Sin sexo oral en la Edad Media
Un apasionante libro de la historiadora brit¨¢nica Katherine Harvey documenta lo que ocurr¨ªa entre las s¨¢banas en el medioevo: sorprenden muchas cosas
Cuando uno piensa en sexo medieval, en sentido estricto, vienen a la cabeza im¨¢genes de pel¨ªculas (desde luego no de El s¨¦ptimo sello): Morgana Le Fay (Helen Mirren) en Excalibur, de John Boorman, seduciendo a Arturo, a sir Gawain (?Liam Neeson!) y a Merl¨ªn (en este caso la hechicera revestida con una lasciva loriga tipo cors¨¦ que he visto que se subast¨® en 2019 por m¨¢s de 20.000 euros: qu¨¦ caro es el fetichismo art¨²rico). El estreno del novicio Adso (Christian Slater) con la campesina que encarna Valentina Vargas en El nombre de la rosa. La t¨®rrida relaci¨®n del normando C...
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Cuando uno piensa en sexo medieval, en sentido estricto, vienen a la cabeza im¨¢genes de pel¨ªculas (desde luego no de El s¨¦ptimo sello): Morgana Le Fay (Helen Mirren) en Excalibur, de John Boorman, seduciendo a Arturo, a sir Gawain (?Liam Neeson!) y a Merl¨ªn (en este caso la hechicera revestida con una lasciva loriga tipo cors¨¦ que he visto que se subast¨® en 2019 por m¨¢s de 20.000 euros: qu¨¦ caro es el fetichismo art¨²rico). El estreno del novicio Adso (Christian Slater) con la campesina que encarna Valentina Vargas en El nombre de la rosa. La t¨®rrida relaci¨®n del normando Chrysagon de la Cruz (Charlton Heston) con la doncella Bronwyn ¡ªque cautiv¨® a Cirlot¡ª en El se?or de la guerra. Eric (Tony Curtis) rasg¨¢ndole el vestido a Janet Leigh, talla 90 a ojo de buen cubero, para que reme mejor en Los vikingos. El estudiante Heron, de Foix (Assi Dayan) y la noble Claudia (Anjelica Huston) consumando su amor (libre) en una abad¨ªa desierta en plena jacquerie en la arrebatadora Paseo por el amor y la muerte; esa curiosa mezcla de marxismo, jipismo (se estren¨® en 1969) y Froissart, en la que los dos protagonistas (ella solo con 16 a?os) eran hijos de padres de a¨²pa: John Huston (el director del filme) y el general tuerto Moshe Dayan.
Probablemente, sean los m¨¢s recientes El reino de los cielos, para lo bueno, y El ¨²ltimo duelo, para lo malo, los filmes que m¨¢s nos han hecho reflexionar sobre c¨®mo era la sexualidad en el medioevo. En el primero, los encuentros amorosos del sonoro Bali¨¢n de Ibel¨ªn (Orlando Bloom) con la orientalizada, y que viva Edward Said, Sibila de Jerusal¨¦n (Eva Green) eran un canto a la fusi¨®n de culturas; mientras que la violencia que irradiaba el segundo, donde el torneo parec¨ªa empezar ya en la cama, te hac¨ªa pensar que en la Edad Media, con armadura hasta en casa.
En realidad, tenemos ideas imprecisas y contradictorias sobre el sexo en esa ¨¦poca. Y por eso resulta tan interesante el libro que traemos a colaci¨®n hoy, The Fires of Lust, Sex in the Middle Ages (Los fuegos de la lujuria, sexo en la Edad Media), de la historiadora brit¨¢nica Katherine Harvey (Reaktion Books, 2021). Un t¨ªtulo mucho m¨¢s incitador, hay que convenir, que La ¨¦poca de las catedrales o Guillermo el Mariscal, y que Duby me perdone. Ser¨¢ publicado en castellano por ?tico de los Libros el pr¨®ximo mes de abril.
Harvey empieza por cargarse algunos t¨®picos persistentes como creer que la Edad Media era un viva la virgen sexual como Juego de tronos, o lo del droit du seigneur, el derecho de pernada (que sale por cierto en El se?or de la guerra), o el cintur¨®n de castidad ¡ªotra imagen de pel¨ªcula: Monica Vitti (Boccadoro) produciendo un sonido met¨¢lico al sentarse enfadad¨ªsima tras ponerle a traici¨®n el artilugio su mosqueado marido antes de marcharse a las cruzadas¡ª. Pero al tiempo la historiadora advierte que es un error tambi¨¦n creer que la gente medieval (el libro se centra en el medioevo europeo de 1100 a 1500, aproximadamente) era como nosotros porque en ¨²ltima instancia el sexo sea un impulso humano universal. Asevera que, aunque el cuerpo humano y sus capacidades f¨ªsicas han cambiado m¨¢s bien poco en los ¨²ltimos milenios, s¨ª que ha habido transformaciones significativas en la forma en que ha sido visto el sexo y, por tanto, en c¨®mo se ha entendido y experimentado.
Entre las diferencias fundamentales, la tendencia medieval a enfatizar el rol activo (impl¨ªcitamente masculino) y pasivo (femenino). El sexo era algo que el hombre le hac¨ªa a la mujer. Matiza la historiadora que eso no significa que se esperara completamente que la mujer medieval simplemente yaciera de espaldas y pensara en Inglaterra, aunque, eso s¨ª, se consideraba significativo que el hombre penetrara y la mujer fuera penetrada. Hasta tal punto, que el sexo entre mujeres era considerado tal solo si una de ellas usaba un objeto para penetrar a la otra. Otro tipo de sexo entre mujeres era legalmente desconocido y parece que mucha gente no entend¨ªa realmente qu¨¦ pod¨ªan hacer entre ellas.
Se sab¨ªa menos de sexo que ahora que hay Internet y, por ejemplo, se suele afirmar que el cl¨ªtoris (que se esconde al parecer en algunos textos como kykyre o la bel chos) no fue descubierto (al menos no descubierto por los hombres, puntualiza Harvey) hasta el Renacimiento, como Am¨¦rica, que est¨¢ m¨¢s lejos. Tambi¨¦n, al parecer, la gente en la Edad Media se masturbaba poco, pues casi no hay evidencias; aunque uno no se imagina a Ivanhoe o Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n contando esas cosas.
M¨¢s motivos tenemos, dice la estudiosa, para creer que otras pr¨¢cticas relativamente comunes hoy era muy raras en el medioevo, ¡°notablemente el sexo oral¡±, se?ala, que no aparece por ning¨²n lado en las fuentes. ¡°Puede ser que le pareciera especialmente repugnante a una sociedad que asociaba la parte alta del cuerpo con Dios y la moralidad, mientras que la parte baja estaba ligada a la suciedad y el pecado. Poner la boca en contacto directo con los genitales lo que hac¨ªa era mancillar un ¨®rgano hecho para mejores cosas¡± (la boca, se entiende). Es posible que aqu¨ª jugara un papel la (falta de) higiene. En cambio, parece que era muy popular el coito femoral, o intercrural, con el pene entre las piernas de la mujer sin penetraci¨®n. Usado por parejas de hombres estaba, sin embargo, tan mal visto que en 1357 a Nicletus Marmanga y Johannes Braganza los sentenciaron a la muerte en la hoguera por practicarlo. Hacerlo con un sarraceno era mucho peor.
Condicionado por el cristianismo cat¨®lico romano y la medicina gal¨¦nica, el conocimiento sexual medieval estaba preocupado por asuntos como si Ad¨¢n y Eva ten¨ªan sexo en el para¨ªso (y valga la frase), si ella menstruaba antes de la Ca¨ªda o si ¨¦l ten¨ªa sue?os h¨²medos. No se crea que eran cuestiones menores, hasta le preocupaban a Hildegarda de Bingen y no digamos a San Agust¨ªn para el que todo sexo era pecado y el orgasmo te volv¨ªa tonto (y que viva la tonter¨ªa). Hab¨ªa tal obsesi¨®n con la virginidad (femenina) que la m¨ªstica Margery Kempe no pensaba m¨¢s que en ser virgen pese a haber tenido 14 hijos. No obstante, se cre¨ªa que desde el punto de vista de la salud algo de sexo le iba bien a la mujer, pues era de naturaleza fr¨ªa (seg¨²n la teor¨ªa de los humores medieval) y en el acto recib¨ªa calor. El desfloramiento era un momento crucial y se hac¨ªan test de virginidad, contra los que se inventaron m¨¦todos tan ingeniosos como que la novia se colocara sanguijuelas en la vagina el d¨ªa antes de la noche de bodas para enga?ar al marido con la efusi¨®n de sangre.
El sexo marital, si se realizaba correctamente, no se consideraba un obst¨¢culo a la salvaci¨®n, al entenderse muy juiciosamente que la abstinencia total de todos acabar¨ªa con la especie humana. Pero hab¨ªa que evitar poner excesivo empe?o (el hombre), pues eso se ten¨ªa por adulterio con la propia esposa. Hab¨ªa que cumplir (la mujer) con el deber marital y solo te pod¨ªas negar en algunos casos, como cuando tu marido estaba loco, en un lugar sagrado (si ten¨ªas sexo en una iglesia, hab¨ªa que volver a consagrarla) o cuando el esposo quer¨ªa cometer sodom¨ªa. Si tu marido estaba loco y quer¨ªa hacerlo en una iglesia por detr¨¢s (de ti, no de la iglesia) la ley estaba de tu lado para decir que nanay. No era excusa, en cambio ¡ªy de esto estar¨ªa muy contento Balduino IV de Jerusal¨¦n¡ª, que tu marido fuera leproso.
No exist¨ªa el concepto de violaci¨®n conyugal, y Katherin Harvey, la autora del libro, reflexiona que todas estas cosas mezcladas deb¨ªan causar sufrimiento a muchas mujeres. Cita el caso de una dispensa que dio el Papa Alejandro III a un hombre para que se volviera a casar despu¨¦s de haber da?ado de tal manera a su mujer en la noche de bodas, que qued¨® permanentemente incapaz de tener sexo.
La teor¨ªa m¨¦dica llegaba a considerar a la mujer un hombre defectuoso. La menstruaci¨®n estaba vista como algo repugnante y peligroso, pero la menopausia era a¨²n peor, pues se cre¨ªa que lo malo del cuerpo a partir de entonces se quedaba dentro. El semen se relacionaba con la sustancia del cerebro, en lo que estar¨ªan de acuerdo tantos curas que nos dec¨ªan que no pens¨¢bamos en otra cosa.
Exist¨ªa la creencia de que la magia te pod¨ªa convertir en impotente y las autoridades se tomaban el asunto muy en serio: en 1390 dos parisienses, Margot de la Barre y Marion la Droituri¨¨re, fueron sentenciadas a la hoguera por volver in¨²til al examante de la segunda con su nueva esposa. Se cre¨ªa que en el orgasmo la mujer tambi¨¦n produc¨ªa una semilla y que era necesario el cl¨ªmax casi simult¨¢neo (ellas primero) para que se realizara la concepci¨®n. Y pens¨¢bamos que lo m¨¢s raro de la Edad Media eran los cucuruchos de las princesas¡
Era creencia general que solo la posici¨®n del misionero conduc¨ªa a que la mujer se quedara embarazada con garant¨ªas e incluso se suger¨ªa que ¨¦l deb¨ªa permanecer encima al menos una hora, aunque se aburriera (y ella, ni digamos). Otras posiciones m¨¢s floridas pod¨ªan llevar a defectos f¨ªsicos en los hijos, e incluso la mujer pod¨ªa parir un sapo, que ya es susto. Particularmente mal visto estaban que la mujer se pusiera encima y el ya mencionado sexo por detr¨¢s, que parec¨ªa propio de los animales. Hab¨ªa la creencia de que si ten¨ªas gemelos es que hab¨ªas estado con dos hombres, lo que, visto bien, tiene su l¨®gica. El adulterio era a veces castigado con penas severas, incluso la muerte. En la alta Edad Media, el bestialismo se consideraba un delito menor, equivalente a la masturbaci¨®n, pero al avanzar el medioevo se fue agravando al oficializarse la creencia en las brujas y sus tratos con el demonio en forma de animal, hasta considerarse algo grav¨ªsimo, pecado y crimen de herej¨ªa. Se sol¨ªa entonces ejecutar al pecador y al animal.
Un caso interesante al respecto es el que cita Harvey de un artesano veneciano acusado de tener relaciones carnales con su cabra. El hombre, un tal Simon, adujo como atenuante que un accidente lo hab¨ªa dejado imposibilitado de tener relaciones con una mujer o de masturbarse. Fue examinado por un equipo de m¨¦dicos e incluso el juez autoriz¨® la intervenci¨®n de dos prostitutas que realizaron bastantes experimentos con Simon. Entre todos, concluyeron que pod¨ªa tener erecciones pero sin sensaci¨®n alguna. Se lo consider¨® sodomita con atenuantes. Fue marcado, apalizado y le cortaron una mano, pero escap¨® a la pena de muerte. Y Harvey apunta: ¡°El destino de la cabra se desconoce¡±.
La Europa medieval ten¨ªa ideas claras sobre la belleza femenina: entre los rasgos deseables estaba el pelo rubio, la piel blanca, las mejillas sonrosadas, una peque?a boca roja, miembros largos y cintura estrecha. Aunque se ha sugerido que solo eran maternales, hay amplia evidencia de que los pechos se ve¨ªan en t¨¦rminos sexuales: el ideal est¨¦tico eran los senos peque?os, redondos y firmes. As¨ª se representa a una de las mujeres f¨ªsicamente ideales de la Edad Media, Betsab¨¦ (a la que el rey David vio ba?¨¢ndose desnuda y con la que cometi¨® adulterio). Un pecho abundante acarreaba mala reputaci¨®n a la mujer y hay textos m¨¦dicos que explican m¨¦todos para reducirlo, nunca para aumentarlo, como frotarlo con sangre de test¨ªculos de lech¨®n. Hay evidencias de que las mujeres medievales usaban ropa interior que hac¨ªa que los senos parecieran m¨¢s peque?os.
En cuanto al hombre, el ideal era alto, fuerte, bien proporcionado y de piel p¨¢lida. El vello estaba considerado signo de virilidad, hasta el punto de que algunos hombres usaban barbas postizas y pocos se afeitaban. Se asum¨ªa generalmente que a las mujeres les gustaban los hombres bien dotados y en la literatura abundan las obsesionadas con los genitales masculinos. Exist¨ªa el mal de amores ¡ªpor ejemplo si te enamorabas de la belle dame sans merci o de la dama del unicornio (a ver c¨®mo vas a hacer el amor con un tapiz)¡ª y se recomendaba para paliarlo seguir un r¨¦gimen alimenticio y distraer la mente oyendo m¨²sica, pasando el rato con amigos, mirando jardines bonitos o gente guapa, y bebiendo.
Sorprende que en la Edad Media exist¨ªan castigos para la violencia sexual, aunque no se aplicaban mucho, recalca Harvey. Pese a que en muchas jurisdicciones la violaci¨®n estaba penada con la muerte, no se sabe, por ejemplo, de ning¨²n ingl¨¦s que fuera ajusticiado por esa causa en el medioevo. De hecho, sol¨ªa casarse al perpetrador con la v¨ªctima como una buena soluci¨®n¡ El resumen es que la Edad Media puede ser muy interesante en la cama, pero suerte que hemos pasado s¨¢bana; uy, p¨¢gina.