, italiano, espa?ol... El 28 de abril fue investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Admirador en su juventud de la China y la Cuba comunistas, es una autoridad en el epicentro del capitalismo tecnol¨®gico, Silicon Valley. Quiz¨¢s por esto viste como los millonarios de las puntocom: camiseta negra y pantal¨®n vaquero del mismo color y chaqueta gris a rayas negras, una informalidad que rompen sus zapatos marrones. Gumbrecht es autor de libros sobre teor¨ªa e historia de la literatura traducidos a m¨¢s de 20 idiomas. Pese a ser b¨¢varo, ha comentado alguna vez que le gusta m¨¢s una copa de vino tinto que una cerveza.
Pregunta. De nuevo en Espa?a. ?Qu¨¦ le ha llamado la atenci¨®n?
Respuesta. Vengo regularmente dos veces al a?o porque tengo una hija en Valencia que, por razones de salud, no debe viajar. La primera vez llegu¨¦ en 1969 a Salamanca. Hoy quiz¨¢s me sorprende el tuteo generalizado. En este viaje, el aduanero, cuando vio mi pasaporte, me pregunt¨®: ¡°?T¨² eres americano?¡±. Yo le dije: ¡°?Por qu¨¦ me lo pregunta usted?¡±. Pero la historia m¨¢s grotesca me pas¨® en Valencia, cuando fui a comprarme unos vaqueros y como no me entraban pregunt¨¦ a la dependienta: ¡°?Los tiene m¨¢s grandes?¡±. Y ella me dijo: ¡°Con el tipo que t¨² tienes, no¡±. Se ha perdido el usted y los subjuntivos que conlleva, no digo que sea malo, es solo una transformaci¨®n ling¨¹¨ªstica.
P. ?Por qu¨¦ le interesaron desde su juventud las lenguas romances?
R. En Alemania eleg¨ª estudiar roman¨ªstica porque el ¨²ltimo a?o de bachillerato lo hab¨ªa pasado en Par¨ªs y me encant¨® el franc¨¦s. Ten¨ªa simpat¨ªa por esas culturas. Luego tuve una beca del Estado de Baviera de un a?o y entre las cuatro opciones eleg¨ª Espa?a porque pensaba que ten¨ªa que apoyar a la gente contra Franco [afirma con gesto ir¨®nico, con los pu?os cerrados]. Yo estaba en una organizaci¨®n socialista de estudiantes. No sab¨ªa ni una palabra de castellano y pensaba que Salamanca era el barrio universitario de Madrid¡ Como mis padres ten¨ªan dinero, iba en un BMW rojo por la ciudad. La gente me paraba.
P. ?Qu¨¦ distingue a la literatura espa?ola de otras que ha estudiado?
R. Hab¨ªa un hispanista alem¨¢n, Werner Krauss, que dijo que la literatura espa?ola se hab¨ªa parado tras la muerte de Calder¨®n [1681]. El patr¨®n de la literatura castellana es, por un lado, la subjetividad, con sujetos que toman riesgos, como los Reyes Cat¨®licos, por eso Espa?a fue el primer imperio moderno. Pero en el Concilio de Trento [1545], Espa?a se hace defensora de la fe cat¨®lica, y esa ortodoxia se impone a la subjetividad, aunque no la elimina. El ejemplo es el Lazarillo, porque para mejorar su vida es un sujeto moderno, pero cuando sabe que su mujer se acuesta con el arcipreste, como eso le sirve para ascender, dice que en realidad no pasa. El siglo XVIII fue flojo, aunque Jovellanos y el padre Feijoo est¨¢n bien; en el XIX, Clar¨ªn me parece un realista de la categor¨ªa de Flaubert, y en el XX, Poeta en Nueva York es fant¨¢stico.
P. ?Qui¨¦nes son sus autores espa?oles favoritos?
R. Teresa de ?vila, el segundo nombre de mi hija es Teresa. Ahora estoy impartiendo un seminario en Jerusal¨¦n sobre ella. Calder¨®n me fascina; recientemente he traducido a Graci¨¢n al alem¨¢n, y uno infravalorado en Espa?a es Luis Mart¨ªn-Santos, el equivalente al Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido, de Proust. Hoy no es un momento fuerte en la literatura, ni mundialmente ni en Espa?a.
P. ?Cu¨¢ndo se cay¨® del caballo del comunismo?
R. Soy un dem¨®crata en el contexto estadounidense, por lo tanto, de izquierdas. Casi todos los millonarios de Silicon Valley lo son. En 1968, en Alemania, un alumno de Humanidades estaba obligado a ser de izquierdas. Yo parec¨ªa un marxista feroz. Luego se atenu¨®, pero no fue realmente una conversi¨®n porque nunca fui realmente marxista. Marx es uno de los pensadores sin los que no nos podemos imaginar en Alemania, junto a Freud y Nietzsche. Tuve la oferta para trabajar en Stanford y esa universidad ha cumplido mis sue?os.
P. Su visi¨®n de la tecnolog¨ªa est¨¢ en el ensayo El esp¨ªritu del mundo en Silicon Valley (Deusto en espa?ol).
R. Hegel estaba obsesionado por ver d¨®nde estaba el esp¨ªritu del mundo. ?l dijo que lo hab¨ªa contemplado cuando vio a Napole¨®n a caballo en Viena. Hoy, el trabajo de los programadores inform¨¢ticos ha transformado el mundo, imagine si no tuvi¨¦ramos ordenadores. Sin embargo, puede que ese esp¨ªritu ya est¨¦ en otro lugar, pero durante al menos 20 a?os ha estado en Silicon Valley por varios factores: la casualidad y tambi¨¦n porque hay dos universidades muy competitivas a solo 40 kil¨®metros, Berkeley y Stanford. Otra raz¨®n es que en los ¨²ltimos 150 a?os ha habido invenciones incre¨ªbles en California, incluido Hollywood. Tambi¨¦n el que la regi¨®n sea rica.
P. ?Qu¨¦ se cuece en Silicon Valley?
R. Mire, a la cena de anoche vino un exalumno, el mejor de mis ¨²ltimos a?os, que acaba de vender su startup por 3.000 millones de d¨®lares [2.858 millones de euros]. Ahora lo pasar¨¢ bien un par de a?os y luego har¨¢ otra cosa. Por cierto, se volvi¨® loco en Lhardy, ?c¨®mo estaban los ri?ones, y el postre¡! Estos j¨®venes te dicen que no vas a ninguna parte si tienes un proyecto trascendental, si piensas en dise?ar un programa para algo¡ No. Tienes que seguir tu intuici¨®n y si no te lleva a ning¨²n sitio, paras y empiezas otra cosa. La paradoja de Silicon Valley es que la electr¨®nica es la tecnolog¨ªa que ha eliminado la importancia del espacio y, en cambio, est¨¢ lleno de gente de India, que podr¨ªa hacer su trabajo desde Bombay.
La literatura espa?ola se para despu¨¦s de la muerte de Calder¨®n¡±
P. ?Qu¨¦ supone la compra de Twitter por Elon Musk?
R. Musk siempre tiene proyectos locos. Mi mujer tiene un tesla. Antes, los coches el¨¦ctricos eran poco sexis. Musk dijo: ¡°?Por qu¨¦ no pueden ser elegantes y r¨¢pidos?¡±. Cada vez vende m¨¢s y Volkswagen y Mercedes se sienten amenazadas. Conozco a los millonarios de Silicon Valley, todos admiran a Musk, pero no lo dicen. Es un genio. Lo fuerte de estos t¨ªos es que saben dar por terminado algo cuando se dan cuenta de que no funciona. No dicen: ¡°Tengo que probar que tengo raz¨®n porque es mi idea¡±.
P. ?Est¨¢ Facebook acabado?
R. Est¨¢ desapareciendo. Metaverso puede ser la pr¨®xima revoluci¨®n o la nada. Conozco algo a Zuckerberg y si se da cuenta de que Metaverso no tiene la resonancia que espera, inventar¨¢ otra cosa.
P. Otra de sus publicaciones fue Elogio de la belleza atl¨¦tica. Insist¨ªa a sus alumnos en la importancia de practicar deporte.
R. Hay un estatus por la pr¨¢ctica del deporte en EE UU, ni siquiera por salud, y tambi¨¦n que las universidades tengan un buen equipo de baloncesto o de f¨²tbol. Esto es a¨²n m¨¢s importante en California, donde ves pocos gordos. Cuando hablo con mi nieto alem¨¢n, de 11 a?os, su h¨¦roe es Benzema. Son figuras f¨ªsicas, te identificas con ellos.
P. Por curiosidad, ?por qu¨¦ siendo de Baviera no es hincha del Bayern, sino del Dortmund [del Estado de Renania del Norte-Westfalia]?
R. Mi madre y mi abuelo materno eran del Dortmund. ?l ten¨ªa un restaurante al que iban los jugadores despu¨¦s de los entrenamientos. El Bayern no tiene mucha popularidad en Baviera, ni en el resto de Alemania. El m¨¢s querido de la ciudad es el M¨²nich 1860, que juega en tercera, pero era el equipo de los nazis. El Bayern era el de la alta burgues¨ªa jud¨ªa. La antipat¨ªa hacia el Bayern de otros b¨¢varos viene de ah¨ª.
Los j¨®venes de Silicon Valley dicen que tienes que llevarte por la intuici¨®n y si el proyecto no funciona, haces otra cosa¡±
P. Con una guerra a las puertas de la UE, ?por qu¨¦ no hay intelectuales que alzan su voz?
R. Es una amenaza no solo para Europa, tambi¨¦n para EE UU. Ha sido una invasi¨®n medieval, que rompe las m¨ªnimas reglas que se hab¨ªan conseguido en la pol¨ªtica internacional. Qu¨¦ va a aportar que los intelectuales protesten, mi protesta no va a ser m¨¢s importante que la que pueda hacer Benzema. No me siento cualificado para decirle a la gente c¨®mo debe llevar su vida. La UE ha sido muy pac¨ªfica, con inversiones militares rid¨ªculas, y ahora, hasta Alemania va a invertir m¨¢s, por triste que sea. Pero pienso en mis nietos y es tristemente razonable.
P. ?Y el aumento de populismos y la extrema derecha?
R. Soy del pa¨ªs que eligi¨® a Trump, pero tambi¨¦n del que lo derrot¨® con un candidato tan poco interesante como Biden. Por alguna raz¨®n han surgido esos movimientos que ni siquiera son de derechas, no tenemos un concepto para definirlos. La democracia es el mejor sistema pol¨ªtico que ha existido, pero ha perdido vitalidad. Hay muchas personas que creen que los pol¨ªticos no las representan.
P. ?Sacaremos algo bueno de la pandemia?
R. No creo que aprendamos grandes cosas. Para m¨ª ha sido una sorpresa que en Europa las dos sociedades que mejor se adaptaron fueron Espa?a y Portugal. Sin embargo, critico que a mucha gente le gusta que el Estado se responsabilice por ellos: que te diga ¡°ponte mascarilla¡±, y me la pongo; ¡°trabaja desde casa¡±, y lo hago. Quiz¨¢s la pandemia sirva para repensar la relaci¨®n entre el Estado y la ciudadan¨ªa. Es extra?o que la gente no se sienta feliz con los pol¨ªticos, pero est¨¦n a gusto en un Estado tan materno que quiz¨¢s en el futuro echen de menos.
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