¡®Un d¨ªa como hoy¡¯: v¨ªdeo y m¨²sica electr¨®nica para recrear espacios de terror
El espect¨¢culo de Eduardo Polonio y Ana de Alvear nos transmite cosas terribles, como la orfandad de nuestras capacidades perceptivas
La m¨²sica electr¨®nica, como se denominaba en el origen, naci¨® a mediados del siglo pasado aportando un nuevo marco de reflexi¨®n sonora y no poca turbaci¨®n para aquellos que no sab¨ªan declinarla con el instrumentario convencional. Tras un par de d¨¦cadas en las que se realizaron un pu?ado de obras hoy piezas de museo, donde haya tales museos, que no ser¨¢ en Madrid, una generaci¨®n m¨¢s joven que la fundacional decidi¨® hacer de aquella novedad una nueva perspectiva de concierto. Eduardo Polonio (Madrid, 1941) fue uno de ellos y, a falta de museos, ¨¦l es ahora un museo vivo.
Polonio meti¨® pronto las narices en aquel juguete, rebautizado como ¡°m¨²sica electroac¨²stica¡± y ya a inicios de los setenta era el cincuenta por ciento de ALEA M¨²sica Electr¨®nica Libre. La otra mitad era el argentino Horacio Vaggione.
Todo aquello pas¨® como un suspiro, Polonio se traslad¨® de Madrid a Barcelona para terminar en Huelva, pero lo importante es que decidi¨® comprometerse con un modelo de evento en el que el maridaje con elementos visuales se convirti¨® en norma. Polonio ha realizado al menos ocho trabajos en di¨¢logo con v¨ªdeo, el octavo es el estreno de ayer, sin contar con algunas otras miscel¨¢neas. Pero tambi¨¦n ha realizado muchos m¨¢s con cine, proyecciones, performances y espect¨¢culos audiovisuales, convirti¨¦ndolo en el compa?ero ideal para toda clase de artistas pl¨¢sticos con veleidades de vanguardia, la de entonces y la de ahora.
La colaboraci¨®n con la artista Ana de Alvear es la segunda, aparte de alguna otra colaboraci¨®n en grupo; y las dos han sido presentadas y casi concebidas para las paredes del Auditorio 400 del Museo Reina Sof¨ªa. Es toda una proeza en lo que respecta a la videoartista, ya que las oscuras paredes que abrazan el Auditorio 400 son todo un desaf¨ªo para la luminosidad de la proyecci¨®n, y de nuevo Ana de Alvear sale triunfante de la prueba.
Casi desde una aparente simpleza, Un d¨ªa como hoy nos dice cosas terribles: la orfandad de nuestras capacidades perceptivas, nuestra indigencia para imaginar un universo a poco que se salga de nuestras escalas familiares de modo que lo muy grande y lo muy peque?o se convierten en espacios de terror. Para ello, Ana de Alvear y su c¨®mplice musical se adentran en la abstracci¨®n, campo habitual de tr¨¢nsito de Eduardo Polonio y su electroac¨²stica ¨¢spera y contundente, pero que para De Alvear es una notable aventura evolutiva. La artista comenz¨® su andadura desde el confort de la figuraci¨®n que ella llev¨® al v¨ªdeo con evidente pericia. En esta ocasi¨®n, su imaginer¨ªa se lanza hacia lo informal, im¨¢genes que evocan lo infinitamente grande o la propia constituci¨®n de nuestro cuerpo, pero que, en todo caso, inquietan. No es casualidad que un par de docenas de espectadores fueran saliendo de la sala seg¨²n avanzaba la ceremonia. No es miedo a un car¨¢cter vanguardista de la pieza, algo ya ampliamente superado, era miedo a la p¨¦rdida de referencias, al extra?amiento casi ontol¨®gico de unas formas inasibles. Pero, ese miedo resume toda la virtud de un trabajo de gran tensi¨®n, en lo pl¨¢stico y en lo musical.
Eduardo Polonio tiene un concepto casi sinf¨®nico del ruido, se despliega por el ¨¢mbito sonoro como una droga que atrapa y, en todo caso, que acoge como una arquitectura en la que habitar. Ana de Alvear, buena conocedora de la po¨¦tica de Polonio, le ha brindado la plasmaci¨®n visual de ese lugar de residencia, pero, ?ay!, una residencia que se escabulle, que muta antes de que podamos fijarla en el ¨¢mbito de nuestros deseos.
Se trata, en suma, de un trabajo de alta madurez, que aglutina fuerzas art¨ªsticas poco habituales en nuestros medios, y hago extensivo el m¨¦rito a la magia de la propia sala, el Auditorio 400, que mostraba anoche el aura de lo sagrado.
Babelia
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