¡®El estrangulador de Boston¡¯: la mujer, de v¨ªctima a investigadora en la nueva visi¨®n de los famosos asesinatos en serie

Trece mujeres fueron asesinadas en Boston entre los meses de junio de 1962 y enero de 1964. La m¨¢s joven ten¨ªa 19 a?os; la mayor, 85. La mayor¨ªa de ellas fueron agredidas sexualmente. Viv¨ªan solas y las puertas de sus hogares no estaban forzadas. Conclusi¨®n de los investigadores: conoc¨ªan al asesino. Sin embargo, nada parec¨ªa unirlas, salvo el hecho de ser v¨ªctimas de un criminal, y quiz¨¢ tambi¨¦n de un tiempo desolador para el g¨¦nero femenino en demasiados sentidos. En el a?o 1968, Richard Fleischer compuso El estrangulador de Boston, una magn¨ªfica pel¨ªcula, innovadora y arriesgada en lo formal, fruto de su tiempo tanto en el estilo como en el tono como, sobre todo, en el tratamiento de la mujer. ?nicamente aparec¨ªan en calidad de acosadas, de masacradas. La mujer, objeto pasivo.

Ahora, en 2023, Disney+ ha estrenado el nuevo El estrangulador de Boston, pel¨ªcula hom¨®nima que en modo alguno se trata de un remake, pues vira el punto de vista, el tono y hasta la investigaci¨®n, convirtiendo a la mujer en protagonista. Lo hace a trav¨¦s de dos personajes reales muy implicados en el enigma: Loretta McLaughlin y Jean Cole, dos reporteras del peri¨®dico Boston Record American, las primeras en conectar las muertes como obra de un asesino en serie, en determinados momentos por delante de la polic¨ªa en las investigaciones, y que adem¨¢s debieron lidiar con el desprecio de una parte de sus jefes de redacci¨®n, de sus compa?eros, de sus familias, de los comisarios encargados del caso y de la propia sociedad de Boston, que no entend¨ªan qu¨¦ hac¨ªan dos mujeres metidas en aquel fregado s¨®rdido, vicioso y no apto para sensibilidades femeninas. Es decir, una pel¨ªcula, una vez m¨¢s, muy de su tiempo. Del nuestro. La mujer, sujeto activo.

En el trabajo de Fleischer destacaba la utilizaci¨®n de las multiplicaciones de pantallas y de puntos de vista dentro de un mismo plano, tan propia de aquella ¨¦poca, que el director de la tambi¨¦n formidable El estrangulador de Rillington Place y de otro pu?ado de obras aguerridas y cortantes elev¨® hasta lo extraordinario. Adem¨¢s, arriesg¨® al otorgar a una estrella de Hollywood como Tony Curtis el miserable papel del asesino confeso, Albert DeSalvo (con pol¨¦mica, pues incluso hoy en d¨ªa siguen sin estar demostrada su autor¨ªa en algunos de los cr¨ªmenes), desviando en la segunda parte del relato la atenci¨®n hacia su vida de hombre casado y con hijos, hacia su psicolog¨ªa y hacia su turbio interior. En su segundo largometraje, Matt Ruskin, director de la nueva aproximaci¨®n, mantiene, sin embargo, el foco en las periodistas, aunque sin olvidar a DeSalvo, y aprovecha todas las investigaciones y juicios posteriores a la producci¨®n de Fleischer para aportar no solo una reveladora visi¨®n feminista, sino tambi¨¦n una teor¨ªa alrededor de los cr¨ªmenes en s¨ª, adem¨¢s de homenajear con respeto a la pel¨ªcula de 1967 y a Fleischer. Y lo hace intentando emular el tipo de fotograf¨ªa cruda, el tono de obsesi¨®n y la falta de respuestas de una obra maestra contempor¨¢nea: Zodiac. Consecuencia: como la pel¨ªcula de David Fincher supone palabras mayores, en la comparaci¨®n, seguramente injusta, sale perdiendo por demasiados cuerpos.

Ahora bien, pese a ello, no son pocas las virtudes de la versi¨®n de Ruskin, adem¨¢s de las apuntadas respecto de la visi¨®n feminista: unos textos muy potentes en lo period¨ªstico y atractivos en lo literario; la utilizaci¨®n del fuera de campo en la visualizaci¨®n de los cr¨ªmenes, para as¨ª huir de lo malsano y mostrar respeto por las v¨ªctimas; y el espinoso retrato del sufrimiento afectivo de la periodista interpretada por Keira Knightley, por meterse en tal fregado y no estar en casa cuidando de la familia. Y una frase que pulula por toda la historia, y que se cita expl¨ªcitamente para que nunca se nos olvide: ¡°Los hombres matan a las mujeres¡±.