Solo una persona sabe construir esta barca: la j¨¢bega revive en las regatas de M¨¢laga
La embarcaci¨®n tradicional de pesca estuvo a punto de desaparecer, pero su metamorfosis en nave deportiva la ha convertido en estrella de una competici¨®n en la Costa del Sol
La j¨¢bega fue un prodigio diario en las playas mediterr¨¢neas. Alta, esbelta y de robusta madera, pesaba una tonelada larga. Era una herramienta fundamental para la pesca de sardinas, boquerones y jureles con una red de cerco de la que tiraban los jabegotes desde tierra. Documentado su uso en las costas de Murcia, Andaluc¨ªa, Catalu?a o Galicia, hoy su imagen parece reducida a viejas estampas en blanco y negro sobre playas ya desaparecidas, como la mayor¨ªa de pescadores que las utilizaron. Su prohibici¨®n para uso pesquero en los a?os 80 estuvo cerca de extinguirlas, pero en el litoral malague?o ...
La j¨¢bega fue un prodigio diario en las playas mediterr¨¢neas. Alta, esbelta y de robusta madera, pesaba una tonelada larga. Era una herramienta fundamental para la pesca de sardinas, boquerones y jureles con una red de cerco de la que tiraban los jabegotes desde tierra. Documentado su uso en las costas de Murcia, Andaluc¨ªa, Catalu?a o Galicia, hoy su imagen parece reducida a viejas estampas en blanco y negro sobre playas ya desaparecidas, como la mayor¨ªa de pescadores que las utilizaron. Su prohibici¨®n para uso pesquero en los a?os 80 estuvo cerca de extinguirlas, pero en el litoral malague?o han conseguido sobrevivir gracias a su metamorfosis en embarcaci¨®n deportiva. Ahora son las estrellas de una liga veraniega, la ¨²nica de todo el pa¨ªs con barcas artesanas, en la que participan una decena de clubes de remo de la Costa del Sol. Es la cara de una moneda que tiene una cruz, porque su futuro peligra: solo hay una persona que sepa construirlas. Y lo hace en un improvisado taller lejos del mar.
Apenas quedaban seis j¨¢begas cuando la familia Almoguera retom¨® su construcci¨®n en los a?os ochenta en la playa de Pedregalejo. All¨ª se crio Jos¨¦ Pedro Gonz¨¢lez, que se arrim¨® al astillero levantado sobre la arena por Juli¨¢n Almoguera y este le transmiti¨® todo su conocimiento. Hoy, con 53 a?os, es el ¨²nico carpintero de ribera que conoce al detalle cada mil¨ªmetro de la j¨¢bega. Su taller ofrece una imagen sorprendente. Es un secarral a los pies del parque natural Los Montes de M¨¢laga, una min¨²scula parcela junto a la caravana donde reside y a orillas del r¨ªo Total¨¢n, donde el agua es casi un espejismo. Ah¨ª detalla las claves del proceso constructivo de la embarcaci¨®n. La principal es la estructura, que cuenta con una quilla central ¡ªdenominada emb¨®n¡ª vital para su estabilidad, velocidad m¨¢xima o la agilidad a la hora de realizar las ciabogas. Otro factor es la madera. ?l utiliza cuatro variedades. ¡°Cedro real del Amazonas, ayous de China, pino sueco y fresno que, creo, procede de Am¨¦rica¡±, apunta mientras las acaricia.
Con dos ojos dibujados en su proa, el romanticismo ha ligado el origen de las j¨¢begas con los fenicios, fundadores de M¨¢laga. No hay, sin embargo, estudios concluyentes sobre ello y una sencilla investigaci¨®n permite comprobar que hay barcas muy similares en toda la costa mediterr¨¢nea en ciudades como Siracusa (Italia), Niza (Francia) o Montegordo (Portugal), adem¨¢s de en las costas de Grecia o Marruecos. La j¨¢bega actual muestra un claro elemento fenicio, el codaste de popa. Poco m¨¢s. ¡°Ojal¨¢ se comprobase que es una barca realmente fenicia porque es una historia muy rom¨¢ntica, pero de momento no se puede mantener. La pasi¨®n no puede ser ciega¡±, avisa Ram¨®n Crespo, fil¨®logo y coordinador del Abecedario incompleto de la j¨¢bega y sus contextos (Ediciones del Genal), una completa obra de 837 p¨¢ginas en A4 elaborada durante seis a?os junto al abogado Pablo Portillo y el veterano pescador Jos¨¦ Antonio Mellado. Una biblia que recoge infinidad de cuestiones hist¨®ricas, t¨¦cnicas, sem¨¢nticas, culturales o deportivas alrededor del bote. ¡°Es importante investigar para que la historia no quede adulterada¡±, insiste el autor, extra?ado de que la capital malague?a no haya levantado un centro de interpretaci¨®n dedicado a la embarcaci¨®n.
Cordela, boronda, emb¨®n, luchera, caperol, estrobo, esc¨¢lamo, amocael o rabiza son algunas de las palabras que sobreviven al tiempo en esta publicaci¨®n. En ella tambi¨¦n se recuerda que la j¨¢bega toma su nombre del tipo de pesca para el que era herramienta fundamental. Estaba concebida para extender una red en la zona pr¨®xima a la playa en una especie de arco, del que luego tiraban los jabegotes ¡ªvestidos de chaleco blanco de algod¨®n, pa?o negro para el pantal¨®n y faja de lana roja en la cintura, imagen que hoy solo se ve en las procesiones de la Virgen del Carmen¡ª desde el rebalaje, atrapando al pescado. Eran sobre todo sardinas, boquerones y jureles, aunque alguna vez ca¨ªa un at¨²n. Tuvo su momento ¨¢lgido a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. A mediados del siglo XX a¨²n exist¨ªan un centenar, pero los barcos a motor y la industria tur¨ªstica las apartaron de las playas, hasta que se prohibi¨® su uso en los a?os ochenta. Su desaparici¨®n estuvo entonces cerca.
Jos¨¦ Pedro Gonz¨¢lez es una enciclopedia humana. Podr¨ªa hablar horas sobre su experiencia al construirlas y navegarlas tras remar en ellas durante a?os. ¡°Hay que sentir c¨®mo el remo entra al agua, convertirlo en una parte m¨¢s de ti¡±, explica mientras le caen los goterones de sudor al lijar las cuadernas de su pr¨®xima construcci¨®n, que supera los ocho metros de eslora y en la que lleva trabajando todo el a?o casi como un alquimista. Su destino es el nuevo club de Rinc¨®n de la Victoria. Quiz¨¢ sea la ¨²ltima, porque en esta especie de destierro rodeado de arbustos secos, peque?os algarrobos y matas de alcaparras, Gonz¨¢lez se siente como un animal malherido. En su trayectoria profesional acumula la construcci¨®n de 15 j¨¢begas, pero ha sufrido muchos m¨¢s enga?os, reveses y promesas incumplidas. Est¨¢, adem¨¢s, cansado del escaso apoyo institucional. ¡°Todo el mundo se quiere hacer una foto en una j¨¢bega, pero luego nadie hace nada por ellas¡±, sostiene.
Su dise?o ha renovado la j¨¢bega tradicional. Ha disminuido su altura, aligerado el peso ¡ªde una tonelada a poco m¨¢s de 500 kilos¡ª y redondeado el casco para mejorar la aerodin¨¢mica. Ha convertido un autom¨®vil cl¨¢sico del siglo pasado en un F¨®rmula 1. ¡°Es un espejo en el agua, un cohete¡±, afirma. La aceleraci¨®n ¡ªque alcanza los ocho o nueve nudos¡ª tambi¨¦n depende de la fuerza de los siete remeros ¡ªcuatro a babor, tres a estribor¡ª que se aplican con los remos guiados por el mandaor, que maneja la espa¨ªlla, su tim¨®n. Son claves que se pueden aprender en la Escuela de J¨¢bega, donde reman cerca de 70 personas y organizan cursos intensivos de car¨¢cter mensual. Su actividad, junto a la decena de clubes malague?os existentes, hace que la imagen de estas embarcaciones navegando por la bah¨ªa de M¨¢laga sea habitual al alba o al atardecer durante todo el a?o. Las tripulaciones entrenan para la competici¨®n que se celebra en verano. Es entonces cuando una novena persona se sube a la barca con un ¨²nico cometido: animar a los remeros ¡ªdenominados marca, pachapanda, popel, espardel o proel, seg¨²n su ubicaci¨®n¡ª para mantener el ritmo y alentar para que vayan m¨¢s r¨¢pido. Su figura es conocida como metebr¨ªo.
Sus gritos se escuchan, a veces, desde los espigones donde cientos de personas siguen de mayo a septiembre la Liga Provincial de J¨¢begas, la ¨²nica manifestaci¨®n n¨¢utica con barcas artesanas de madera del pa¨ªs (el resto se ha pasado a la fibra) que este a?o ha alcanzado su d¨¦cima edici¨®n. ¡°Con mucha fuerza. Lo tenemos, lo tenemos. ?Vamos!¡±, repite a toda voz la metebr¨ªo que viaja a bordo de la Vikinga, del club de remo de La Cala del Moral, quienes suben v¨ªdeos de cada regata grabados con una c¨¢mara GoPro a su canal de YouTube, donde se comprueba la intensidad de una competici¨®n en la que participan casi medio millar de remeros. Todos navegan sobre embarcaciones construidas por Pedro Luis Gonz¨¢lez. ¡°Eso permite que compitamos en igualdad de condiciones¡±, subraya Alejandro S¨¢nchez, delegado la Asociaci¨®n de Remo y Pala tradicional de Torremolinos La Carihuela, que participa con la j¨¢bega La Marea.
Compartir playa con una de estas competiciones es todo un ba?o de malague?ismo, una estampa que mezcla por unas horas el pasado y el presente. ¡°Fuerte aplauso¡±, dice el animador, a la sombra, mientras las tripulaciones empujan a las j¨¢begas sobre la arena con la ayuda de unos parales de madera en el suelo, b¨¢sicos para transportar la embarcaci¨®n hasta el agua. Las cartas de una baraja ¡ªcomo hac¨ªan los antiguos pescadores para sortear su turno de faena¡ª definen ahora la calle sobre la que compite cada club en las regatas de las distintas categor¨ªas. ¡°Enhorabuena¡±, insiste ahora el narrador por los altavoces tras relatar los tiempos de una de las mangas. Esta vez los tiburones de Pedregalejo vuelven a la orilla celebrando su victoria. A la semana siguiente, los remeros de la barriada de La Ara?a les devolver¨¢n la moneda. ¡°Gane quien gane, lo que queremos es mantener viva la tradici¨®n de barca¡±, concluye Alejandro S¨¢nchez. ¡°Y para eso tambi¨¦n hay que cuidar a Jos¨¦ Pedro Gonz¨¢lez; sin ¨¦l, la supervivencia de la j¨¢bega no est¨¢ asegurada¡±, sentencia Ram¨®n Crespo, que desea una larga vida a la j¨¢bega.