C¨®mo la tecnolog¨ªa coloniz¨® nuestros cuerpos, mentes y almas
En ¡®Desconexi¨®n¡¯, la periodista y escritora irlandesa Roisin Kiberd disecciona con humor y desde la primera persona la deriva de las relaciones, el trabajo y la identidad personal en la era de internet
Tarde o temprano, todo se acaba quedando viejo. Pero si algo decae con una velocidad vertiginosa, a un ritmo dif¨ªcilmente aprehensible, eso es el periodismo tecnol¨®gico. Un d¨ªa estamos leyendo sobre el espurio papel de Facebook en la elecci¨®n de Donald Trump como presidente de EE UU y al otro ya nadie se acuerda de la web que un d¨ªa parece que gobern¨® los designios del planeta. Hoy Twitter pertenece a un milmillonario con verborrea y ma?ana qui¨¦n sabe si se podr¨¢ seguir hablando en la plataforma. En un entorno de obsolescencia desbocada, el libro de la periodista y escritora irlandesa Roisin Kiberd Desconexi¨®n (Alpha Decay) ofrece un remanso de calma proyectada bajo la luz azul. No es que lo que cuenta no resulte inquietante ¡ªal contrario, estamos hablando de redes, mentiras y vigilancia¡ª sino que est¨¢ escrito con la intenci¨®n de dejar poso. Y funciona.
?La clave? ¡°Que el libro es 50% personal y 50% cr¨ªtica cultural, porque creo que esa es la manera m¨¢s exacta y honesta de contar la historia de la vida con internet en nuestro tiempo¡±, explica Kiberd (Dubl¨ªn, 34 a?os) al otro lado de la pantalla, sentada en la mesa de una cocina de muebles blancos. Bordeando los detalles particulares, sus textos hablan de una forma de vida. Y, sobre todo, evitan ¡°hacer predicciones sobre el futuro¡±: ¡°Ah¨ª es donde la escritura sobre tecnolog¨ªa envejece realmente mal¡±, asegura la autora.
Publicados originalmente en ingl¨¦s hace varios a?os, la decena de ensayos que componen Desconexi¨®n deconstruyen las tribulaciones de una mujer joven que intenta ganarse la vida como periodista tecnol¨®gica en Londres y Dubl¨ªn, un Silicon Valley a la europea donde se encuentran instaladas las sedes de todas las grandes compa?¨ªas tecnol¨®gicas, de Google a Amazon. Kiberd no puede dormir, tiene problemas de des¨®rdenes alimenticios y, dada la precariedad de su trabajo, pasa temporadas viviendo en casa de sus padres. Acude cada noche al gimnasio, cada vez hasta horas m¨¢s intempestivas, cada vez m¨¢s machacada. Ingiere cantidades industriales de una bebida energ¨¦tica atiborrada de cafe¨ªna y va probando suerte con los hombres encadenado citas concertadas mientras arrastra el dedo a trav¨¦s de aplicaciones. ¡°Creo que la buena escritura est¨¢ siempre en di¨¢logo con su tiempo, pero tambi¨¦n accede a algo universal¡±, argumenta la autora. ¡°Con el libro, quer¨ªa alcanzar un nivel de verdad que es accesible a trav¨¦s de la literatura pero que quiz¨¢ no est¨¢ disponible en la vida real. Y que viene de tomar el punto de vista personal y el macro y preguntarle al lector: ?t¨² tambi¨¦n sientes esto?¡±.
La narraci¨®n de Desconexi¨®n arranca precisamente en ese punto de abrasi¨®n que seguramente todos hemos padecido en alg¨²n momento frente al m¨®vil o el ordenador. Solo que, en el caso de Kiberd, la angustia y el vac¨ªo que le provocaron los d¨ªas (y noches) de scrolls interminables y miradas fijas en ese espejo deformado que es la pantalla la llevaron a intentar quitarse la vida con pastillas. Todo esto lo cuenta con seriedad, pero tambi¨¦n con una pizca de sal. El libro al completo est¨¢ atravesado por la iron¨ªa y el sentido del humor, quiz¨¢ la ¨²nica forma sana de abordar estas cuestiones.
¡°Cuando me diagnosticaron inestabilidad emocional, el documento que me dio el m¨¦dico enumeraba cosas como adicci¨®n a Twitter, ascenso de la alt-right [derecha alternativa], 4Chan y cosas as¨ª [se r¨ªe]¡ Todas esas cosas horribles que se me estaban metiendo dentro, quiz¨¢ hasta un nivel irracional, francamente¡±, recuerda. ¡°Desde entonces, he trabajado un mont¨®n y he ganado mucha perspectiva. En lo que respecta a mi relaci¨®n con internet, dir¨ªa que todav¨ªa estoy proces¨¢ndola, pero ya no ejerce sobre m¨ª ni mucho menos el mismo control que antes. Mi vida personal, mis relaciones, mi carrera¡ todo lo he movido en una direcci¨®n diferente¡±.
Encapsulada en las experiencias de su autora, la idea que transmite el libro es que nuestros cuerpos, mentes y almas est¨¢n hoy en d¨ªa atravesados ¡ªpor no decir colonizados¡ª por la tecnolog¨ªa. ¡°Cuanto m¨¢s pensaba en lo que Shoshana Zuboff llama ¡®el capitalismo de vigilancia¡¯, m¨¢s me daba cuenta de dos cosas: una, que las plataformas reclaman todos los aspectos de tu humanidad, incluido tu pasado, tu futuro y hasta el tiempo antes de que te registraras¡±, explica Kiberd, que pone como ejemplo la capacidad de Amazon de predecir embarazos incluso antes de que lo sepan las propias mujeres. ¡°Y otra es que, como tambi¨¦n dice Zuboff, la tecnolog¨ªa se parece a la Iglesia cat¨®lica: es un imperio en expansi¨®n que instila tal control y miedo, pero tambi¨¦n tal esperanza, sobre la gente que lo sigue, que incluso aunque no lo tengas en el cerebro, dejas que se te meta en el cerebro¡±.
Nos relacionamos y amamos a trav¨¦s de plataformas, ponemos nuestra salud mental al l¨ªmite en una constante comparaci¨®n con los otros y llegamos a modificar nuestro aspecto f¨ªsico en funci¨®n de expectativas irreales. ¡°Durante la pandemia, cuando todos viv¨ªamos en l¨ªnea, la gente se hizo m¨¢s cirug¨ªas y empez¨® a alterar su cuerpo¡±, ejemplifica Kiberd, que tambi¨¦n documenta en sus textos el desequilibrio de g¨¦neros que impera en algunos rincones de la red, como las aplicaciones de citas extramatrimoniales, pobladas por un 95% de hombres e innumerables chatbots que fingen ser mujeres. ¡°Internet puede ser m¨¢s sexista que la vida real porque el elemento humano, el hecho de mirar a alguien a la cara, ya no est¨¢¡±, comenta. ¡°Pero no creo que necesariamente revele nuestros verdaderos yoes: en algunos casos, creo que incentiva las opiniones extremas¡±.
Junto con la escritura de Leslie Jamison y t¨ªtulos como Odio Internet, de Jarett Kobek, Kiberd cita las teor¨ªas del fallecido fil¨®sofo brit¨¢nico Mark Fisher como una de las mayores influencias a la hora de perge?ar Desconexi¨®n. ¡°Le entrevist¨¦ un a?o antes de su muerte por el grupo de Facebook en cuya formaci¨®n hab¨ªa participado, Boring Dystopia, cuya premisa era que la vida en esta fase del capitalismo es una distop¨ªa aburrida ¡ªy que especialmente Gran Breta?a es una distop¨ªa aburrida¡ª, una idea que creo que se ha vuelto m¨¢s verdadera con el tiempo¡±.
Mano a mano con el fantasma del tedio, recorre el libro la noci¨®n del d?ppelganger, el yo desdoblado que adquiere una vida propia en la dimensi¨®n paralela de la pantalla, y que la escritora se plantea trasladar a una historia de ficci¨®n. ¡°Creo que esto les pasa a todos los escritores, pero me motiva mucho el no haber hecho algo, el querer probar que puedo hacer algo que a¨²n no he hecho. As¨ª que lo pr¨®ximo en lo que voy a trabajar es una novela experimental, al menos en su forma, con un ensayo encajado en el medio¡±, abunda. ¡°Pero me siguen fascinando las mismas cosas que cont¨¦ en Desconexi¨®n: la identidad, el trabajo, las relaciones y el yo en la era de internet¡±.
Babelia
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