Damon Galgut, ganador del Premio Booker 2021: ¡°El color de la piel es un destino en Sud¨¢frica, y no puedes dejar de ser blanco¡±
Se publica en espa?ol ¡®La promesa¡¯, la novela que vali¨® al escritor sudafricano el galard¨®n m¨¢s prestigioso de la literatura en ingl¨¦s, en la que aborda el profundo trauma que ti?e de violencia su pa¨ªs
Cuatro funerales, como si fueran actos en una obra de teatro, permiten a Damon Galgut (Pretoria, 59 a?os) recorrer la historia reciente de Sud¨¢frica en La promesa, la novela ganadora del premio Booker en 2021, publicada ahora en espa?ol por Libros del Asteroide. ¡°Esa estructura fue lo primero que tuve claro¡±, explicaba el autor este lunes en una entrevista con EL PA?S en Madrid. El drama familiar de su novela, que surge sobre el tel¨®n de fondo sudafricano, tiene en el centro una peque?a casa en la granja de la familia Swart, el lugar donde vive su sirvienta negra, Salom¨¦, que crio a los hijos y atendi¨® a la madre durante su enfermedad. ¡°Un amigo me cont¨® una historia as¨ª, le prometieron donarle una casa a la mujer negra que hab¨ªa atendido a su madre y tardaron d¨¦cadas en resolverlo; al final, en ese caso, estaban comidos por deudas y no hab¨ªa nada que dejarle¡±, confiesa.
Galgut habla suave y desprende algo melanc¨®lico y tranquilo. Lleva seis semanas de viaje de promoci¨®n por Europa y le quedan otras seis. ¡°El Booker es un premio muy ruidoso y me toca hacer algo de ruido ahora a m¨ª tambi¨¦n¡±, asegura con aire resignado y feliz despu¨¦s de recibir el galard¨®n m¨¢s prestigioso de la literatura en ingl¨¦s tras haber sido nominado dos veces antes. Vive en Ciudad del Cabo, pero creci¨® en Pretoria, el lugar donde transcurre La promesa. ¡°Odiaba ese lugar, era un sitio horrible donde criarte porque all¨ª estaba toda la maquinaria del apartheid. Hab¨ªa uniformes en todas partes de militares y de bur¨®cratas y eso defin¨ªa de alguna manera la mentalidad. Hab¨ªa tambi¨¦n algo calvinista, como de viejo testamento¡±, recordaba. El padre de Galgut era jud¨ªo, pero su madre le dej¨® y su siguiente marido era ¡°un afrikaner violento¡±, que de alguna manera sintetiza para el escritor todo aquello. Tambi¨¦n impregnan su memoria de Pretoria los dos a?os de servicio militar que cumpli¨® all¨ª. ¡°Mi experiencia no fue como la del personaje de Anton en la novela, trabaj¨¦ en una oficina. Cumpl¨ª porque no ten¨ªa dinero ni ayuda para salir del pa¨ªs, ni la valent¨ªa suficiente para afrontar seis a?os en prisi¨®n por insumisi¨®n¡±, aclara.
La fe que profesan los difuntos en su novela va cambiando: desde el juda¨ªsmo que abraza en sus ¨²ltimos a?os de vida la madre de los Swart y que indigna a su esposo hasta el catolicismo de la mayor de sus hijas, pasando por el fervor con un pastor-predicador y las filosof¨ªas orientales imbuidas de esp¨ªritu new age, que seducen a la esposa del primog¨¦nito. ¡°Pens¨¦ que si todos los funerales eran iguales ser¨ªa literariamente poco interesante, pero es que adem¨¢s La promesa trata sobre los blancos sudafricanos y he querido retratar todos sus credos. El apartheid ten¨ªa un componente de fervor religioso: el sistema estaba planteado como si su conservaci¨®n fuera una misi¨®n sagrada, porque ¨¦ramos los ¨²ltimos que combat¨ªamos, eso que calificaban de terrorismo, una fuerza que acabar¨ªa con la religi¨®n, que impondr¨ªa el comunismo, que traer¨ªa oscuridad¡±, dice.
El apartheid cay¨® en lo que pareci¨® un soplo repentino ¡ª¡±nunca lo hubiera cre¨ªdo posible cuando crec¨ª¡±¡ª y hubo un momento de esperanza y optimismo, evoca el autor: ¡°Parec¨ªa que en los noventa el pa¨ªs finalmente dejar¨ªa de lado las categor¨ªas raciales. Pero lamento informar de que Sud¨¢frica hoy est¨¢ tan profundamente dividida racialmente como nunca antes¡±. La hist¨®rica final del campeonato mundial de rugby de 1995 que gan¨® Sud¨¢frica es recordada en La promesa. ¡°En esos a?os hab¨ªa buena voluntad por ambas partes, muchos blancos estaban dispuestos a renunciar a sus privilegios y los negros estaban dispuestos a perdonar. Fue un cambio muy importante, pero en lo m¨¢s profundo las cosas no se transformaron. La brecha econ¨®mica es inmensa y esa desigualdad ha sembrado descontento, ira, amargura y desconfianza¡±, afirma Galgut.
La comisi¨®n para la verdad y la reconciliaci¨®n, en la que v¨ªctimas y verdugos ofrecieron sus testimonios ante el p¨²blico para tratar de alcanzar la justicia restaurativa despu¨¦s del apartheid, tambi¨¦n aparece mencionada en su novela. ¡°El pa¨ªs necesitaba s¨ªmbolos en ese momento de cambio, s¨ªmbolos como el propio Mandela. Y esa comisi¨®n fue tambi¨¦n m¨¢s simb¨®lica que real: poca gente particip¨® y por razones pol¨ªticas se ofreci¨® el perd¨®n. ?Es esa una manera de procesar el pasado?¡±, se pregunta Galgut. ¡°El trauma en Sud¨¢frica no se ha expresado. La mayor¨ªa de los que estaban en el ej¨¦rcito durante el apartheid no habl¨®, como tampoco los ni?os negros que crecieron en esos barrios con militares apunt¨¢ndoles a la cabeza. Es un pa¨ªs profundamente traumatizado que necesitar¨ªa muchos a?os de terapia¡±. ?La escritura es capaz de ayudar? ¡°Se ha escrito y se han documentado algunas cosas, pero sigue pesando un enorme silencio y una represi¨®n que mantienen el trauma vivo. Creo que eso explica el dram¨¢tico ¨ªndice de violencia que padece el pa¨ªs, algo que va m¨¢s all¨¢ de las calles o los guetos, que ocurre dentro de las casas, en todos las clases sociales y sin distinci¨®n de raza¡±.
No cree Galgut en el poder transformador de los libros ¡ª¡±las novelas no cambian el mundo, sino que ofrecen un testimonio de lo que se siente siendo un ser humano en un momento concreto¡±¡ª, pero s¨ª reconoce que las novelas en Sud¨¢frica han ayudado a desenterrar algunas cosas y cita Desgracia, del premio Nobel J. M. Coetzee. ¡°Habla de algo que si no existiera el libro, no ser¨ªa discutido. Y si sale el libro en una cena, la bronca est¨¢ asegurada. Ese libro est¨¢ muy cargado porque toca nervios con los que no estamos en contacto¡±.
En La promesa, Galgut dice que quiso reflejar esa ceguera que aflige a los sudafricanos blancos: ¡°No ven lo que se siente siendo un sudafricano negro, realmente son ajenos a esa realidad de la gente pobre¡±. La renuncia al privilegio est¨¢ en el coraz¨®n de su libro, y los personajes van tomando distintas posturas, pero ni siquiera la peque?a de los Swart sabe muy bien c¨®mo hacerlo. ¡°El color de la piel es un destino en Sud¨¢frica, y no puedes dejar de ser blanco o de haber pertenecido a la clase media. Es imposible escapar, por eso la soluci¨®n nunca puede ser individual, sino que es el Estado quien debe dirigir el cambio, aunque ahora no haya voluntad, ni visi¨®n, ni plan ninguno¡±. No ha querido dar una conclusi¨®n en su novela, ni ofrecer un final cerrado. ¡°Es f¨¢cil en la ficci¨®n tocar el lado emocional de los lectores, ofrecer una especie de catarsis que termina cuando cierran el libro, y ya no hace falta que sigan pensando en el problema. Yo me resisto a eso¡±.
Babelia
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