P¨¦rez-Reverte regresa a M¨¦xico con ¡®Revoluci¨®n¡¯, una novela de aprendizaje, amistad y lealtad en las fieras filas de Pancho Villa
El escritor acota su territorio literario al sur de R¨ªo Bravo, el Mediterr¨¢neo, los pa¨ªses ¨¢rabes y la vieja Europa
¡°?Afus¨ªlenlos de sargento parriba!¡±. El mandato del mayor Genovevo Garza, ficticio comandante de tropas de Pancho Villa y uno de los personajes principales de la nueva novela de Arturo P¨¦rez-Reverte, Revoluci¨®n (Alfaguara), que se pone a la venta el martes, estaba a la orden del d¨ªa durante la revoluci¨®n mexicana, un acontecimiento hist¨®rico de una inusitada violencia con episodios que parecen pura invenci¨®n por su desmesura. En ese arrebatador territorio de p¨®lvora, adrenalina, testosterona, sangre y tequila se mueve, incorporado por casualidad a las filas villistas, el protagonista de la novela, Mart¨ªn Garret, un joven ingeniero de minas andaluz de Linares reconvertido en dinamitero que vivir¨¢ grandes y peligrosas aventuras entre los revolucionarios.
P¨¦rez-Reverte vuelve de nuevo a M¨¦xico, escenario de La reina del sur y de otros textos como el relato Ojos azules, sobre el episodio hist¨®rico conocico como la ¡°noche triste¡±. ¡°M¨¦xico forma parte de mi geograf¨ªa personal, de mis escenarios vitales y literarios, que incluyen el mar Mediterr¨¢neo y el mundo ¨¢rabe¡±, se?ala a este diario, y recalca, tocando un tema que no suele, que su territorio de creaci¨®n, su ¨¢mbito, se circunscribe a esas regiones. ¡°Hasta el R¨ªo Bravo; no me interesa EE UU; y por el este, Marruecos, Libia, hasta Oriente Pr¨®ximo, L¨ªbano, Irak, Ir¨¢n¡ Tambi¨¦n Portugal, la Europa Vieja, ?frica negra, esa es mi franja; en cambio, Extremo Oriente nunca me ha llamado la atenci¨®n¡±. ?Porque ya est¨¢ ah¨ª Conrad? ¡°No s¨¦, por una cierta impenetrabilidad del oriental, que encuentro menos expresivo, con una resignaci¨®n que me es ajena y donde en general parece importar menos el individuo que la colectividad¡±. Pero en la India est¨¢ Kipling y se puede ser rey. ¡°No me siento aludido por la India, a m¨ª me encontrar¨¦is en un cafet¨ªn en Estambul, en T¨¢nger, en N¨¢poles, ah¨ª estoy en mi casa. Soy napolitano, tangerino, mexicano, marsell¨¦s, porte?o, pero no hind¨². En Bangkok, en Manila, en Bombay, en Tokio, no me siento parte, sigo siendo un extranjero, soy un extranjero en Asia¡±.
?Los Balcanes de Territorio Comanche? ¡°S¨ª, tambi¨¦n, y todos los escenarios de mis guerras como periodista, Nicaragua, Salvador, ?frica¡ podr¨ªa ser congole?o. He ido mucho a Argentina, incluso a la Ant¨¢rtida argentina¡±. En esa geograf¨ªa personal, con el Mediterr¨¢neo, el de sus navegaciones, el mar de Corsarios de Levante y El italiano, como uno de sus grandes centros, M¨¦xico destaca como otro gran hogar y destino. ¡°Lo conozco bien, comprendo M¨¦xico, donde no soy un turista, y al mexicano. A M¨¦xico, que forma parte de mi aprendizaje, un pa¨ªs que ayuda a entender la condici¨®n humana, con su crueldad y su dulzura, y a donde todav¨ªa voy para aprender, instal¨¢ndome en apostaderos de observaci¨®n como las cantinas, lo amo y lo comprendo, por eso me atrevo a escribir una novela mexicana, no soy un espa?ol que ha ido a hacer de M¨¦xico desde fuera¡±.
Novela esencialmente perezrevertiana, llena de acci¨®n y emoci¨®n, Revoluci¨®n contiene un emotivo, hermos¨ªsimo y deslumbrante canto a la amistad y la lealtad entre sombreros grandes, chaquetillas charras, cananas de cartuchos cruzadas, botas con espuelas, ametralladoras, guitarras que acompa?an La cucaracha o Adelita, y mucho peligro. ¡°No s¨¦, escribo y va saliendo, esos detalles, esos c¨®digos se filtran, aflora una mirada¡±, reflexiona el escritor. ¡°Es una novela de amistades y lealtades, y de aprendizaje. Como La flecha de oro, de Conrad, de la que he tomado la cita del principio. A Mart¨ªn la revoluci¨®n no le importa, no es su revoluci¨®n, no est¨¢ implicado ideol¨®gicamente. Te vinculas a la gente cuya sangre te salpica¡±.
El joven espa?ol se encuentra de bruces con la revoluci¨®n en Ciudad Ju¨¢rez como Fabrizio del Dongo con Waterloo, la misma curiosidad; y los acontecimientos le llevar¨¢n a evolucionar de una forma inesperada, participando en voladuras de puentes y de trenes, en cargas de caballer¨ªa con los dragones de Durango de la Divisi¨®n del Norte, afrontando pelotones de fusilamiento y emboscadas, y hasta un duelo. O buscando un oro perdido. ?Qu¨¦ escenario la revoluci¨®n mexicana! ¡°Es la primera del siglo XX, antes que la rusa, fue una novedad enorme, con el pueblo tomando las armas¡±. Se describe la guerra con el realismo caracter¨ªstico del autor. ¡°Hay una dosis de experiencia personal, el olor, el sabor de la guerra, haberla vivido ayuda mucho¡±.
Mart¨ªn es dinamitero en la desarrapada y solemne tropa villista, sonora especialidad cantada por Miguel Hern¨¢ndez y sublimada en Lawrence de Arabia, el emir dinamita. ¡°Y ah¨ª est¨¢ tambi¨¦n Robert Jordan, el protagonista de Por qui¨¦n doblan las campanas, y mis dinamiteros de L¨ªnea de fuego, hay toda una iconograf¨ªa. Me gusta esa figura, me interesa mucho, yo he visto los trenes volados por Lawrence en el desierto. He estudiado manuales de explosivos para la novela, he aprendido de mechas. El oficio me iba bien para darle entrada a Mart¨ªn en la tropa villista como agente externo, algo que justificara su adhesi¨®n a la bola, como llaman en M¨¦xico a la revoluci¨®n¡±. Subraya P¨¦rez-Reverte esa calidad de ajeno a las ideas revolucionarias del protagonista. ¡°No es un nihilista, y no es nada rom¨¢ntico, es un t¨¦cnico, racional, no tiene ideolog¨ªa, entra en la revoluci¨®n por curiosidad, es un observador fr¨ªo, el hombre que mira de Pascal. Sin implicaci¨®n emocional, un joven sin imaginario propio que desarrollar¨¢ su visi¨®n de la geometr¨ªa a partir de la experiencia de la guerra y la violencia, descubrir¨¢ claves que son m¨¢s f¨¢ciles de ver all¨ª que en la vida civilizada, y se vincular¨¢ por afecto a las personas en el torbellino de seres humanos de la revoluci¨®n. Se transformar¨¢ y al final en el simb¨®lico cruce del r¨ªo Bravo ser¨¢ alguien sin nada que ver con el del principio¡±. El novelista est¨¢ muy satisfecho de ese pasaje de la historia muy fordiano, y se?ala: ¡°Hay mucho John Ford y mucho cine del oeste en la novela¡±.
Elemento fundamental de Revoluci¨®n es el lenguaje, lleno de sonoros mexicanismos (¡°P¨ªquenle, muchachos! ?Denles padentro a esos putos!¡±, ¡°?Abran jijos de la chingada o entramos echando bala!¡±, ¡°orita mesmo denles reata, que aprendan a no venadear cristianos¡±, ¡°pos vamos a verlo, que pa luego es tarde¡±, ¡°?jole, es el mero mero¡±). ¡°Lo he trabajado mucho, leyendo libros de la ¨¦poca, el habla mexicana de ahora no es la misma de entonces y he vigilado no poner anacronismos. Las que uso son todas expresiones aut¨¦nticas¡±.
Mart¨ªn Garret, ebrio de M¨¦xico, tiene algo de un Gringo viejo a la inversa y en espa?ol, un gachup¨ªn joven, ?hay un homenaje en la novela a los que transitaron ese terreno de la revoluci¨®n mexicana, a Carlos Fuentes, al propio Ambrose Bierce, que se uni¨® a Pancho Villa en 1913 y desapareci¨® (por cierto a los 71 a?os, la edad que va a cumplir, en noviembre, P¨¦rez-Reverte)? ¡°No, como dec¨ªa, se van filtrando cosas, lecturas, no puedes evitarlo, pero no es deliberado. Volv¨ª a leer Gringo viejo y no me ha gustado tanto¡±. Pancho Villa es un secundario de lujo. ¡°Lo retrato como era, excesivo en todo, est¨¢ muy documentado, me invento muy poco en general. Las batallas son reales, las cargas con que desangr¨® Villa a su caballer¨ªa en Celaya contra los obregonistas fueron as¨ª¡±. Ah¨ª recuerda Villa a Napole¨®n en Waterloo, un Napole¨®n con toque de deg¨¹ello. ¡°No era un t¨¢ctico¡±, resalta el escritor. Emiliano Zapata sale en la novela, pero poco. ¡°Ten¨ªa que elegir, y eleg¨ª a Pancho Villa. Zapata es el indio triste, melanc¨®lico, Villa es el norte desaforado y bronco, de pasiones y mujeres, el norte es m¨¢s alegre que el sur de Zapata. Para el tipo de historia me iba m¨¢s el norte villista, la revoluci¨®n aparatosa, espectacular¡±.
Como siempre en P¨¦rez-Reverte, aparecen en Revoluci¨®n unos secundarios espl¨¦ndidos y que conforman el elenco cl¨¢sico de la aventura: los adversarios, con el ¡°apache cabr¨®n¡± Sarmiento y el oficial Jacinto (!) C¨®rdova a la cabeza, ¡°oponente, pero uno de los nuestros¡±; y las mujeres: la abnegada y conmovedora Soldadera, la ni?a pija Yunuen (con esa obsesi¨®n del novelista por los ojos azules), la periodista estadounidense corresponsal de guerra Diana Palmer¡ ?Diana Palmer!, ?es el nombre de la novia de El Hombre Enmascarado, el Fantasma de los tebeos! P¨¦rez-Reverte r¨ªe encantado. ¡°S¨ª, es un gui?o personal, fue mi primer amor, mi primer cosquilleo sexual rom¨¢ntico; hoy solo unos pocos nos acordamos de ella, como de Roberto Alc¨¢zar y Pedr¨ªn, El guerrero del antifaz, Flash Gordon o Pumby¡±.
P¨¦rez-Reverte, en la setentena, observa con pesimista realismo digno de sus personajes (¡±cuando esto acabe van a sobrar sombreros¡±) el paso del tiempo, y m¨¢s estos d¨ªas tristes. ¡°Vamos cayendo, estamos en primera l¨ªnea de fuego, y cada vez hay m¨¢s huecos en las filas¡±. Es f¨¢cil colegir que piensa en Javier Mar¨ªas. ¡°Lo hemos despedido muy bien, con un acto muy emocionante, con mucha gente¡±. Mar¨ªas era m¨¢s de Sigrid que de Diana Palmer. ¡°A m¨ª tambi¨¦n me gusta mucho Sigrid, que es rubia y tiene algo de Milady, pero Diana Palmer¡¡±. Tras los trompetazos de carga, el estr¨¦pito revolucionario, el rasgar de tela de la artiller¨ªa y los moscardones de las balas, el novelista se despide con un suspiro por el amigo y el recuerdo de los viejos tebeos.
Babelia
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