Juan Antonio Giraldo, forjador de la luz y el espacio
La vida del artista canario, que falleci¨® a los 85 a?os, se centraba en el taller, como un alquimista, con horarios interminables, alejado de las relaciones pol¨ªticas que se manejaban en el entramado cultural
El pasado 19 de enero fallec¨ªa en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria el polifac¨¦tico artista Juan Antonio Giraldo Fern¨¢ndez de Sevilla (Villanueva de los Infantes, 1937). Aunque su obra m¨¢s reconocida es en el ¨¢mbito de la escultura y las vidrieras, cultiv¨® otros g¨¦neros como el dibujo, la pintura, la decoraci¨®n, la fotograf¨ªa, etc.
De formaci¨®n autodidacta, su primer acercamiento a la pintura fue en la juventud de la mano del pintor manchego Antonio Iniesta, en la localidad de Manzanares (Ciudad Real). Pero ser¨ªa un viaje por Europa a principios de los a?os sesenta lo que le llevar¨ªa a utilizar la escultura como principal medio de expresi¨®n. All¨ª descubri¨® la obra de la artista Marta Pan, la de Brancusi y Max Bill. En ese mismo viaje nace su inter¨¦s por las formas escult¨®ricas, por el modelado del espacio a trav¨¦s de la forja. En 1962 Giraldo contacta con Luis Garrido, fundador de Estampa Popular, y se relaciona con algunos de los miembros de este movimiento art¨ªstico, como fueron Jos¨¦ Ortega, Javier Clavo y Ricardo Zamorano.
En 1963 decide instalarse en Madrid. Comparte estudio a finales de los sesenta con varios j¨®venes, entre los que se encontraba Juli¨¢n Gil, reconocido pintor constructivista. All¨ª conoce al escultor Jos¨¦ Luis S¨¢nchez, incorpor¨¢ndose al taller en pr¨¢cticas. Con ¨¦l aprendi¨® la t¨¦cnica de los murales en hormig¨®n, as¨ª como el trabajo en bronce, de los que realiz¨® a?os despu¨¦s varios ejemplos en su estancia en las Islas Canarias, fijando su residencia en Gran Canaria a partir de 1968. En estos a?os, Giraldo ensaya una figuraci¨®n abstracta en bronce de sesgo informalista. En 1967 viaja a Holanda y es admitido en el Ateliers Academie 63 de Haarlem.
Aqu¨ª coincidir¨ªa con el escultor Nicolaas Visser, representante del constructivismo abstracto minimalista. Algunas obras del escultor manchego de finales de los setenta, como Siete (1976), Demos (1976), Oulu I (1978), recuerdan formalmente a las de Visser: una base de m¨¢rmol sirve de bandeja para soportar figuras de hierro. La calidad de las obras llev¨® a la cr¨ªtica del momento a interesarse por su producci¨®n. Cr¨ªticos y escritores como Eduardo Westerdahl, Jos¨¦ Hierro, Ignacio Vasallo, Giralt-Miracle, Rodr¨ªguez Aguilera, Zaya, Hern¨¢ndez Perera, etc. dedicaron art¨ªculos al estudio y an¨¢lisis sobre sus creaciones. Una de las revistas m¨¢s importante de aquellos a?os, Guadalimar, situ¨® la obra de Giraldo, a partir del rotundo ¨¦xito de la exposici¨®n en la Galer¨ªa Rayuela (Madrid, 1979), junto a la de los grandes escultores espa?oles del momento: Chillida, Serrano, Chirino y Jos¨¦ Luis S¨¢nchez. De esta exposici¨®n surge tambi¨¦n un primer contacto con la publicaci¨®n Cambio 16, que dos a?os despu¨¦s le har¨ªa un encargo para celebrar el aniversario del rotativo (1981). Para esta obra, realiz¨® uno de sus reconocidos m¨²ltiples.
En las siguientes d¨¦cadas que cierran el siglo XX, el trabajo de Giraldo llega a unas cotas de producci¨®n inimaginables que solo pueden entenderse por tres caracter¨ªsticas que, a nuestro modo de ver, definen la manera de trabajar del artista: dedicaci¨®n, disciplina y exigencia. Su vida se centraba en el taller, como un alquimista, con horarios interminables, alejado de las relaciones pol¨ªticas que se manejaban en el entramado cultural de aquellos a?os.
La participaci¨®n en la mayor feria de arte contempor¨¢neo en Espa?a, no es m¨¢s que otro ejemplo de la trayectoria del escultor. As¨ª, la Galer¨ªa Vegueta en ARCO 83, entre los artistas que represent¨®, adem¨¢s del propio Giraldo, estuvieron presentes Juan Bordes, Cruz Prendes y Garc¨ªa ?lvarez. Cuatro a?os m¨¢s tarde, en ARCO 87, volver¨ªa a participar a trav¨¦s de la Galer¨ªa Attiir, junto al pintor Jorge Ortega. En 1987 recibe el primer premio de escultura del Certamen Regional de Artes Pl¨¢sticas de Castilla la Mancha con la obra Titus Cop¨¦rnico II. En Villanueva de los Infantes dej¨® para la posteridad, situado en la Plaza Mayor del pueblo, su reconocible conjunto escult¨®rico del Quijote. Adem¨¢s de la escultura, las vidrieras, especialmente en edificios religiosos, marcan un hito en la arquitectura de esta tipolog¨ªa, como la realizada en el Templo Ecum¨¦nico (San Bartolom¨¦ de Tirajana) o el Banco de Espa?a (Santa Cruz de Tenerife). Sin duda, se ha ido uno de los grandes escultores de nuestro pa¨ªs, y especialmente, en el ¨¢mbito insular canario.
Antonio S. Almeida Aguiar es historiador licenciado en la Universidad de La Laguna y profesor en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
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