De Emilia Pardo Bazán a Almudena Grandes: retratos de mujeres ilustres para renovar el Ateneo de Madrid
La institución cultural, depositaria de una parte esencial de la historia política e intelectual de Espa?a de los siglos XIX y XX, busca una nueva imagen y atraer a nuevos públicos
Ciento ochenta y ocho se?ores vestidos de oscuro nos miran desde la distancia de las décadas, el tiempo como en una gruesa pátina sobre sus rostros, sus ojos siguiendo nuestros pasos: podría ser la mansión de una película de terror gótico. Pero son Ramón María del Valle-Inclán, José Zorrilla, José Ortega y Gasset, Antonio Cánovas del Castillo... Grandes nombres de la historia de Espa?a, pero todos hombres, excepto Emilia Pardo Bazán, la única mujer consagrada a la posteridad hasta hace unos meses en la galería de retratos del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, veterana institución cultural privada, fundada hace casi dos siglos, depositaria de una parte esencial de la historia política e intelectual de Espa?a de los siglos XIX y XX.
Ahora, como flores que estallan en esa uniformidad, empiezan a aparecer ciertas se?oras, como Carmen Laforet o Clara Campoamor. No es asunto baladí, porque esta galería es el mascarón de proa de la institución, lo primero que se le ense?a al visitante o con lo primero que se tropieza el despistado. El Ateneo busca reconocer esa parte olvidada: otras candidatas que flotan en el ambiente para próximas incorporaciones son Victoria Kent, Elena Fortún, Hildegart Rodríguez, Carmen Martín Gaite, Rosa Chacel, María Zambrano o la recientemente fallecida Almudena Grandes. “Las mujeres en su sitio”, dice el lema de la campa?a, para la que intentan recaudar fondos a través de micromecenazgo. Todas ateneístas, todas pasadas por alto. Para la paridad completa falta bastante.
Todas y todos formaron parte, antes de abandonar este mundo, del Ateneo, una burbuja temporal que nos remite a momentos pretéritos, como el siglo XIX, la República o la Guerra Civil, pero que ahora, sin perder esa esencia, también quiere poner un pie la contemporaneidad. Eso es lo que intenta el presidente de la institución, el sociólogo Luis Arroyo, profesional de la comunicación política que lleva un a?o a los mandos del lugar y de cuyo mandato sale esta iniciativa para feminizar su memoria.
“Sesgo progresista”
“El Ateneo siempre ha tenido un sesgo progresista, hunde sus raíces en la Ilustración y recoge corrientes del librepensamiento, el racionalismo, el republicanismo... en fin, del liberalismo clásico, no del que ahora se entiende”, dice Arroyo. Ahí, y sobre todo ahora, tienen que figurar las mujeres. Pero no todo acaba en eso: el polvo del tiempo se va posando sobre el Ateneo y separándolo de las gentes y los temas de la actualidad. Durante el franquismo, la institución, dado ese “sesgo progresista”, pasó una época oscura. En los a?os ochenta, tras la muerte del dictador y la Transición, cogió nuevos bríos, pero de 7.000 socios, la decadencia progresiva le llevó a 1.700. De ser elemento protagonista, el Ateneo se había quedado en el arcén de la Historia.
El equipo de Arroyo ha conseguido revertir la tendencia y llevarlo a los 2.100 en solo un a?o. El Ateneo, sociedad privada declarada de utilidad pública, se financia en gran medida a través de las cuotas de los afiliados, unos 300 euros al a?o, y está abierto a cualquiera siempre que tenga tres avales de socios (aunque esta regla, con el ánimo de facilitar la entrada de sangre nueva, puede flexibilizarse). Otras importantes fuentes de ingresos son las subvenciones del Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad y el alquiler de los espacios para la celebración de actos. La institución tiene una deuda de 1,5 millones por una subvención del Ministerio de Cultura de 2009 que no se justificó completamente. Por estas fechas finalizan además unas obras de restauración, iniciadas hace cuatro a?os, que colaboran en el retorno de la luz natural a las instancias del edificio (no solo metafórica, sino físicamente) y a su modernización arquitectónica.
El Ateneo se fundó en 1820 y en su larga historia de más de 200 a?os (el bicentenario cayó en plena pandemia) ha sido presidido por seis presidentes del Gobierno de Espa?a, el más célebre Manuel Aza?a, el hombre que encarnó la Segunda República. La cercanía al Congreso de los Diputados no es solo física, pues las sedes de ambas instituciones se encuentran a escasos minutos andando, sino también espiritual. “Muchos debates del Congreso se celebraban antes de manera informal en el Ateneo, por ejemplo, los que hubo entre Clara Campoamor y Victoria Kent”, apunta Arroyo. Siete premios Nobel también han estado vinculados al Ateneo y otros, como Albert Einstein o Marie Curie, lo visitaron en sus viajes a Espa?a. Su biblioteca, de 350.000 volúmenes, es considerada una de las mejores del país. Otra de las raíces más profundas del Ateneo es la masonería, discreta hermandad que ha tenido notable influencia en la institución, en cuya sede se pueden encontrar numerosos símbolos masónicos.
Renovarse o morir
Con esta densidad histórica entre sus muros, el reto es actualizar la institución sin desvirtuar el legado: tradicionalmente, el Ateneo ha vivido muy enfocado a su pasado, con continuos actos sobre el siglo XIX espa?ol, la Generación del 27, la República o la Guerra Civil. “No se trata de hablar al 100% de los muertos ni al 100% de los vivos, sino de encontrar un equilibrio: lo clásico no está re?ido con lo contemporáneo”, dice el presidente. Su candidatura comenzó por la idea de recuperar un espacio de debate sano más allá del que ahora ocupa la vida social, cultural y política del país (mayormente Twitter). Es lo que siempre había sido el Ateneo: un club en el que debatir, en el que tomarle el pulso al pensamiento y actualidad.
“Antes había mayor costumbre de venir al Ateneo a pasar el rato, a tomar café y a charlar, había debates, uno leía un poema y otro le hacía una crítica destructiva… Queremos recuperar eso”, a?ade Arroyo. Y, además, incluyendo a los más jóvenes (recientemente el rapero neoquinqui El Coleta presentó allí su nuevo cortometraje y la presidencia propone realizar actos literarios y poéticos en la cafetería), adaptando la institución a las nuevas tecnologías. “Aunque no estamos obsesionados con lo tecnológico: lo ideal es que el Ateneo fuera un lugar idóneo para el encuentro físico en tiempos tan digitales”, apunta.
Una de las críticas más comunes que se le han hecho a la institución son las continuas elecciones, que cada a?o se celebran para renovar a la mitad de la Junta de Gobierno, formada por 11 cargos, y las también asambleas mensuales, que se eternizan durante horas de discusión enfangada. “Es un reglamento de los a?os ochenta que, con ánimo democratizador, hace la institución ingobernable: es imposible realizar proyectos a largo plazo”, sostiene Arroyo. Unos procesos que, según los críticos, favorecen la aparición de cruentas luchas intestinas en el seno de la institución. En las últimas elecciones, celebradas recientemente, la candidatura del Grupo 1820 que encabeza Arroyo arrasó y consiguió ocupar los seis puestos en disputa, entre ellos el de vicepresidenta, que ahora es Marta Sanz Justel.
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