¡®Costa Brava, L¨ªbano¡¯, un apreciable debut de la libanesa Mounia Akl

La b¨²squeda del perfecto lugar en el mundo, del ideal de conquista vital y moral, familiar e incluso pol¨ªtico, suele tener resquicios peligrosamente afilados. Al menos el cine as¨ª nos lo ha descrito unas cuantas veces. Alumbrada por la dignidad a machamartillo, la resistencia al capitalismo que, tan anclada en sus principios como superada por las circunstancias, se acaba transfigurando en fracaso personal tiene ejemplos se?eros en pel¨ªculas como La costa de los mosquitos (Peter Weir, 1986) y Captain Fantastic (Matt Ross, 2016). Un modelo al que se apunta tambi¨¦n la coproducci¨®n Costa Brava, L¨ªbano, dirigida por la novel libanesa Mounia Akl y con participaci¨®n econ¨®mica y art¨ªstica espa?ola, ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Sevilla.

Durante los primeros minutos, excavadoras e invasi¨®n de por medio, familia en territorio id¨ªlico, y amenaza de derrumbe de lo conquistado durante a?os por la obra y las malas artes de los poderosos elementos exteriores, resulta inevitable pensar en Alcarr¨¤s, cambiando los paneles solares por la gesti¨®n de residuos. Eso s¨ª, los sue?os de grandeza, desplegados en algo tan aparentemente nimio pero tan encomiable como un proyecto de convivencia familiar autosuficiente, son los que acaban dominando aqu¨ª un relato que, como siempre, tiene en el patriarca de la familia a su dios todopoderoso que todo lo sabe, o que al menos pretende saberlo. Fuera de su peque?a finca, de su huerto, de su casa y de su piscina, est¨¢ el horror. En Beirut, directamente el infierno. Y para huir de ello, as¨ª se ha aplicado en los ocho a?os de feliz pero discutible estancia junto a su madre enferma; su mujer, antigua estrella de la canci¨®n, retirada en pos de esa quimera; una hija adolescente que empieza a descubrir el despertar sexual, pero que no tiene con quien desarrollarla porque no ve a nadie; y de una hija peque?a acosada por el desorden mental de la aritmoman¨ªa, o la necesidad de estar siempre contando n¨²meros.

La falacia de la gesti¨®n de residuos (que se lo digan a los Soprano y a los mafiosos de Gomorra), y la mentira de ciertas administraciones con las alternativas ecol¨®gicas, sobre todo en tiempos de elecciones, lleva a la pel¨ªcula a un interesante territorio en el que, adem¨¢s del desarrollo de las desavenencias y los cari?os familiares, se apunta tambi¨¦n una alegor¨ªa del estercolero que a veces es la pol¨ªtica. Ahora bien, el ¨²nico matiz que puede dejar a Costa Brava, L¨ªbano sin alcanzar cotas m¨¢s altas es que acaba pareci¨¦ndose a otras muchas pel¨ªculas de cine social de la ¨²ltima d¨¦cada y media. As¨ª, vienen a la cabeza obras notables como la israel¨ª Los limoneros (Eran Riklis, 2008), por no hablar de la mucho m¨¢s redonda y compleja Alcarr¨¤s. Historias de renuncia y de resistencia siempre loables, a las que poco o nada se les puede reprochar, salvo la repetici¨®n de esquemas entre unas y otras.

Es Costa Brava, L¨ªbano un m¨¢s que apreciable debut de una joven directora de 33 a?os que, en la labor de escritura, se ha apoyado en el trabajo de la espa?ola Clara Roquet: otra mujer de su generaci¨®n con una pel¨ªcula, Libertad, que desarrolla parecidos conflictos familiares y morales. Viendo los debuts de ambas, tan cercanos incluso en la mirada desesperanzada, no parece dif¨ªcil que se hayan entendido a la hora de desarrollar un proyecto en el que destaca otro nombre espa?ol, Carlos Marqu¨¦s-Marcet, director de 10.000 km y Los d¨ªas que vendr¨¢n, aqu¨ª en labores de montaje. Un delicado relato de vivencias al margen, decentes, graves y quim¨¦ricas, pues siempre acabamos dependiendo de los dem¨¢s, que quiz¨¢ se resuma en esta frase de la m¨¢s sabia del lugar, la que tiene m¨¢s experiencia en esto de existir: ¡°Deja de tomarte la vida tan en serio¡±.