?C¨®mo evitar el pr¨®ximo tartazo contra la Gioconda?
Los protocolos de seguridad de los museos con frecuencia resultan incapaces de evitar ataques cuyas motivaciones van desde el af¨¢n de notoriedad o la protesta, hasta el puro vandalismo
Un d¨ªa corriente en el Museo Reina Sof¨ªa. Los visitantes recorren las salas y examinan c¨¦lebres obras como el Guernica. Una mujer italiana se interesa por el decorado La romer¨ªa de los cornudos, del pintor y escultor Alberto S¨¢nchez, y se sube a la tarima de la pieza para intentar hacerse un selfi. Es entonces cuando comprueba de primera mano que no fue buena idea, pues se resbala y rasga la obra. Este accidente, ocurrido el pasado 3 de junio, sucedi¨® pocos d¨ªas despu¨¦s de que un hombre con peluca y en silla de ruedas le arrojase una tarta a La Gioconda en el Museo del Louvre. En sendos casos los da?os fueron m¨ªnimos y las dos obras siguen expuestas. Pero, ?qu¨¦ garant¨ªa hay de que no puedan ocurrir destrozos mayores?
El hermetismo de los distintos museos en cuanto a cuestiones de seguridad impide conocer los detalles de los protocolos establecidos para interceptar acciones vand¨¢licas o accidentes. La jefa de prensa del Reina Sof¨ªa, Concha Iglesias, asegura que cuentan con ¡°todas las medidas de control, seguridad y protecci¨®n necesarias, as¨ª como planes espec¨ªficos de evacuaci¨®n de las obras¡±, pero considera que no conviene ¡°entrar a hacer otro tipo de precisiones¡±. En la misma l¨ªnea se mueven el Museo Thyssen y el Museo del Prado, dejando claro desde el departamento de comunicaci¨®n de este ¨²ltimo que no hablan de ¡°estas cuestiones¡± para evitar ¡°dar ideas¡±.
En la serie de videorelatos titulada Las voces del Prado, Antonio Mac¨ªas, jefe de vigilancia nocturna entre 1974 y 2009, se?ala la importancia de la introducci¨®n de los sistemas m¨¢s modernos. ¡°No hab¨ªa ni una c¨¢mara. No exist¨ªa ni en la entrada ni en la salida. Cuando llegaron nos dio mucha alegr¨ªa porque el museo ya estaba m¨¢s vigilado. Cuando las alarmas entraron fue cuando ya conocimos la seguridad a pleno rendimiento. Sonaban las alarmas en la sala de juntas, el tejado... Y ah¨ª hab¨ªa que ir¡±, explica Mac¨ªas. Por otro lado, el que fue jefe de obras y mantenimiento del Prado entre 1994 y 2009, Pedro ?lvarez, recuerda una ocasi¨®n en la que fue el propio edificio (y no sus obras) el que fue atacado. ¡°Alguien nos quem¨® la puerta de Murillo. Dijeron que se quer¨ªa vengar de algo, pero no sabemos qui¨¦n fue¡±, relata. Para ?lvarez, lo significativo de aquel suceso es que la puerta ¡°fue reparada por el propio personal del museo: los carpinteros, el cerrajero, Jos¨¦ de la Fuente [restaurador] y m¨¢s¡±.
Uno de los mayores conocedores de los protocolos de seguridad en el ¨¢mbito de la cultura es el novelista estadounidense Noah Charney. En su libro El ladr¨®n de arte (Seix Barral), el escritor se?ala que las figuras y objetos con alg¨²n componente religioso han sido las principales v¨ªctimas de vandalismo debido al pensamiento iconoclasta, aquel que rechaza la representaci¨®n de los elementos de las escrituras. En esa l¨ªnea, Charney destaca tambi¨¦n que a veces son las iglesias, m¨¢s que los museos, los lugares m¨¢s vulnerables ante este tipo de ataques. El novelista asegura que para proteger un espacio dedicado al arte ante robos y vandalismo es precisa la implantaci¨®n de ¡°un sistema semejante al de los aeropuertos¡±. Es frecuente tener que dejar bolsos y abrigos antes de acceder a una sala de arte para que sean escaneados.
Existe tambi¨¦n un documento del Ministerio de Cultura y Deporte, titulado Gu¨ªa para un plan de protecci¨®n de colecciones ante emergencias, que trata el asunto de los da?os a las obras. El texto contempla el terrorismo, el robo, el vandalismo y las consecuencias de un enfrentamiento b¨¦lico en la categor¨ªa de da?os intencionales de naturaleza antr¨®pica. Sobre los actos vand¨¢licos, como en el caso del tartazo a La Gioconda, en el documento se especifica que ¡°a veces se infligen a un objeto significativo de la colecci¨®n por af¨¢n de notoriedad del agresor¡±, aunque tambi¨¦n asegura que generalmente se reducen ¡°a da?os que, por su peque?a entidad (pegado de chicles, etc.), no llegan a la consideraci¨®n de emergencia¡±. Los accidentes se asumen como uno de los posibles riesgos por causa humana, aunque sin entrar en detalles sobre la importancia de este tipo de desperfectos.
El documento establece que ¡°no se trata de que el museo elabore un listado exhaustivo de todos y cada uno de los riesgos a los que puede verse sometido, sino de considerar cu¨¢les han existido en el pasado y cu¨¢les pueden presentarse en el futuro¡±. En este sentido, hay antecedentes de obras que, ya sea por accidente o a prop¨®sito, han sido da?adas. El porqu¨¦ de los ataques intencionados se ha atribuido hist¨®ricamente a causas como la b¨²squeda de reconocimiento, la intenci¨®n de lanzar una cr¨ªtica pol¨ªtico-social y la inestabilidad mental o problemas personales del agresor.
La psiquiatra italiana Graziella Margherini, la misma que introdujo el famoso concepto del ¡°s¨ªndrome de Stendhal¡±, que refiere alteraciones provocadas por una suerte de sobredosis de belleza, a?adi¨® que las obras de arte pod¨ªan despertar tambi¨¦n la violencia dentro de las personas. Seg¨²n la veterana investigadora, ante una pieza como El David de Miguel ?ngel un individuo puede sentirse ¡°celoso y envidioso de ese cuerpo perfecto¡±, lo que le llevar¨ªa a causar da?os para ¡°reafirmar el propio yo¡±. Este ¡°s¨ªndrome de David¡± (tal y como lo bautiz¨® Margherini) comparte con el de Stendhal la base del potente efecto del arte sobre la gente. ¡°Es un est¨ªmulo muy poderoso. Tanto as¨ª que puede provocar una crisis¡±. Uno de los m¨¢s conocidos episodios de este tipo tuvo lugar en 1972, cuando un ge¨®logo australiano llamado Laszlo Toth atac¨® a martillazos La Piedad de Miguel ?ngel al grito de ¡°?Yo soy Jesucristo resucitado de entre los muertos!¡±. La escultura sufri¨® da?os importantes y el responsable fue internado en un hospital psiqui¨¢trico. En la actualidad, la obra se encuentra resguardada tras un vidrio capaz de resistir impactos de bala.
Espray sobre el ¡®Guernica¡¯
El Guernica tambi¨¦n fue v¨ªctima de un ataque en 1974, cuando todav¨ªa se encontraba en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Tony Shafrazi, un reputado galerista, escribi¨® en el lienzo de Picasso ¡°mata todas las mentiras¡± con pintura roja en espray. En esa ocasi¨®n, los da?os pudieron ser reparados con facilidad y el MoMA no se querell¨® contra Shafrazi.
En cuanto a los accidentes que han causado graves desperfectos en obras, destaca el suceso que tuvo lugar en 2016 en Lisboa con una escultura del Arc¨¢ngel San Miguel originaria del siglo XVIII. Un turista que, de manera similar al caso de La romer¨ªa de los cornudos, trataba de hacer una foto, derrib¨® la obra de su pedestal. La talla del arc¨¢ngel perdi¨® sus alas y las plumas que adornaban su casco.
Pero de entre todas las obras que han sido da?adas y vandalizadas, pocas tienen un historial de incidentes equiparable al de La Gioconda. El primer desperfecto que sufri¨® a manos de una persona data de 1956, cuando un individuo arroj¨® ¨¢cido a la obra de Leonardo da Vinci. Tras otro ataque con una piedra en el mismo a?o, se coloc¨® un cristal antibalas para proteger el lienzo, lo cual no ha impedido que haya sufrido otras agresiones, como la de una mujer con un espray en 1978 mientras la obra estaba expuesta en Tokio o la del lanzamiento de una taza de t¨¦ caliente en 2009.
M¨¢s all¨¢ de los desperfectos, La Gioconda tambi¨¦n fue robada en 1911 por el artista italiano Vincenzo Peruggia, que fue arrestado al intentar vender la obra a la Galer¨ªa de los Uffizi. Todo esto hasta llegar a la m¨¢s pura actualidad, en la que una tarta dej¨® una imagen curiosa para los visitantes que se encontraban all¨ª en el momento adecuado.
Rectificaci¨®n: En una versi¨®n anterior de esta pieza se afirmaba que el ¡®Guernica¡¯ se encuentra actualmente protegido por un cristal antibalas. Ese dato no es correcto, pues el cristal fue retirado en 1995. Pedimos disculpas a los lectores.
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