La revoluci¨®n interrumpida del m¨²sico Lucio Dalla
Una exposici¨®n invoca el legado cultural y art¨ªstico del cantautor italiano cuando se cumplen 10 a?os de su muerte
El d¨ªa que enterraron a Lucio Dalla (Bolonia, 1943-Montreux, 2012), unas 50.000 personas se congregaron en la plaza Mayor de Bolonia para decirle adi¨®s. El rito funerario, en la misma fecha que habr¨ªa cumplido 69 a?os, fue retransmitido en directo por la televisi¨®n italiana. La conmoci¨®n en el mundo de la cultura fue total. Se marchaba sin avisar ¡ªle mat¨® un ataque al coraz¨®n en un hotel de Montreux (Suiza)¡ª un gigante de la m¨²sica y las artes esc¨¦nicas. Pero no siempre fue as¨ª.
Dalla hab¨ªa sido un artista controvertido, dif¨ªcil de clasificar. Un tipo que vivi¨® del mismo modo que sonaba su m¨²sica, capaz de transitar entre el underground y el pop, entre la m¨²sica de calle y el jazz, como sus propias canciones demostraban. Pero 10 a?os despu¨¦s de su muerte, el impacto cultural y art¨ªstico es indiscutible y le coloca en los altares de los mayores cantantes de la segunda mitad del siglo XX italiano, como subraya una fant¨¢stica exposici¨®n en el Museo Ara Pacis de Roma, a pocos metros del mausoleo de Augusto, estos d¨ªas.
Nacido en una familia bolo?esa, criado por una madre muy religiosa a la que adoraba (qued¨® retratada en la portada de Cambio) y sin el padre, fallecido ya muy temprano (le describ¨ªa en Come ¨¨ profundo il mare), Lucio Dalla pas¨® del teatro callejero a la m¨²sica, y luego al cine y tambi¨¦n a la ¨®pera. Hizo de todo, y casi siempre bien. La exposici¨®n muestra desde el comienzo ese viaje a trav¨¦s de una cantidad ingente de objetos que acumul¨® y que explican a un personaje extra?o y genial, pero con tendencia a lo circense. Sus gafas, el clarinete, los sombreros. Y los ic¨®nicos trajes que Armani dise?aba especialmente para ¨¦l. ¡°La ropa de Giorgio se escucha con los ojos. Mi m¨²sica, en cambio, te viste para salir por la noche¡±, dijo Dalla a prop¨®sito de La boh¨¨me que hizo junto al dise?ador.
La exposici¨®n, que cuenta con el testimonio de 250 personas que tuvieron relaci¨®n con ¨¦l, descifra algunas de sus declinaciones, tambi¨¦n pol¨ªticas (siempre se declar¨® de izquierdas). Pero tambi¨¦n sus pesebres, una de las grandes pasiones que revelaban su religiosidad. Marcado por la devoci¨®n a su madre, vivi¨® siempre cerca de Bernardo Sanluigi Boschi, un sacerdote que ejerci¨® de confesor. Una fe que, probablemente, tambi¨¦n marc¨® la relaci¨®n p¨²blica que mantuvo con su homosexualidad, siempre relativamente oculta.
La explosi¨®n de Dalla
El momento que marc¨® la explosi¨®n de Dalla, recuerda Alessandro Nicosia, comisario de la exposici¨®n, fue cuando cant¨® su 4 de marzo de 1943 en la edici¨®n del Festival de San Remo de 1971, escrita durante su periodo de colaboraci¨®n con el fil¨®sofo Roberto Roversi. Aquel d¨ªa se vio a un Dalla estratosf¨¦rico que ten¨ªa el potencial de los grandes de la canci¨®n italiana y que terminar¨ªa coloc¨¢ndole al nivel de grandes artistas como Fabrizio De Andr¨¦ o el propio Franco Battiato, que falleci¨® ahora hace un a?o y medio. Nicosia recuerda que ¡°fue Gino Paoli quien lo convenci¨® para ir a San Remo y comenz¨® ah¨ª un camino que lo llev¨® a tener un gran ¨¦xito. Ah¨ª comenz¨® una carrera alucinante que incluy¨® una treintena de pel¨ªculas con grandes directores, como Los subversivos (1967), de los hermanos Taviani¡±. O metido en la piel de Sancho Panza en el Quijote de Mimmo Palladino (2006).
Dalla, sin embargo, siempre tuvo una relaci¨®n particular con la cr¨ªtica y la opini¨®n popular. No siempre buena. Piero Negri, escritor y cr¨ªtico musical, cree que, en parte, el m¨²sico fue enemigo de s¨ª mismo: ¡°Fue fundamental para el pop italiano, mucho m¨¢s all¨¢ de lo que puede parecer. Pero mientras Battiato fue muy venerado, ¨¦l quiz¨¢ no tiene la consideraci¨®n que merece. Deber¨ªa estar en el mismo altar que ¨¦l o D¡¯Andr¨¦. Pero en parte era culpa suya, porque tambi¨¦n era muy payaso, se presentaba de una manera a menudo un poco rid¨ªcula. Aunque formase parte de su personaje¡±. Al autor de Attenti al lupo (1990) o Piazza Grande (1972) le gustaban las bromas escatol¨®gicas, recuerda Negri. En su interfono de la casa del Trast¨¦vere romano ten¨ªa escrito: ¡°Comendador Catarro¡±. Ah¨ª pas¨® parte de su vida, aunque hubiese nacido en Bolonia y, en el fondo, pensase que pertenec¨ªa a N¨¢poles, una ciudad que amaba y cuya influencia puede verse en canciones como Caruso (1985).
En Roma, sin embargo, donde se traslad¨® apenas cumplidos los 18 a?os gracias a la notoriedad que adquiri¨® su Roman New Orleans Jazz Band, su primera etapa fue complicada. Vivi¨® en la pensi¨®n de una amiga de la madre en Ostia, a 30 kil¨®metros del centro de la capital. De modo que regres¨® a casa. En Bolonia, de nuevo, volvi¨® a construir su carrera con otra banda que le permiti¨® volver a Roma, establecer grandes amistades como la de Francesco De Gregori e instalarse en su casa del Trast¨¦vere, donde compuso al piano su legendaria La sera dei miracoli (1980), dedicada a la ciudad que le vio crecer como artista. Una canci¨®n que escribi¨® despu¨¦s de pasear por toda la ciudad con su Ducati Scrambler 250.
El impacto de su m¨²sica, desde un cierto momento, fue total. Toda una generaci¨®n de italianos creci¨® escuch¨¢ndole y viendo sus metamorfosis permanentes, con las que pod¨ªa ser desde un c¨®mico de calle a una suerte de Elton John italiano (con peluqu¨ªn incluido). Pero aquellas bromas, los apuntes de un mundo que cambiaba y que ¨¦l ve¨ªa por el retrovisor de un visionario, sol¨ªan ser serias. Unos cuantos incluso llamaron Futura a sus hijas, por aquella canci¨®n del ¨¢lbum Dalla (1980) que hablaba sobre los peligros de una guerra at¨®mica y de la idea de tener un hijo pese a los peligros que asolaban el mundo. ¡°Tiene una importancia hist¨®rica tremenda. Entre los setenta y los ochenta dominaba en Italia la influencia francesa para la canci¨®n popular y de Bob Dylan para el pop. ?l imprimi¨® un sello bastante propio con canciones como L¡¯anno che verr¨¤ (del ¨¢lbum Lucio Dalla, de 1979), Balla Balla Ballerino (de Dalla, 1980)¡±. Una revoluci¨®n interrumpida cuyos restos pueden verse ahora en Roma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.