¡®Eugene Onegin¡¯ regresa al Liceo asumiendo interesantes riesgos
Una nueva producci¨®n de Christof Loy algo descompensada y convertida en un doble retrato de la soledad, un reparto compacto y con alto nivel actoral, y una direcci¨®n musical poco intimista y muchas veces epid¨¦rmica
![La soprano Svetlana Aksenova y el bar¨ªtono Audun Iversen en la escena final de ¡®Eugene Onegin¡¯, el mi¨¦rcoles en el Liceo de Barcelona.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ECK66T7OJFA7BITD62NKS7JVXE.jpg?auth=1ba734bcbd7402a7ab17db50211748aaa437e7d1aca5e405c365b0463aad5443&width=414)
No era dif¨ªcil acordarse del reciente filme de Kiril Ser¨¦brennikov, La mujer de Tchaikovsky, viendo el estreno de la producci¨®n de Christof Loy de la ¨®pera Eugene Onegin, este mi¨¦rcoles, en el arranque de la nueva temporada del Liceo de Barcelona. Una puesta en escena rescatada de lo cancelado durante la pandemia que se estren¨®, en la ?pera de Oslo, pocas semanas antes de la emergencia sanitaria y que llegar¨¢, pr¨®ximamente, al escenario del Teatro Real de Madrid.
En la pel¨ªcula de Ser¨¦brennikov asistimos a la declaraci¨®n epistolar de la joven estudiante Antonina Miliukova a Chaikovski. El compositor la recibe inmerso en la composici¨®n de la famosa escena de la carta de su nueva ¨®pera, basada en la novela hom¨®nima de Pushkin. Vive tan fascinado por el personaje de Tatiana como reacio al de Onegin, pero a diferencia del detestable dandi aceptar¨¢ la propuesta de la joven y de paso acallar¨¢ los comentarios acerca de su homosexualidad. No obstante, con ello convertir¨¢ a Antonina en una v¨ªctima y desencadenar¨¢ el drama que narra magistralmente la pel¨ªcula con puntuales concesiones a la m¨²sica de Chaikovski (la banda sonora de Daniil Orlov juega con el famoso tema de la escena de la carta durante la preparaci¨®n de la noche de bodas).
Tambi¨¦n vimos en la pel¨ªcula la ansiedad que provoc¨® a Chaikovski la composici¨®n de Eugene Onegin. Sin duda, transponer en ¨®pera una de las m¨¢s destacadas novelas de la literatura rusa, principalmente admirada por la calidad de su verbo, fue un reto inmenso para ¨¦l. Chaikovski la dise?¨® como una sucesi¨®n realista de episodios y asign¨® a la m¨²sica la misma funci¨®n sutil e ¨ªntima que ten¨ªan los versos de Pushkin. Pero la relaci¨®n m¨¢s clara entre la pel¨ªcula de Ser¨¦brennikov y la producci¨®n oper¨ªstica de Loy reside en su capacidad para ahondar en la psicolog¨ªa de cada personaje dentro de un entorno tan opresivo como inmersivo. El director de escena alem¨¢n no oculta sus referentes cinematogr¨¢ficos y afirma, en el programa de mano, que su visi¨®n de Onegin le recuerda al protagonista adicto al sexo de Shame, de Steve McQueen.
![La soprano Svetlana Aksenova durante la escena de la carta de ¡®Eugene Onegin¡¯.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EKJSN2RSLBDDNJGQZTYTKJZCIQ.jpg?auth=96a80908920895dacf4ee38d45c09bc60c0531f86f051c6e203fc0658feea70f&width=414)
Loy afronta su segunda producci¨®n de Eugene Onegin, tras la estrenada en La Monnaie de Bruselas, en 2001. Y su propuesta asume ahora m¨¢s riesgos. El r¨¦gisseur alem¨¢n ha dejado a un lado la violencia de la Rusia sovi¨¦tica en favor de un retrato de la soledad dividido en dos partes. Centra la primera, llamada Solitude, en el personaje de Tatiana y se detiene justo antes del duelo entre Lenski y Onegin, en el segundo acto. La otra parte a?ade el punto de vista de Onegin, con el t¨ªtulo Loneliness, y supone un brusco contraste. Pasamos de un planteamiento realista formado por episodios yuxtapuestos, y ambientados en la vida dom¨¦stica de la Rusia decimon¨®nica, a otro on¨ªrico y continuo frente a una inmensa pared blanca.
El director de escena alem¨¢n trata de potenciar las simetr¨ªas de la ¨®pera de Chaikovski, pero su propuesta est¨¢ descompensada. En el primer y tercer acto asistimos a una similar sucesi¨®n de acontecimientos con los papeles invertidos (Onegin primero rechaza a Tatiana y despu¨¦s ella lo rechazar¨¢ a ¨¦l), pero la duraci¨®n de la primera parte casi duplica a la segunda. Adem¨¢s, el paso al ¨²ltimo acto se convierte en pura fantas¨ªa donde no se entiende que han pasado cinco a?os, la brillante polonesa se convierte en un espect¨¢culo violento y se llega al extremo de resucitar a Lenski.
![Visi¨®n general del escenario de ¡®Eugene Onegin¡¯ al final del segundo acto.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ZWFPSIQ5QRDXHHRM4VOOG7A4OM.jpg?auth=0f37e20f92f6e523698c4a4ca709f91f7752af6ceb2708cd89d46ff543b7044d&width=414)
Un logro de la puesta en escena reside en su capacidad para integrar las coreograf¨ªas de Andreas Heise; otro, en los ambientes creados por las escenograf¨ªas de Raimond Orfeo Voigt magn¨ªficamente iluminadas por Olaf Winter. Loy aprovecha para duplicar aspectos de la acci¨®n con siete bailarines y varios figurantes que forman el servicio de la casa de Larina. Con ellos y el coro compone escenas espectaculares y abarrotadas, como el vals del segundo acto, que fue uno de los momentos m¨¢s brillantes de la noche. Y la pared blanca le permite, en la segunda parte, intensificar la psicolog¨ªa de los personajes, hasta convertir la escena final de la ¨®pera en otro de los momentos estelares de la producci¨®n.
El reparto vocal fue compacto y tuvo un alto nivel actoral. El bar¨ªtono noruego Audun Iversen result¨® interesante como un Onegin capaz de plasmar vocalmente la degeneraci¨®n de su personaje. La soprano rusa Svetlana Aksenova brill¨® como Tatiana en la famosa escena de la carta con una exquisita musicalidad, a pesar de apretar algo los agudos, y una admirable entrega actoral. El tenor ruso Alexey Neklyudov se llev¨® la mayor ovaci¨®n de la noche por su magn¨ªfica aria de Lenski con refinadas din¨¢micas y un buen manejo de la media voz. Tambi¨¦n recibieron el benepl¨¢cito del p¨²blico el bajo-bar¨ªtono ingl¨¦s Sam Carl y el tenor bilba¨ªno Mikeldi Atxalandabaso. El primero sum¨® Zaretsky al Pr¨ªncipe Gremin y manej¨® con seguridad las casi dos octavas de tesitura de su famosa aria del tercer acto; el segundo cant¨® con maestr¨ªa las divertidas couplets de Monsieur Triquet. Bien la mezzo rusa Victoria Karkacheva como Olga y la rumana Liliana Nikiteanu como Larina, y admirable el personaje de Elena Zilio como nodriza Filipievna.
![La soprano Svetlana Aksenova lanza la cartas de Onegin en la escena final de ¡®Eugene Onegin¡¯.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3CPFKWE5NBH2PBZKBUVHCEIWOI.jpg?auth=fe2f0ad2e0e306adf94a919554647ce8902d579a507fdde117913151611827b4&width=414)
El director Josep Pons hizo un gran trabajo desde el foso al frente del Coro y Orquesta Sinf¨®nica del Gran Teatre del Liceu, aunque tambi¨¦n demostr¨® que Chaikovski no es su especialidad. Asegur¨® la claridad de los planos sonoros en el acompa?amiento, brill¨® en algunas danzas (como en el referido vals) y manej¨® con maestr¨ªa el rubato, pero su versi¨®n de la ¨®pera result¨® en general fr¨ªa, sin encanto, poco intimista y muchas veces epid¨¦rmica. El Coro del Gran Teatre del Liceu tuvo una buena actuaci¨®n, aunque destac¨® m¨¢s la secci¨®n masculina que la femenina, como qued¨® patente en el irregular coro de campesinas que abri¨® el tercer cuadro del primer acto. Y la Orquesta de la casa luci¨® bellos solos en la madera, una cuerda compacta, aunque tambi¨¦n algunas imprecisiones de empaste y afinaci¨®n. Un buen retorno de Eugene Onegin al Liceo, tras 25 a?os de ausencia, el mismo teatro donde tuvo su estreno en Espa?a, a comienzos de 1955.
Eugene Onegin
Música de Piotr Ilich Chaikovski. Liliana Nikiteanu (mezzosoprano), Svetlana Aksenova (soprano), Victoria Karkacheva (mezzosoprano), Elena Zilio (mezzosoprano), Audun Iversen (barítono), Alexey Neklyudov (tenor), Sam Carl (bajo-barítono), Josep Ramón Olivé (barítono), Mikeldi Atxalandabaso (tenor). Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Josep Pons. Dirección de escena: Christof Loy. Gran Teatro del Liceo, 27 de septiembre. Hasta el 8 de octubre.
Babelia
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