Ben Harper, la guitarra arrolladora de un ¡®boomer¡¯ de colmillo afilado
El veterano mago del ¡®blues¡¯ y el ¡®reggae¡¯ factura en las Noches del Bot¨¢nico un conciertazo sin edad
Ventajas de la m¨²sica atemporal. Benjamin Charles Harper anda celebrando el trig¨¦simo aniversario de su estreno sobre las tablas, pero a¨²n hoy es el d¨ªa en que se le nota fresco, activo, ¨¢gil, v¨ªvido, inspirado. Cuidado, Ben: los ap¨®stoles del insulto ¨¢grafo puede que te tachen de boomer, una acusaci¨®n, por lo que tenemos entendido, grav¨ªsima. Pero har¨¢ bien el salvaje musicazo californiano en dedicarle un clamoroso Habla, chucho a los defensores del edadismo, que son muchos, o muy ruidosos, o muy tontos, y hasta puede que un poco de todo a la vez.
Tuvo las agallas Harper de abrir la fiesta del lunes en las Noches del Bot¨¢nico con Below Sea Level, la misma pieza con la que inaugura su reci¨¦n nacido Bloodline Maintenance: una breve y deliciosa introducci¨®n a modo de c¨¢ntico a capela. Son seis m¨²sicos arremolinados en torno a un par de micr¨®fonos, cantando y compenetr¨¢ndose de manera simult¨¢nea, interactuando como oficiantes que son de uno de los oficios m¨¢s noble y excitantes que ha sido capaz de concebir el g¨¦nero humano. Multiplicando exponencialmente, por ende, las posibilidades de trabucarse y errar, de medir mal la armon¨ªa, de hacer algo distinto a lo sucedido en la v¨ªspera y lo que pueda acontecer en alguna fecha pr¨®xima. Y todo ello, por no hablar de c¨®mo disparan los gastos en el casillero del Excel esas seis bocas que albergan el prop¨®sito de alimentarse con cierta regularidad y decencia a diario. Qu¨¦ disparate esto de la m¨²sica en vivo, ?verdad?
Menos mal que ese ilustre se?or de 52 primaveras que reuni¨® a casi 3.000 ac¨®litos en el Bot¨¢nico de la Universidad Complutense parece dispuesto a asumir las consecuencias de tal empe?o suicida. Y benditos sean los dioses laicos del directo, esos ante los que no hay que hacer equilibrismos terminol¨®gicos, suplicarle ins¨®litas polisemias in extremis a la RAE o hasta proponer la invenci¨®n de nuevos vocablos. A Benjamin ¡ªll¨¢menle inadaptado¡ª no le hacen falta disquisiciones de esas que aburren a, precisamente, los grandes divulgadores del aburrimiento. Le bastan un par de guitarras el¨¦ctricas (la convencional y la lap steel, con la que refrenda su condici¨®n de maestro consumado), unos amplificadores incandescentes y las ganas intactas de tocar las narices. De cantar y contar las verdades del barquero.
En ese sentido, Burn One Down no le qued¨® tan lejos en letra y esp¨ªritu de aquel quintaesencial A Change Is Gonna Come, de Sam Cooke, solo que con ese sutil aderezo jamaicano con el que Harper salpimenta buena parte de su producci¨®n. Los colores amarillo, rojo y verde adornan el fondo del escenario, amagando con los de la bandera de aquella meca musical caribe?a, mientras la tercera de las entregas de la noche, Jah Work, ya termin¨® por deslizarse sin ambages por los territorios del reggae.
A partir de The Will To Live, otro de esos temas a?ejos a los que no se les notan ni arrugas ni patas de gallo, se impone en la noche un blues-rock ecl¨¦ctico e impuro, con trazas a veces m¨¢s mel¨®dicas y otras casi hawaianas, pero siempre de colmillo depredador. M¨¢s a¨²n en el caso de We Need To Talk About It, otro de los argumentos de alta densidad y carga ideol¨®gica en el recient¨ªsimo nuevo elep¨¦, un misil de profundidad contra los vestigios a¨²n presentes del racismo y la esclavitud. Porque, por si no se hab¨ªan dado cuenta, seguimos con el mundo hecho un asquito y sin aparentes visos de mejora.
Nos queda el consuelo de la m¨²sica, y apelar a las ense?anzas de Perogrullo resulta ahora mismo m¨¢s revolucionario de lo que fue nunca. Harper no puede condensar 15 ¨¢lbumes en 117 minutazos de espect¨¢culo, pero s¨ª bascular entre los estrenos flamantes y ese fondo de cat¨¢logo con muchos sexenios y pedigr¨ª. Tambi¨¦n entre la furia y la ternura, a veces te?ida de una tenue nostalgia.
Le dio a Ben por recordar su primera visita madrile?a, cuando era a¨²n un monicaco de 18 a?os, y quiso visitar el taller del lutier de guitarras Jos¨¦ Ram¨ªrez, en la calle de Concepci¨®n Jer¨®nima, ¡°aunque solo fuera por aspirar el olor de la madera¡±. Aquella tarde so?¨® con que alg¨²n d¨ªa llegar¨ªa a actuar en escenarios madrile?os y barceloneses, una pretensi¨®n que por entonces lindaba con la entelequia. Constatar que ha acabado materializando con creces aquellas aspiraciones le condujo al tramo m¨¢s dulce de la noche, con Lonely Day (un original de 1995 revivido en una lectura desarmante de voz y guitarra ac¨²stica), la a¨²n m¨¢s primeriza y lind¨ªsima Forever, y Diamonds On The Inside, el t¨ªtulo que dispar¨® los indicadores de soul y ardor hasta extremos de cortocircuito emocional.
Ben Harper nunca protagonizar¨¢ titulares bomb¨¢sticos ni ha sido objeto de estrategias desaforadas de mercadotecnia, pero le quedan muchos kil¨®metros de m¨²sica y un bagaje abrumador para propiciar una noche de alta tensi¨®n y algunos solos de guitarra arrolladores. Es el caso de Amen Omen, evidentemente ¡ªpara el que cede el foco a su guitarrista, Alex Painter¡ª, pero tambi¨¦n el que le inyecta a How Dark Is Gone, un tema que con su eclosi¨®n de congas puede recordar mucho los c¨®digos de Santana. El consumo de kilovatios se puso por las nubes, con lo caro que ahora sale eso, pero el medio centenario Harper no estaba por la labor de escatimar.
Quedaban a¨²n bocados muy finos para los bises, en particular la confesional y perezosa Happy In The Sun y el reggae trepidante de Two Hands. Fue una hermosa reivindicaci¨®n de las emociones a flor de piel justo el d¨ªa en que hab¨ªamos conocido los v¨ªdeos del paso sin previo aviso de Joni Mitchell por el festival de Newport. Ver a esa diosa viejita, enclenque y en silla de ruedas, cantando The Circle Game y Both Sides, Now con voz grave y afinaci¨®n a veces difusa, puede que sea lo m¨¢s estremecedor que suceda durante todo este 2022. Y sirvi¨® para recordar luego la importancia de que cada comparecencia sea, en su imperfecci¨®n, ¨²nica.
Babelia
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