Luis Chitarroni, una forma de la generosidad
El escritor y editor interpret¨® un papel importante en la renovaci¨®n de la literatura argentina que tuvo lugar a mediados de la d¨¦cada de 1990
Luis Chitarroni naci¨® en Buenos Aires el 15 de diciembre de 1958 y muri¨® en esa ciudad el 17 de mayo de 2023. Una vida puede ser narrada de muchos modos ¡ªincluso sumarialmente, como aqu¨ª, con dos fechas y uno o dos nombres de ciudades¡ª, pero la de Chitarroni no puede ser contada sin hablar de los libros: de los que escribi¨® ¨¦l mismo ¡ªSiluetas (1992), El carap¨¢lida (1997), Peripecias del no (2007), Mil tazas de t¨¦ (2008), La noche polite¨ªsta (2019), Breve historia argentina de la literatura latinoamericana (a partir de Borges) (2019), Pasado ma?ana (2020)¡ª, de los que hizo como antologador ¡ªLa muerte de los fil¨®sofos en manos de los escritores (2009), La carta perdida (2022)...¡ª de los que public¨® como editor, de los muchos, realmente muchos, que ley¨® y de los que habl¨®.
Buena parte de los autores que le interesaban ¡ªsin embargo, tan solo la punta del iceberg¡ª estaban ya en Siluetas, su primer libro: Benjamin Constant, Georg B¨¹chner, Sous¨¢ndrade, Gerard Manley Hopkins, Italo Svevo, Charlotte Mew, Andrei Bieli, Max Beerbohm, Ford Madox Ford, Catalina de Erauso, Oliver St. John Gogarty... Chitarroni hab¨ªa trazado sus perfiles para la revista argentina Babel y se propuso reunirlos en un libro ¡°como una especie de Sgt. Pepper¡¯s Lonely Hearts Club Band, una reuni¨®n en la que los invitados ¡®hacen rostro¡¯ y a la que si? asisto¡±; seguramente muchas de estas referencias son ignoradas por quien lee esto, as¨ª como, quiz¨¢s, tampoco le digan nada ya los nombres de Francisco Porr¨²a y Enrique Pezzoni, los dos extraordinarios editores junto a los que Chitarroni se form¨®. Antes de que alguien formule la habitual acusaci¨®n de pedanter¨ªa, hay que decir que en sus libros ¡ªy muy especialmente en la conversaci¨®n con ¨¦l¡ª estos nombres no aparec¨ªan para reclamar un territorio y un prestigio, sino porque Luis cre¨ªa acertadamente ¡ªcomo Jorge Luis Borges, como tantos otros¡ª que nuestra cultura, al igual que el lenguaje, es un vasto sistema de citas y sent¨ªa placer en citar, que es una forma de compartir. Como escribi¨® Diego Erlan: ¡°Tener la oportunidad de hablar con Luis Chitarroni era una experiencia extraordinaria: por la generosidad de escucharte y de tomar lo que uno dec¨ªa para expandirlo con referencias de las que uno no ten¨ªa ni idea¡±. Yo descubr¨ª gracias a su Siluetas a Djuna Barnes, a William Gerhardie y a Junichir? Tanizaki, por ejemplo: fueron descubrimientos importantes para m¨ª, que alteraron de forma perceptible mi manera de leer, de concebir la literatura y sus potencias, de pensar en los libros que por entonces ya quer¨ªa escribir.
No es necesario decir que este tipo de generosidad es poco frecuente. Como editor, Chitarroni interpret¨® un papel importante en la renovaci¨®n de la literatura argentina que tuvo lugar a mediados de la d¨¦cada de 1990, cuando public¨® en la editorial Sudamericana a C. E. Feiling, Fogwill, C¨¦sar Aira, Ricardo Piglia, Daniel Guebel, Rodrigo Fres¨¢n, Mar¨ªa Martocia, Luis Guzm¨¢n, Alan Pauls y Mar¨ªa Negroni, entre otros. Volver¨ªa a ampliar, a enriquecer nuestra perspectiva como lectores una d¨¦cada despu¨¦s, publicando en La Bestia Equil¨¢tera a Muriel Spark, David Markson, Alfred Kubin, Arno Schmidt, Julian Maclaren-Ross y Alfred Hayes, entre otros. Como escritor, Chitarroni tambi¨¦n ocup¨® una posici¨®n intermedia: sus libros ¡ªdeliberadamente elusivos, ir¨®nicos, prodigiosos¡ª nos hablan de una ¨¦poca en la que la mayor parte de los escritores produc¨ªa su obra a despecho de las modas y con una voluntad de estilo que se opon¨ªa impl¨ªcitamente a las demandas de transparencia, accesibilidad y masividad del mercado literario; tambi¨¦n nos recuerdan que los escritores sol¨ªan leer mucho y hacerlo sin prestar demasiada atenci¨®n al sitio de procedencia de los escritores. Dos cosas que tienden a no ser habituales ya en la literatura argentina. En palabras de Daniel Gigena: ¡°Todo lo que escribi¨® [...] fue una incesante tentativa de saldar las deudas con los libros de otros, una dilapidaci¨®n sin c¨¢lculo ni medida¡±. Con sus libros, Chitarroni nos hizo adquirir tambi¨¦n a nosotros el ¨²nico tipo de deuda que vale la pena tener. No solo por eso, sino tambi¨¦n por su pasi¨®n por la literatura, por su sentido del humor, por su generosidad, por su inmenso talento, el vac¨ªo que deja en esa literatura y en las vidas de quienes fuimos sus lectores y sus amigos es enorme.
Babelia
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