Primo Levi, un suicidio envuelto en sombras
El escritor italiano Ferdinando Camon rescata en un libro sus ¨²ltimas conversaciones con el autor de ¡®Si esto es un hombre¡¯ y defiende la tesis de que su muerte fue accidental, en contra de la versi¨®n oficial
De vez en cuando hay que hacerle caso a George Tabori y tomarse el Holocausto con humor. El dramaturgo h¨²ngaro sol¨ªa citar la deferencia que mostr¨® su padre con un compa?ero de barrac¨®n ante la c¨¢mara de gas de Auschwitz: ¡°Despu¨¦s de usted, se?or Mandelbaum¡±. Tabori, que trabaj¨® en Hollywood, entender¨ªa que hall¨¢semos un parecido ra...
De vez en cuando hay que hacerle caso a George Tabori y tomarse el Holocausto con humor. El dramaturgo h¨²ngaro sol¨ªa citar la deferencia que mostr¨® su padre con un compa?ero de barrac¨®n ante la c¨¢mara de gas de Auschwitz: ¡°Despu¨¦s de usted, se?or Mandelbaum¡±. Tabori, que trabaj¨® en Hollywood, entender¨ªa que hall¨¢semos un parecido razonable entre el cine de Tarantino y Primo Levi. En filmes como Malditos bastardos o ?rase una vez en Hollywood, Tarantino se ha aficionado a la ucron¨ªa para reescribir las historias de la Alemania nazi y la familia Manson con un final feliz. No hay nada de ficci¨®n ucr¨®nica en la vida de Primo Levi, pero lo parece: Auschwitz, el campo de exterminio industrial de personas, no solo no le mat¨® sino que le salv¨® la vida en dos ocasiones y, con su supervivencia, los nazis dejaron escapar al mayor de sus enemigos, a un jud¨ªo que era un escritor brillante que construir¨ªa un monumento contra el olvido.
La primera vez fue en el Valle de Aosta. Levi se hab¨ªa unido a los partisanos sin saber cargar un fusil. Las milicias fascistas, tras capturarle en una acci¨®n de castigo, le condenaron a muerte. Se confes¨® jud¨ªo y le subieron en un tren de ganado rumbo a Auschwitz. Le tatuaron el n¨²mero 174517 en el antebrazo y sobrevivi¨® 11 meses como mano de obra esclava en el campo sat¨¦lite de Monowitz. La segunda vez fue al final de la guerra, cuando se acercaba el Ej¨¦rcito Rojo y las SS evacuaron el lager en pleno invierno. Se libr¨® de las marchas de la muerte porque tuvo suerte, estaba enfermo de escarlatina, desahuciado en su barrac¨®n. Sus bi¨®grafos apuntan incluso una tercera: Levi sufr¨ªa episodios de depresi¨®n cl¨ªnica, la condici¨®n de testigo de la barbarie nazi fue un est¨ªmulo vital que le salv¨® hasta el final.
Sucede que si aceptamos que lo ocurrido la ma?ana del 11 de abril de 1987 fue un suicidio, el final feliz de la no ucron¨ªa tarantiniana se rompe. Resulta dif¨ªcil esquivar la impresi¨®n de que fue una v¨ªctima en diferido del nazismo, de que se puede superar cualquier trauma salvo el de Auschwitz, cosido encima 40 a?os despu¨¦s como la estrella de David. Ese d¨ªa, a las 10:05, Levi abri¨® la puerta de su casa en Tur¨ªn, camin¨® por el rellano, abraz¨® la barandilla y cay¨® de un tercer piso por el hueco de la escalera. El impacto en el suelo de m¨¢rmol le mat¨® en el acto.
El atestado policial certific¨® el suicidio. El escritor italiano Ferdinando Camon, sin embargo, siempre ha defendido que fue una muerte accidental. En Si existe Auschwitz, no puede existir Dios (recientemente publicada por Altamarea, con traducci¨®n de Carlos Gumpert) recupera sus ¨²ltimas conversaciones con Levi e incluye una introducci¨®n firmada en 2014 en la que explica que el autor de Si esto es un hombre le envi¨® una carta poco antes de morir ¡ªla recibi¨® el 14 de abril¡ª llena de proyectos y expectativas (¡°m¨¢ndeme el art¨ªculo de Lib¨¦ration en cuanto salga, averig¨¹e si Gallimard quiere m¨¢s ejemplares de mis libros¡±).
El novelista veneciano, de 87 a?os, premio Strega con Un altar para la madre, ahora titubea. En su casa de Padua, dice: ¡°Me queda la duda, la explicaci¨®n del suicidio no me convence. Si se tir¨®, no lo hizo por su voluntad, sino porque ten¨ªa un vac¨ªo¡±. Y a?ade: ¡°Los que se suicidaban en los campos mor¨ªan porque la vida era un infierno, y la muerte era mejor que la vida. Si Levi se suicid¨®, fue por esto. El problema es que para Levi el lager era el pasado¡ Tal vez no era realmente pasado. Quiz¨¢s el lager nunca pasa¡±.
Philip Roth tambi¨¦n encontr¨® a Levi muy alegre y vitalista en septiembre de 1986 cuando lo visit¨® en Tur¨ªn. El espa?ol Adolfo Garc¨ªa Ortega reconstruy¨® en la novela El comprador de aniversarios (2002) las ¨²ltimas horas de Levi. En el libro crea un personaje memorable, el ni?o Hurbinek, que muri¨® en Auschwitz con tres a?os, a partir de una menci¨®n de Primo Levi en La tregua. ¡°Lo de Camon no es cre¨ªble ¡ªdice Garc¨ªa Ortega¡ª, m¨¢s all¨¢ de esa m¨ªnima duda sobre qui¨¦n se suicida en el hueco de la escalera. Levi, con su pasado y su exitoso presente como escritor, se enfrent¨® al s¨ªndrome del superviviente del Holocausto, una mezcla de depresi¨®n, culpabilidad y sin sentido vital. Conocemos su efecto porque varios escritores se enfrentaron a ese s¨ªndrome autodestructivo y eligieron acabar con sus vidas. Recuerdo ahora a Paul Celan y Jean Am¨¦ry. El suicidio fue un grito o denuncia personal que hemos de interpretar como heroicamente humana¡±.
Paul Celan perdi¨® a sus padres en un campo de exterminio de Transnistria. El poeta rumano, autor de Fuga de la muerte, poema can¨®nico del Holocausto, se arroj¨® al Sena en 1970. Jean Am¨¦ry avis¨® con tiempo y public¨® Levantar la mano sobre uno mismo, un tratado sobre la muerte voluntaria. Su bi¨®grafa Ir¨¨ne Heidelberger-Leonard cuenta que un estudiante, tal vez uno de tradici¨®n kantiana, le pregunt¨® por qu¨¦ hab¨ªa escrito ese libro y no se hab¨ªa suicidado. Am¨¦ry replic¨®: ¡°?Un poco de paciencia!¡±. El escritor austriaco y Levi convivieron en Auschwitz sin saberlo. Ambos murieron con 67 a?os. Am¨¦ry en 1978, en una suite del hotel ?sterreichischer Hof de Salzburgo tras ingerir un botiqu¨ªn de barbit¨²ricos.
Levi no dej¨® nota alguna, solo la lista de la compra, pero los suicidas no dejan cartas de despedida. Sus admiradores han especulado como forenses sentimentales sobre la indiscreci¨®n del m¨¦todo, en el lugar m¨¢s visible y doloroso para su familia, un rellano donde convergen lo ¨ªntimo y lo p¨²blico en su casa en el Corso Re Umberto, donde naci¨® y residi¨® siempre. Como qu¨ªmico experimentado pudo haber optado por la qu¨ªmica.
Antonio Mu?oz Molina ha caminado por el Corso Re Umberto buscando el n¨²mero 75. El autor de Sefarad y del pr¨®logo de la Trilog¨ªa de Auschwitz de Levi dice: ¡°Me parecer¨ªa un acto entre de soberbia e irresponsabilidad cargar de un sentido excesivo (y negativo) el posible suicidio de Primo Levi. ?C¨®mo podemos juzgar a quien ha sufrido infinitamente m¨¢s que nosotros? Para m¨ª, que Levi se suicidara, cosa que como sabemos no es del todo segura, no invalidar¨ªa ni su lucha, durante tanto tiempo solitaria, por atestiguar el horror, ni su vindicaci¨®n de la racionalidad y la bondad frente a la barbarie¡±. Y recuerda que, al leer Los hundidos y los salvados, encontraron ¡°una nota abismal de amargura y cansancio, incluso esa terrible llamada de la oscuridad que hay al final, cuando la voz del kapo sigue sonando en los sue?os¡±.
Para el bi¨®grafo Ian Thompson, que no duda del suicidio, citar a Auschwitz como desencadenante es una convenci¨®n rom¨¢ntica. Descarta el patr¨®n escritor-jud¨ªo-superviviente que, tras dedicarle su obra a los campos nazis, elige el suicidio. No fue Auschwitz quien lo mat¨®, fue la depresi¨®n. Y en esta participaron muchos factores, desde la qu¨ªmica intr¨ªnseca de Levi, hasta su pasado, su p¨¢nico a la senilidad o la enfermedad de su madre.
La trascendencia de su muerte elev¨® su estatus como escritor. Camon arremete contra las grandes editoriales que rechazaron publicarle hasta ese d¨ªa, en especial la prestigiosa Gallimard. Camon les hab¨ªa insistido. Tras el 11 de abril el lac¨®nico rechazo (¡°Ferdinando, es que no nos gusta¡±) se transform¨® en un aullido desesperado (¡°Ferdinando, por favor, transmita este mensaje a la se?ora Lucia [esposa de Levi] y a la editorial Einaudi: Gallimard est¨¢ dispuesto a contratar todos los libros de Levi que est¨¦n disponibles¡±).
¡°Auschwitz existe, de modo que Dios no puede existir¡±, le dijo Levi a Camon. Y anot¨® a l¨¢piz en la revisi¨®n final del libro: ¡°No encuentro soluci¨®n al dilema. La busco, pero no la encuentro¡±.