Fallece el escritor y periodista Ram¨®n Lobo, uno de los grandes corresponsales de guerra espa?oles
El reportero cubri¨® durante dos d¨¦cadas conflictos internacionales para EL PA?S y escribi¨® novelas y libros de memorias
El periodista y escritor Ram¨®n Lobo, uno de los grandes corresponsales de guerra de la prensa espa?ola, ha fallecido este mi¨¦rcoles en Madrid a los 68 a?os, v¨ªctima de un c¨¢ncer de pulm¨®n que le diagnosticaron hace un a?o. Durante dos d¨¦cadas cubri¨® para este diario los principales conflictos internacionales, desde Bosnia y Chechenia hasta Irak, Afganist¨¢n o L¨ªbano, pasando por Sierra Leona, Congo o Ruanda, y lo hizo con una mezcla de humanidad y desgarro, sin esconder ning¨²n detalle por terrible que fuera, pero siempre tratando de adoptar el punto de vista de aquellos que sufren las guerras.
Desde Sierra Leona, por ejemplo, firm¨® uno de sus grandes reportajes sobre la amputaci¨®n sistem¨¢tica de civiles por parte de la guerrilla, una de las atrocidades que marc¨® la guerra en ese pa¨ªs africano, en el que Lobo dej¨® una parte de su alma: ¡°Es una loter¨ªa macabra. Los rebeldes sacan a la gente de sus casas. Obligan a los hombres a alinearse en la calle. Les dan un papelito doblado en el que est¨¢ escrito su sino: brazo corto o largo; mano derecha o izquierda. Despu¨¦s, con un machete o un hacha, seccionan el miembro elegido por el azar. Samuel Taylor-Kamata tuvo mala suerte: le amputaron las dos. Habita en un colch¨®n andrajoso del hospital de Connought, en Freetown. Ronda los 30 a?os. Su hermana, sentada a un lado, le da de beber agua a sorbos en un vaso de pl¨¢stico. Samuel tampoco tiene lengua. Se la seccionaron con un cuchillo¡±.
Lobo, que naci¨® en Maracaibo (Venezuela) en 1955, aunque creci¨® en el Madrid franquista y de la Transici¨®n, fue tambi¨¦n un autor importante. Escribi¨® dos novelas de periodistas ¡ªIsla ?frica, que se tradujo al franc¨¦s, italiano y portugu¨¦s, y El d¨ªa en que muri¨® Kapuscinski¡ª; un libro de memorias inclasificable y maravilloso, Todos n¨¢ufragos, que era a la vez un retrato personal y generacional de un pa¨ªs herido, y varios libros de reportajes ¡ªEl h¨¦roe inexistente, Cuadernos de Kabul y El autoestopista de Grozny (y otras historias de f¨²tbol y guerra)¡ª, adem¨¢s de un ensayo que se fragu¨® durante la pandemia, Las ciudades evanescentes.
En una carrera contra el tiempo y la enfermedad, dedic¨® las ¨²ltimas semanas de su vida, cuando el c¨¢ncer ya estaba galopando a toda velocidad por su organismo, a terminar un libro que empez¨® siendo una reflexi¨®n sobre la muerte de su madre, Maud Leyder, a quien adoraba, y acab¨® mutando en una obra sobre su propio final. La escritura se convirti¨® en una forma de sortear una cita en Samarra que hac¨ªa tiempo sab¨ªa inevitable. Isla ?frica, publicada en 2001, relata la historia de un periodista que busca un lugar donde morir de c¨¢ncer y se instala en Sierra Leona, donde pretende acabar un libro. El empe?o de su personaje parece una descripci¨®n de s¨ª mismo 22 a?os despu¨¦s: ¡°Carlos escrib¨ªa en un desesperado intento por alcanzar alg¨²n tipo de posteridad o para entretener el p¨¢nico y estirar su existencia m¨¢s all¨¢ del calendario biol¨®gico o sobrevivirse encerrado en un papel de cuadr¨ªcula fina¡±.
Divertido, maestro del humor negro y de los chistes malos, con arranques hom¨¦ricos de ira y de risa, Ram¨®n Lobo fue un seductor que logr¨® crearse una familia mucho m¨¢s all¨¢ de la biolog¨ªa. Acompa?ado en sus ¨²ltimas semanas por Mar¨ªa, supo hacer f¨¢cil a los dem¨¢s, con humor y realismo, un momento final al que llevaba d¨¦cadas d¨¢ndole vueltas. Como corresponsal de guerra, cont¨® la muerte de los dem¨¢s sin que jam¨¢s fuera banal ¡ªtodas las v¨ªctimas son importantes en sus cr¨®nicas¡ª y siempre record¨® a los amigos que se quedaron por el camino ¡ªMiguel Gil en Sierra Leona, Julio Fuentes en Afganist¨¢n, Ricardo Ortega en Hait¨ª¡ª.
Su desaparici¨®n, y todos los ritos que deb¨ªan rodear su entierro, era una de sus conversaciones favoritas, que sus amigos aguant¨¢bamos con resignaci¨®n. ¡°Fantasear con la muerte, querer asistir al propio funeral (laico), participar en la colocaci¨®n de las flores sobre las tumbas y al esparcimiento de las cenizas es, despu¨¦s de todo, la expresi¨®n m¨¢xima de la necesidad de compa?¨ªa¡±, escribi¨® en Las ciudades evanescentes, su peculiar homenaje a Las ciudades invisibles de Italo Calvino. ¡°Me gustaba llevar velas blancas a las guerras. No solo representaban un seguro contra los cortes de electricidad, tambi¨¦n ayudaban en el proceso de creaci¨®n de una red emocional de emergencia¡±. Hablar de la muerte era su vela blanca en tiempos de paz.
Empez¨® muy pronto en el periodismo en diferentes medios ¡ªradio, agencias¡ª y, tras un paso por la prensa econ¨®mica, en la que hizo amigos que conserv¨® toda su vida, fue redactor jefe de Internacional en el diario El Sol entre 1990 y 1992. All¨ª aprendi¨® que no quer¨ªa volver a ser jefe, aunque ya demostr¨® una cualidad que marcar¨ªa toda su carrera: fue un maestro de periodistas, alguien que sab¨ªa transmitir sus ense?anzas a las siguientes generaciones. Muchos reporteros encontraron en Ram¨®n consejos, tiempo, pedagog¨ªa y paciencia (que no era precisamente una de sus virtudes). Siempre estaba all¨ª para cualquiera que quisiese dedicarse al duro oficio de ser reportero de guerra. Aunque gan¨® numerosos galardones ¡ªdesde el premio Cirilo Rodr¨ªguez hasta el Manu Leguineche¡ª, nada le hizo tanta ilusi¨®n como un doctorado honoris causa por la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elche, donde un aula de periodismo lleva su nombre.
Cuando cerr¨® El Sol, su lugar natural era EL PA?S. Contaba muchas veces que en la entrevista que le hizo el entonces redactor jefe de Internacional, Luis Mat¨ªas L¨®pez, le pregunt¨®: ¡°?Estar¨ªas dispuesto a ir a Sarajevo?¡±. A lo que respondi¨®: ¡°Llevo 15 a?os esperando a que me hagan esta pregunta¡±. Pocos meses despu¨¦s, mandaba sus cr¨®nicas desde la capital bosnia: ¡°Hombres y mujeres empezaron a correr de un lado a otro en busca de refugio. Las explosiones se suced¨ªan. Una, dos, tres¡ La sensaci¨®n inicial de fragilidad se transforma en temor¡±.
Pas¨® 20 a?os en la secci¨®n de Internacional, como enviado especial, pero tambi¨¦n como editor minucioso y exigente. Sus breves eran obras maestras del periodismo de mesa. Se han perdido en la inmensidad de la hemeroteca y naturalmente no estaban firmados, pero constituyen uno de los m¨¢ximos ejemplos del respeto que Ram¨®n tuvo por su oficio y por los lectores. Cada columna de breves era perfecta, un ejemplo de que no hay ning¨²n tama?o demasiado peque?o para el gran periodismo. Fue tambi¨¦n un profesional curioso, siempre dispuesto a abrazar las nuevas tecnolog¨ªas y comprendi¨® que, en este oficio, nunca hay que negarse a aprender algo nuevo. Fue uno de los impulsores del periodismo digital en EL PA?S con su blog Aguas Internacionales y sus Cuadernos de Kabul, que recog¨ªan sus cr¨®nicas afganas en un nuevo formato, ya alejado del papel. Fue tambi¨¦n un pionero con su blog personal, En la boca del lobo.
En 2012 fue despedido, junto a otros 128 profesionales, en un ERE. Aquello supuso un duro golpe, pero empez¨® una segunda vida profesional, con un espacio dominical en A vivir que son dos d¨ªas, el programa de la SER dirigido por Javier del Pino; en Infolibre y en El Peri¨®dico de Catalunya. Volvi¨® a EL PA?S en 2018 como columnista de la mano de Soledad Gallego-D¨ªaz y Joaqu¨ªn Estefan¨ªa.
Con cientos de miles de seguidores, despleg¨® tambi¨¦n una intensa vida profesional en Twitter, donde se convirti¨® en un agitador pol¨ªtico y cultural. Inconformista y cr¨ªtico, hizo todo lo posible por cambiar, desde la izquierda aunque sin compromisos partidistas, el pa¨ªs en el que naci¨® y creci¨® y que defini¨® as¨ª en Todos n¨¢ufragos: ¡°Soy un superviviente maltrecho de un doble maremoto, el familiar y el colectivo, que asol¨® Espa?a entre el 18 de julio de 1936 y el 20 de noviembre de 1975 y del que a¨²n no nos hemos recuperado. Ambos, familia y pa¨ªs, fuimos aplastados por una forma de intolerancia impulsada y guiada desde el nacional-catolicismo¡±. Quiz¨¢s, si hay una palabra que pueda definir su vida, y su obra, es la tolerancia y sus cientos de tuits demuestran hasta qu¨¦ punto la defendi¨®.
La jubilaci¨®n fue uno de los grandes momentos de su vida: ¡°Pienso en los muertos de mi camino, los que me adelantaron en direcci¨®n a ?taca. La ¨²ltima, nuestra querid¨ªsima Alicia G¨®mez Montano. Pienso en mis amigos y compa?eros de batallas Miguel Gil, Julio Fuentes y Ricardo Ortega. Me emociona sentirlos tan cerca en un mundo paralelo. En eso soy muy africano. No creo en el M¨¢s All¨¢, pero s¨ª en el poder de la imaginaci¨®n. Me siento feliz porque mi segunda biograf¨ªa da sentido a mi vida. Es un privilegio sentirse colmado y poder seguir. Alcanzo la edad de jubilaci¨®n (a¨²n deber¨¦ esperar unos meses) en plenitud profesional, la cabeza m¨¢s o menos en su sitio y sin olvidar ni un instante qui¨¦nes son las v¨ªctimas y qui¨¦nes los verdugos. No tengo banderas, solo valores y principios¡±, escribi¨® en su blog personal cuando cumpli¨® los 65 a?os. No sab¨ªa entonces que la enfermedad iba a cruzarse en su camino en muy poco tiempo.
He sido amigo de Ram¨®n Lobo durante m¨¢s de tres d¨¦cadas: me consideraba su hermano peque?o y yo le consideraba a ¨¦l otro hermano mayor. Me ense?¨® muchas cosas sobre el periodismo ¡ªprepara cada viaje como si fuese el primero, la infraestructura es importante cuando se est¨¢ en zona de conflicto, escucha, f¨ªate del instinto, habla con la gente, trabaja a dos velocidades¡ª y sobre la vida. Hemos viajado juntos, hablado durante horas, festejado, re¨ªdo y llorado. Y pens¨¦ que le conoc¨ªa de verdad hasta que me llam¨® hace un a?o para decirme que le hab¨ªan diagnosticado un c¨¢ncer. Ram¨®n era hipocondriaco y, como ya he dicho, no paraba de hablar de la muerte. Pero se enfrent¨® a su enfermedad con realismo y valent¨ªa, se gan¨® a todos sus m¨¦dicos y supo gestionar con sentido del humor (negro, muy negro) un diagn¨®stico que se complicaba por minutos. Ten¨ªa dos c¨¢nceres diferentes, ambos con met¨¢stasis, y adem¨¢s un aneurisma de aorta. Tres enfermedades mortales a la vez. Cuando abri¨® un chat para informar a un grupo de amigos muy cercanos sobre la evoluci¨®n de la enfermedad, lo llam¨® ¡°Caso raro de cojones¡±. Y cuando decidi¨® contar en su espacio de A vivir, A vista de Lobo, que dejaba la radio para dedicarse solo a tratarse, uno de sus m¨¦dicos le dijo: ¡°Cuenta lo de los dos c¨¢nceres, pero deja fuera lo del aneurisma, porque nadie te va a creer¡±. Sus c¨¢nceres tuvieron otro efecto m¨¢s: siempre fue muy madridista, pero desde que le diagnosticaron la enfermedad pas¨® al fanatismo blanco.
¡°Muchos tienen miedo de pronunciar la palabra c¨¢ncer, pero yo la voy a pronunciar y no tengo miedo a decirlo¡±, explic¨® entonces en aquella entrevista con Javier del Pino. ¡°No tengo miedo a decir que soy optimista, que voy a luchar, voy a pelear, luchar¨¦ hasta el ¨²ltimo minuto. Partido a partido, semana a semana¡±. Del Pino volvi¨® a entrevistarlo recientemente, pero esta vez se hab¨ªa acabado el optimismo, aunque hizo uno de los mejores chistes de toda su enfermedad: se iba a poner a tope con el libro porque los periodistas trabajan mucho mejor con deadline, con una hora de cierre, para lo que el ingl¨¦s utiliza la palabra muerte.
Entre tratamiento y tratamiento, tuvo tiempo de hacer un ¨²ltimo viaje, a Venecia, una ciudad que le obsesionaba por su belleza y por su capacidad para desafiar el tiempo. Visit¨® la isla cementerio y la tumba de Joseph Brodsky. Acababa de descubrir Marca de agua, el libro del premio Nobel ruso sobre la ciudad, y fue una de sus ¨²ltimas lecturas plenas. Me gusta imaginar que, cuando cruzaba alguno de los canales, mientras le daba vueltas a la muerte y a la vida, record¨® unos versos de la canci¨®n de Fabrizio de Andr¨¦ Preghiera in gennaio. Le gustaba much¨ªsimo el cantautor italiano ¡ªfallecido de c¨¢ncer de pulm¨®n, como Ram¨®n¡ª y especialmente esta canci¨®n que dedic¨® a un amigo que se suicid¨®: ¡°Cuando ¨¦l atraviese un d¨ªa / el ¨²ltimo viejo puente, a los suicidas dir¨¢ / bes¨¢ndolos en la frente: venid al Para¨ªso, / all¨¢ donde yo voy, / porque no existe infierno / en el mundo del buen Dios¡±. Ram¨®n fue la ant¨ªtesis de un suicida: disfrut¨® cada minuto de vida y su ¨²nica barrera fue evitar el sufrimiento. Se puede imaginar su eternidad como un interminable partido en el que el Real Madrid siempre gana o como un hombre cruzando puentes en Venecia, escuchando a un sabio cantautor italiano, mientras recuerda una frase de Brodsky: ¡°Nosotros partimos y la belleza permanece¡±. Ram¨®n ha dejado mucha belleza en este mundo pese a haber relatado horrores sin fin. Gracias por todo, viejo amigo.
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