¡°Lo hemos perdido todo¡±: supervivientes de la explosi¨®n de Beirut ya no esperan nada de nadie
Un barrio marginal pegado al puerto de la capital de L¨ªbano ha luchado sin cesar por recuperarse desde que se produjera la cat¨¢strofe hace ya un a?o. Sin ayuda del Gobierno, iniciativas como Beirut Urban Lab apoyan a los vecinos afectados
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Una autov¨ªa es, en apariencia, todo lo que separa el centro de Beirut del barrio de Karantina. Las calles repletas de gente de la capital del L¨ªbano, m¨¢s modernas, con negocios, tr¨¢fico, bares y m¨²sica ¡ªo lo que queda de todo ello, en medio de la grave crisis econ¨®mica¡ª contrastan con el aspecto de abandono de este asentamiento de chabolas con vistas al puerto destruido, hogar sobre todo de migrantes, refugiados y personas con poca fortuna en la vida.
Un caluroso lunes por la ma?ana, Amani Shehade, una joven beirut¨ª residente del lugar sin nada mejor que hacer, invita a acceder a su peque?a casa. ¡°Antes de la explosi¨®n, ¨¦ramos capaces de sostener nuestras vidas, viv¨ªamos el d¨ªa a d¨ªa y no necesit¨¢bamos ninguna ayuda de nadie¡±, relata con cierta nostalgia, bajo la mirada y aseveraci¨®n de Ziad Al Saad, su prometido, con quien todav¨ªa no puede casarse por la falta de dinero. ¡°Ten¨ªamos un negocio y lo hemos perdido. Hac¨ªamos comida artesana y la guard¨¢bamos en la nevera¡±. Luego la serv¨ªan en grandes banquetes, fiestas y celebraciones, de sus clientes, entre ellos algunas ONG, la Universidad Americana de Beirut (AUB) e incluso agrupaciones de la iglesia evang¨¦lica.
La explosi¨®n de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de la capital libanesa, que mat¨® a m¨¢s de 200 personas aquel fat¨ªdico 4 de agosto de 2020, est¨¢ grabada a fuego en la memoria de cualquier beirut¨ª. Cada habitante recuerda qu¨¦ hac¨ªa a las 18:07 hora local, en el momento de la detonaci¨®n, y se habla de ello en conversaciones callejeras cuando ya queda lejos el primer aniversario del desastre. Shehade se encontraba en el comedor con su madre, cobijadas bajo el aire acondicionado del calor abrasador de agosto. Tiene fotograf¨ªas en el m¨®vil de su progenitora, instantes despu¨¦s, llena de sangre, ya que una de las paredes le cay¨® encima. Afortunadamente, sobrevivieron. Una ONG les ayud¨® posteriormente a reconstruir la pared, pero han aparecido humedades y, ahora, asegura la joven, nadie se responsabiliza de ello.
La historia se asemeja a la de su vecina de enfrente, que tambi¨¦n invita a los extranjeros a sentarse en un comedor repleto de familiares que entran y salen, sin percatarse demasiado de la visita. ¡°Se destruy¨® toda la casa, lo perdimos todo. Durante los tres meses siguientes algunas organizaciones nos ayudaron con alimentos, reparando las puertas, ventanas... Pero ahora no recibimos ning¨²n apoyo¡±, lamenta Amal Mohammad Al Ousman. ¡°Circulan noticias falsas en internet que dicen que Karantina es el barrio que ha atra¨ªdo m¨¢s apoyo, pero no es verdad¡±.
Adem¨¢s, culpa a las autoridades locales de no colaborar. ¡°El Ayuntamiento dice a las ONG: ¡®No interveng¨¢is, dadnos el dinero y lo haremos¡¯. Y despu¨¦s se quedan con los fondos¡±, critica Al Ousman. En esta familia solo trabaja uno de los hijos, como repartidor de comida a domicilio. La madre, ya mayor, sigue la conversaci¨®n desde la cama, conectada a un inhalador por sus problemas respiratorios cuando la electricidad, escasa en L¨ªbano, lo permite. El padre camina lentamente con el apoyo de muletas. Aquel 4 de agosto, en el momento del impacto, se encontraba en el ba?o. Cay¨® y, desde entonces, tiene problemas en sus rodillas.
Shehade, que accede al hogar de Al Ousman como si fuera el suyo, por la amistad entre vecinas, lamenta que el estallido dejara inservibles la mayor¨ªa de los electrodom¨¦sticos de su casa. Sin el elemento esencial de su trabajo como cocinera para eventos, solo le queda depositar la comida que prepara en peque?os tarros de vidrio para venderla entre los vecinos. En el plano personal, cuenta: ¡°si por la noche necesito comer algo, voy a la nevera de casa de mi hermano¡±, pues vive en otro apartamento pegado al suyo.
Sin nevera, ni tampoco horno, los ingresos son mucho menores y esto, claro, afecta a su d¨ªa a d¨ªa. ¡°Antes ten¨ªamos tres comidas al d¨ªa: desayuno, almuerzo y cena. Ahora solo podemos tener una¡±, lamenta Shehade. ¡°Estamos de alquiler en este apartamento. Pagamos 500.000 liras (282 euros seg¨²n el cambio oficial). En los ¨²ltimos dos meses no lo hemos podido pagar, y este ya es el tercero¡±. 500.000 liras, en la grave crisis econ¨®mica que vive el pa¨ªs y por la hiperinflaci¨®n de la moneda, ahora equivalen a poco m¨¢s de 20 euros. Pero para los libaneses que no tienen la suerte de recibir dinero en d¨®lares o cualquier otra moneda, esta sigue siendo una cantidad importante, y m¨¢s teniendo en cuenta el aumento de precios de los productos b¨¢sicos durante la crisis.
Las secuelas de Karantina
La proximidad con el puerto hace que, m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa, la deflagraci¨®n resuene dentro de cada persona. Situaciones del d¨ªa a d¨ªa pueden, de repente, hacerles revivir aquel trauma. ¡°?Por supuesto que tenemos secuelas!¡±, exclama Shehade sin pensarlo. ¡°Hace unos d¨ªas escuchamos a un avi¨®n por la noche y todas las mujeres salimos a ver qu¨¦ era¡±, a?ade. Se refiere a la intromisi¨®n de un avi¨®n israel¨ª en el espacio a¨¦reo liban¨¦s, una ¡°flagrante violaci¨®n del espacio a¨¦reo del L¨ªbano que caus¨® p¨¢nico entre la poblaci¨®n¡±, seg¨²n la ministra de Defensa libanesa Zeina Akar. Shehade, adem¨¢s, asegura que los vecinos, como ella, tienen miedo cuando escuchan fuegos artificiales. Y es comprensible que sea as¨ª, ya que el desastre en el puerto empez¨® con ese sonido, que pudo escucharse desde su casa.
Pero este no es el primer trauma al que se enfrenta el barrio. Creado en 1815, toma el nombre de Karantina porque serv¨ªa en sus inicios para acoger en cuarentena a aquellos que llegaban al puerto. Hoy en d¨ªa es hogar de libaneses, refugiados palestinos o refugiados sirios desde 2011. Los que llevan m¨¢s tiempo recordar¨¢n el evento ocurrido durante la guerra civil en el pa¨ªs. Era 1976 y Karantina, habitada principalmente por palestinos musulmanes y enclavada en el Beirut Este ¨Cmayoritariamente cristiano¨C, vio como las falanges cristianas y ultraderechistas tomaban la zona y mataban a entre 1.000 y 1.500 personas, la mayor¨ªa musulmanas. D¨ªas despu¨¦s, la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), que controlaba Karantina, atac¨® en represalia a un pueblo del sur de la capital libanesa de mayor¨ªa cristiana, en la que se conoci¨® como masacre de Damour.
Un pueblo dentro de Beirut
Tras ese evento traum¨¢tico, y despu¨¦s de la guerra, la paz ¨Csiempre tan fr¨¢gil en L¨ªbano¨C, volvi¨®. Karantina ¡°es un pueblo dentro de una ciudad. Esto es lo que lo hace diferente. Sientes que no eres parte de Beirut, pero al mismo tiempo perteneces a ella porque todo est¨¢ muy cerca de ti. Cruzas la autov¨ªa y ya est¨¢s en el centro de la ciudad¡±, sostiene Amani.
Karantina no existir¨ªa sin el puerto, y ahora ha sido este el que ha jugado una mala pasada a sus habitantes. El Gobierno no ha contribuido a la reconstrucci¨®n de los miles de viviendas da?adas por la explosi¨®n, sino que han sido distintas ONG las que se han volcado a ofrecer un primer apoyo. Visitaron el barrio Ali Ghaddar, investigador de Beirut Urban Lab, un proyecto de la Universidad Americana de Beirut concebido como ¡°espacio de investigaci¨®n¡± del que Shehade tambi¨¦n forma parte, y Wael Al Saeed, investigador local entrenado por el mismo proyecto. Mediante un proceso participativo con sus habitantes, han dise?ado la reconstrucci¨®n y reorganizaci¨®n del espacio en sus calles, centrado en las personas. Karantina, aseguran, les servir¨¢ de primer estudio para despu¨¦s aplicarlo en otros vecindarios.
Desde Beirut Urban Lab calculan que hasta 300.000 viviendas se han visto afectadas por la explosi¨®n
Desde Beirut Urban Lab calculan que hasta 300.000 viviendas se han visto afectadas por el desastre. Hasta este mes de febrero, preguntados por la entidad, solo el 33% de las construcciones ha finalizado su reparaci¨®n, mientras que el 21% todav¨ªa no ha podido empezar. No obstante, el 81% de la poblaci¨®n asegura haber recibido apoyos de organizaciones ben¨¦ficas, aunque el problema, asegura Ali Ghaddar, recae en el hecho que ¡°muchos residentes no son capaces de sostenerse econ¨®micamente a largo plazo porque han perdido sus negocios por la pandemia y la crisis econ¨®mica¡±, adem¨¢s de por la explosi¨®n. En concreto, calcula que el 70% de los habitantes de Karantina est¨¢ en situaci¨®n de desempleo. Est¨¢ considerado uno de los barrios m¨¢s insalubres de todo L¨ªbano.
Para Amani Shehade, la soluci¨®n para salir de esta crisis econ¨®mica ser¨ªa tan sencilla como que los residentes de Karantina obtuvieran un trabajo en el puerto. ¡°Nadie trabaja all¨ª. Culpamos al Estado porque hay monopolio, clientelismo¡±, asevera. Las razones del abandono, las tiene claras: ¡°Los pol¨ªticos no nos preguntan por nuestras necesidades porque es un barrio de refugiados y migrantes y no pertenece a ning¨²n partido pol¨ªtico¡±.
¡°La gente sol¨ªa decir que los d¨ªas venideros ser¨ªan mejores. No, no, d¨ªa tras d¨ªa siempre va a peor. Si tuviera la oportunidad de irme del pa¨ªs, me ir¨ªa. Espero poder irme¡±, concluye Shehade, resignada. Miles de libaneses ya lo han hecho.
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