¡®Hasta los huesos. Bones and All¡¯: can¨ªbales enamorados. Pues vale

Hace unos a?os me result¨® arduo o imposible ignorar una pel¨ªcula titulada Call Me by Your Name. El coro un¨¢nime de alabanzas induc¨ªan a pensar que supon¨ªa la llegada del mes¨ªas al cine moderno. La firmaba Luca Guadagnino y la protagonizaba un actor joven y desconocido llamado Timoth¨¦e Chalamet. Narraba una historia de amor a lo largo de un verano en un pueblo de la Toscana entre un se?or sofisticado y vivido y un chaval espabilado, coquet¨®n y presuntamente inquietante. Todo pretend¨ªa ser l¨ªrico y sutil. Pero fui inmune a su publicitado encanto. Con la excepci¨®n de una larga, memorable y emocionante secuencia en la que el comprensivo y racional padre del chaval le ped¨ªa a su hijo que no huyera por el miedo o el desconcierto de vivir a fondo esa relaci¨®n, de implicarse al m¨¢ximo en lo mejor que puede ofrecer la vida. Del resto, me olvid¨¦ inmediatamente. Tambi¨¦n contaban maravillas del actor que interpretaba al adolescente enamorado. A m¨ª me cay¨® mal. Hab¨ªa algo muy melifluo y cargante en ese listillo. ?nicamente me ha gustado en la muy bonita D¨ªa de lluvia en Nueva York. Woody Allen le ofreci¨® un personaje muy jugoso que ¨¦l interpret¨® mod¨¦licamente. El tal Chalamet ech¨® pestes de Allen cuando arreci¨® la tormenta medi¨¢tica sobre este, cuando productoras y editoriales renegaron de ¨¦l por acusaciones falsas, seg¨²n dos investigaciones. Pero bueno, el comportamiento de las ratas siempre ha sido el mismo en los naufragios. Y este actor joven que cultiva con mimo una imagen andr¨®gina (Bowie tambi¨¦n lo hac¨ªa, pero escucho su maravillosa m¨²sica y me da igual su metodolog¨ªa para cultivar la imagen) se ha convertido en una estrella absoluta. Sus infinitos admiradores sabr¨¢n el porqu¨¦.

Y se ha producido el ansiado reencuentro (para muchos y muchas, entre los que no estoy) entre Guadagnino y Chalamet en Hasta los huesos. Bones and All. Siguen mont¨¢ndoselo de rom¨¢nticos, aunque la naturaleza de los personajes no sea precisamente l¨ªrica. Aqu¨ª son can¨ªbales. Se reconocen por el olor de la sangre, andan muy solos y perdidos. Solo se calman devorando las v¨ªsceras del primer desgraciado que pillan. Y ya s¨¦ que el doctor Hannibal Lecter, que con lo que m¨¢s disfrutaba era zamp¨¢ndose un h¨ªgado humano acompa?ado de una botella de vino, adem¨¢s de hipnotizando o destruyendo dial¨¦cticamente a cualquiera que pretendiera adentrarse en su diab¨®lica mente, era un irrepetible seductor. No lo son la atormentada adolescente de esta pel¨ªcula y su novio punki.

Entiendes que se necesitan y se amen desesperadamente, pero pobre de aquellos que se crucen en su camino cuando tienen hambre. Recorren la geograf¨ªa menos est¨¦tica de su hermoso pa¨ªs, y Guadagnino filma su continuo viaje con un estilo visual y narrativo hermanado con el esp¨ªritu del cine independiente, alejado de los clich¨¦s de Hollywood. En el cine independiente existen buenas pel¨ªculas y numerosas e inanes tonter¨ªas. Aqu¨ª, sigo el problem¨¢tico camino de la enamorada pareja con inter¨¦s relativo. Aunque se amen hasta el infinito y m¨¢s all¨¢ y sean tan ¨ªntimamente vulnerables detr¨¢s de su ferocidad, no se me contagia excesivamente su pasi¨®n.

Sin embargo, mi inter¨¦s y mi inquietud aparecen cuando llena la pantalla un secundario de lujo llamado Mark Rylance. Era el conmovedor esp¨ªa ruso en El puente de los esp¨ªas. Aqu¨ª interpreta a un can¨ªbal anciano, desolado y perturbador, con inaplazable necesidad de sangre, pero tambi¨¦n de que la chica le haga un poco de caso y de compa?¨ªa. Cuando ¨¦l aparece me inquieta y me fascina. El resto me deja fr¨ªo.