Todos de luto en Redonda, el rey ha muerto
Javier Mar¨ªas, apasionado editor, coleccionista y bibli¨®filo, cultiv¨® la amistad de una manera inolvidable
En rara sincron¨ªa con la muerte de la reina brit¨¢nica se nos muere nuestro rey: Javier, monarca del Reino de Redonda, un lugar imaginario de fantas¨ªa, de libros y sobre todo de amistad. Un sitio en el que, junto a los muchos y grandes pares del Reino, dukes y dem¨¢s gente importante, te pod¨ªas colar con un t¨ªtulo tan discreto pero fenomenal como ¡°jefe de exploradores o almasy¡±, creado especialmente por nuestro se?or con un simp¨¢tico gui?o para quien firma estas l¨ªneas.
Editor refinado y exigente desde el sello de su reino, Javier Mar¨ªas edific¨® libro a libro una colecci¨®n en la que la ¨²nica gu¨ªa era su gusto y el deseo de compartir con los dem¨¢s los t¨ªtulos que le entusiasmaban y hab¨ªan contribuido a su acervo de lector. Le debemos tambi¨¦n, entre tantas cosas, habernos dejado esa herencia.
A quienes no conocieran personalmente a Javier Mar¨ªas les podr¨ªa parecer alguien muy culto, elegante y reservado, un gentleman de la literatura, exquisito como sus libros, oxfordiano, s¨ª. Pero, siendo sin duda eso, de cerca era alguien extraordinariamente c¨¢lido y cordial, con un verdadero don para la amistad.
Le gustaba comunicarse por carta, a la antigua (muchas veces a trav¨¦s de Mercedes, su mensajera): cartearte con ¨¦l era una ventana privilegiada a un esp¨ªritu de una sensibilidad y una brillantez esplendorosas, con un toque de melancol¨ªa dulce y un humor suave; era imposible estar a la altura, claro, como cruzar correspondencia con Madame de Sta?l.
Y ejerc¨ªa esa extra?a calidad del afecto que es transmitirlo con recato, sin estridencias, como si otorgar su cari?o fuera ¡ªcomo dar t¨ªtulos imaginarios¡ª lo m¨¢s natural del mundo.
Su amistad era al mismo tiempo una delicada filigrana, tan preciosa como su escritura, y pod¨ªa expresarse de las maneras m¨¢s variadas: una llamada (la ¨²ltima, parad¨®jicamemente, de consuelo), una postal, unas l¨ªneas de repente sobre el Mau Mau; regal¨¢ndote un DVD de una rara pel¨ªcula sobre el abominable hombre de las nieves, un librito acerca de la sociedad Salamandra de escritores en Egipto en los a?os cuarenta, una edici¨®n original de las memorias de la mujer del general Custer o de las novelas del aviador Biggles, o los cat¨¢logos ingleses de subastas de obras de aventuras o viajes (le fascinaban los aventureros y viajeros).
Generoso, atento en los detalles, se compromet¨ªa como nadie en lo grande: se pon¨ªa la armadura y se revest¨ªa de palad¨ªn cuando cre¨ªa que un amigo necesitaba ser defendido. Ah¨ª era capaz de enfrentarse a todo el mundo y partirse el pecho cuando lo consideraba justo.
En esto, en ejercer la actualmente tan poco corriente virtud de la lealtad, compart¨ªa, a su propia manera, m¨¢s de florete o bast¨®n estoque que de sable de coracero, la forma de actuar de su buen amigo Arturo P¨¦rez-Reverte, hoy m¨¢s solo en Zinderneuf.
Pueden parecer desde fuera dos personas muy diferentes, Javier y Arturo (a?¨¢dase a la pareja hasta formar tr¨ªo a Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, juntos formaban un grupo a lo Tres lanceros bengal¨ªes, como les describi¨® el presentador en funci¨®n de Gunga Din de un acto en el que estuvieron juntos en el festival E?e en 2017), pero les un¨ªan muchas cosas, en lo peque?o y en lo grande. Los soldaditos, el coleccionismo, la pasi¨®n por los libros y el cine de aventuras, cierto quijotismo contra los inexorables molinos de nuestro tiempo. Tambi¨¦n el hast¨ªo ante las nuevas formas de intransigencia, que Javier, indiscutible adalid de la libertad y la inteligencia (le ven¨ªa de serie, de familia), nunca dejaba de combatir, aunque supiera que muchas veces era una lucha est¨¦ril que adem¨¢s le met¨ªa en l¨ªos.
Es curioso que pensara tan rectamente alguien que literariamente siempre se interes¨® tanto por los esp¨ªas, la mentira y la traici¨®n. Pero era superior a sus fuerzas: la estulticia y el fanatismo le exasperaban y le hac¨ªan lanzarse al ruedo. As¨ª, por poner un ejemplo, no dej¨® de censurarle a su colega ¡°casi Nobel¡± como ¨¦l Ngugi wa Thiong¡¯o las pullas que el keniata lanzaba contra gente a la que valoraba como Joseph Conrad o Nicholas Monsarrat. Que no se los tocaran.
Nunca le amedrent¨® ser pol¨ªticamente incorrecto cuando se trataba de ser honesto consigo mismo. Hab¨ªa algo en Javier Mar¨ªas de su personaje favorito, el Capit¨¢n Trueno, un palad¨ªn al que admiraba; como ¨¦l, tuvo una Sigrid, Carme, con la que compart¨ªa tantas cosas, entre ellas libros, viajes, sue?os de aventuras, y amigos. Va a ser dif¨ªcil para todos hacernos a la idea de que Javier ya no va a seguir estando ah¨ª.
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