Muere Cormac McCarthy, gran novelista del Estados Unidos m¨¢s oscuro
El autor de ¡®La carretera¡¯, que ha fallecido con 89 a?os, era uno de los escritores m¨¢s destacados de su generaci¨®n gracias a libros como ¡®No es pa¨ªs para viejos¡¯ o ¡®Meridiano de sangre¡¯
Cormac McCarthy falleci¨® ayer en su casa de Santa Fe, Nuevo M¨¦xico, a los 89 a?os. Su fallecimiento fue anunciado en un comunicado de su editorial, Penguin Random House, que no dio una causa espec¨ªfica. El lugar de McCarthy en la literatura de su pa¨ªs es irrepetible. Uno de los rasgos definitorios de su obra narrativa es su capacidad para explorar a fondo el lado oscuro de la naturaleza humana. Lo hizo en una docena de novelas asombrosas que ten¨ªan tanto de po¨¦tico y conmovedor como de brutal, lo cual convert¨ªa la lectura de sus obras en una experiencia est¨¦tica tan potente como desgarradora, pero a la postre redentora, por lo que en el fondo era una fe profunda en los valores del humanismo y en la capacidad del arte para reafirmarlos.
En su trayectoria cabe distinguir varias fases. En la primera, la m¨¢s enigm¨¢tica y oscura, figuran novelas como la semiautobiogr¨¢fica Suttree, ambientada en los bosques de Tennesse, y el paraje urbano de Knoxville. Esta etapa de la trayectoria de McCarthy se cierra con una obra maestra absoluta, Meridiano de sangre. De lectura hipn¨®tica, aunque capaz de expulsar a muchos por la desolaci¨®n salvaje de las im¨¢genes, esta novela da la medida de su talento. Para Harold Bloom, era una de las mejores novelas norteamericanas de todos los tiempos, heredera directa de lo que logr¨® Melville en sus propias indagaciones acerca de la naturaleza del mal. El protagonista, el Juez Holden, es la reencarnaci¨®n de Ahab, el centro de gravedad de Moby Dick. No es literatura para pusil¨¢nimes. En un momento dado, las huestes sanguinarias que desfilan por sus p¨¢ginas se encuentran con un ¨¢rbol de cuyas ramas penden los cuerpos ensartados de numerosos beb¨¦s.
Naci¨® en Providence, Rhode Island, en 1933, era uno de los cuatro grandes nombres que definieron el curso de la literatura norteamericana de nuestro tiempo, junto con Don DeLillo, Thomas Pynchon y Philip Roth. El cuarteto, validado por figuras como Harold Bloom y David Foster Wallace, es problem¨¢tico, pues ancla el c¨®digo est¨¦tico exclusivamente en figuras masculinas, de raza blanca y heterosexuales. Debe interpretarse como un signo de car¨¢cter apocal¨ªptico, el mismo que preside su obra.
Con ¨¦l desaparece otro de los pilares de una forma de entender la literatura que resulta ya insostenible. Pese a todo, la lectura de McCarthy sigue siendo imprescindible, por la grandeza de su escritura y lo honesto de su radical indagaci¨®n acerca de la naturaleza humana. Su desaparici¨®n deja un vac¨ªo muy profundo. Reservado, solitario, celoso de su intimidad hasta el paroxismo, Cormac McCarthy formaba parte del c¨ªrculo de reclusos literarios legendarios sobre los que, a fuerza de desde?arlo, llov¨ªa cuanto codician la inmensa mayor¨ªa de sus compa?eros de oficio: dinero, fama, atenci¨®n, la veneraci¨®n del p¨²blico y los medios. Al igual que J. D. Salinger o Thomas Pynchon, Cormac McCarthy escrib¨ªa de espaldas a los lectores, ignorando modas y exigencias comerciales, fiel exclusivamente a s¨ª mismo y a las exigencias de su vocaci¨®n art¨ªstica. Es la valent¨ªa de una postura as¨ª lo que se debe valorar.
Hasta poco antes de cumplir 60 a?os fue pobre de solemnidad. Viajaba en una camioneta destartalada, escrib¨ªa en habitaciones de motel, e incluso se cortaba a s¨ª mismo el pelo cuando lo necesitaba. Sus libros vend¨ªan entre 2.000 y 3.000 ejemplares en el mejor de los casos, pese a la inmensa altura literaria de todos ellos, entre los que figuraban varias obras maestras. La cr¨ªtica seria vio desde el primer momento que McCarthy estaba a la altura de lo mejor que hab¨ªa dado la literatura estadounidense.
La segunda fase de su obra se inicia con un cambio significativo. Con la publicaci¨®n de Todos los caballos hermosos (1992), primer volumen de su Trilog¨ªa de la Frontera, la vida del novelista experiment¨® un giro inesperado. Le empezaron a llover premios. Sus libros se llegaron a vender por millones. Hollywood empez¨® a cortejarlo. Instigado por su agente, concedi¨® la primera entrevista de su vida. Inc¨®modos con su celebridad, muchos de sus seguidores se sintieron traicionados, y es cierto que, aunque el m¨¦rito literario de la trilog¨ªa es innegable, al entrar en una zona m¨¢s luminosa, la obra de McCarthy perdi¨® algo de fuerza. Ciudades de la llanura, ¨²ltimo volumen de la trilog¨ªa, se edit¨® en 1988.
Futuro postapocal¨ªptico
Entrado el siglo XXI, McCarthy public¨® No es pa¨ªs para viejos (2005) y La carretera (2006). Con La carretera, narraci¨®n situada en un futuro postapocal¨ªptico en el que Estados Unidos aparece como un pa¨ªs habitado por supervivientes entregados a pr¨¢cticas nefandas como el canibalismo, Cormac McCarthy obtuvo el Premio Pulitzer y se gan¨® aparecer en el programa de televisi¨®n de Oprah Winfrey. McCarthy acept¨® de buen grado la invitaci¨®n. Algo parec¨ªa haber cambiado en el hasta entonces huidizo escritor. La noche de la gala de los Oscar, donde triunf¨® No es pa¨ªs para viejos, pel¨ªcula en la que Javier Bardem desempe?a un papel inolvidable que le vali¨® el Oscar al mejor actor de reparto, acudi¨® acompa?ado de su hijo de ocho a?os. La carretera fue llevada al cine dirigida por John Hillcoat, y protagonizada por Viggo Mortensen, Charlize Theron y Robert Duvall.
Siguieron 16 a?os durante los que McCarthy no public¨® nada, aunque todo ese tiempo estuvo escribiendo sin cesar. Cada d¨ªa acud¨ªa al Instituto de Santa Fe, donde era el ¨²nico escritor en un mundo ocupado exclusivamente por cient¨ªficos. Fue su acercamiento a la ciencia lo que defini¨® un extra?o cambio de personalidad. Para entonces, Cormac McCarthy ya no era due?o de s¨ª mismo. Hab¨ªa entrado en la leyenda.
La publicaci¨®n simult¨¢nea de El pasajero y Stella Maris supon¨ªa un nuevo tipo de reto. Como dijo Czeslaw Milosz cuando hablaba del ¡°segundo espacio¡±, McCarthy hab¨ªa pasado ya al otro lado de la vida, y escrib¨ªa desde all¨ª. No todos fueron capaces de seguirle, aunque hubo entre sus lectores adhesiones tan apasionadas como siempre. Son, con todo, dos grandes libros, pese a sus irregularidades.
Con McCarthy no solo se va un gran narrador, tambi¨¦n desaparece una manera de enfrentarse a la oscuridad con las armas m¨¢s dif¨ªciles de sostener, las que se enarbolan en nombre de un ideal ajeno a las leyes que gobiernan el mundo.
McCarthy, en seis obras
Hijo de Dios (1973). Tercera novela de McCarthy, en ella el autor desciende a lo más sórdido del paisaje mental americano que tan bien plasmó, y abrazó la violencia como elemento catártico de su literatura.
Suttree (1979). Monumental, excesiva y abismal, la novela narra la vida de Cornelius Suttree y su relación especular con el río Tennessee y, por extensión, con el país por el que ese río discurre.
Meridiano de sangre (1985). Un wéstern gótico, brutal y desesperanzado que captura la enfermedad de las armas que enfervorece EE UU y nos deja al juez Holden como uno de los grandes personajes de la literatura del siglo XX. Quizá el mejor trabajo de su autor.
Trilogía de la frontera I. Todos los hermosos caballos (1992): ganadora del National Book Award, en este trabajo McCarthy vuelve al wéstern, pero con un giro romántico que lo asemeja a narraciones más clásicas y lo acercó al público. No es país para viejos (2005): un relato de resonancias filosóficas que, sin embargo, adapta la forma de un thriller dislocado. Situado en un contexto más actual, la brutalidad vuelve a hacer acto de presencia y lega a la posteridad el inmoral personaje de Anton Chigurh. La carretera (2006): retrato de una sobriedad infinita, sigue las andanzas de un padre y un hijo en un mundo desolado por la tragedia. Dedicado a su hijo, el escritor se negaba a firmar ese libro, con el que ganó el Pulitzer
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