El Palau de les Arts aplaude el Chaikovski m¨¢s visionario
Triunfa la surrealista producci¨®n de ¡®La dama de picas¡¯ de Richard Jones en la inauguraci¨®n de la nueva temporada oper¨ªstica en Valencia con destacados conjuntos, un buen reparto y la brillante direcci¨®n de James Gaffigan
Suele tildarse a Piotr Ilich Chaikovski (V¨®tkinsk, 1840 - San Petersburgo, 1893) de conservador. Un compositor que escribi¨® ballets de cuentos de hadas, ¨®peras sentimentales y sinfon¨ªas empalagosas, pero que fue venerado por los simbolistas rusos como vidente modernista. Lo recordaba Richard Taruskin, en 1993, dentro de unas notas al programa de La dama de picas, en la ?pera de San Francisco, con un t¨ªtulo m¨¢s que provocador: Una obra maestra del surrealismo musical.
Richard Jones debi¨® de leer este texto de Taruskin cuando preparaba su famosa producci¨®n de la pen¨²ltima ¨®pera de Chaikovski. Una puesta en escena tensa, obsesiva y sard¨®nica, que se estren¨® en la Welsh National Opera, en septiembre de 2000, y que ha recorrido medio mundo hasta poco antes de la irrupci¨®n de la pandemia, en que se pudo ver en la Lyric Opera de Chicago.
El Palau de Les Arts de Valencia acaba de estrenarla en Espa?a como apertura de su nueva temporada en una reposici¨®n de Benjamin Davis. Una curiosa conexi¨®n con el Liceo de Barcelona que ha elegido como apertura el otro gran t¨ªtulo de Chaikovski basado en Pushkin, Eugene Onegin, y en otra arriesgada producci¨®n de Christof Loy (el tercer t¨ªtulo del compositor basado en el poeta y dramaturgo moscovita, Mazzepa, subi¨® por primera y ¨²nica vez a un escenario espa?ol en la inauguraci¨®n de la temporada 2016-17 del Campoamor de Oviedo).
Si, en Eugene Onegin, la voz narrativa y su vertiente musical son realistas (de ah¨ª el riesgo que asume la on¨ªrica propuesta de Loy), en La dama de picas, la acci¨®n se inunda de una atm¨®sfera alucinatoria. De hecho, Chaikovski intensific¨® esa atm¨®sfera en los abundantes retoques que hizo, con ayuda de su hermano Modest, en la adaptaci¨®n oper¨ªstica del cuento de Pushkin, una maniobra donde se acerc¨® al ambiente pre-simbolista de El jinete de bronce.
Taruskin explica que el principal ¡°alucin¨®geno¡± de esta ¨®pera no es la armon¨ªa sino la orquestaci¨®n. Lo comprobamos ayer domingo, 1 de octubre, en la impresionante escena que abre el tercer acto. Herman recuerda el funeral de la vieja condesa, con una desconcertante mezcla de cantos ortodoxos y toques militares, dentro y fuera de escena, que apoya de forma alterna la cuerda y la madera. Un ambiente tan novedoso que hasta Rimski-K¨®rsakov lo consider¨® orquestado al rev¨¦s. Pero la tensi¨®n crece sin parar hasta la aparici¨®n del espectro de la anciana se?ora que revela el secreto de las tres cartas de donde pende todo el drama de la ¨®pera.
Jones la compone con una escenograf¨ªa en plano cenital donde vemos la cama de Herman y, a su lado, el espectro de la condesa convertido en la gigantesca marioneta de un esqueleto. El juego de perspectivas y el ambiente claustrof¨®bico, tambi¨¦n en la escena del parque del primer acto, potencian la t¨¦trica escenograf¨ªa de John Macfarlane, donde todo se termina amontonando al final. Y las marionetas y t¨ªteres de Chris Pirie resuelven con brillantez el intermedio neocl¨¢sico mozartiano del segundo acto, al tiempo que incrementan la dosis de irrealidad.
Pero destaca la intensidad psicodram¨¢tica que a?ade Jones a cada personaje. Un retrato trastornado del pobre oficial Herman, que lo acerca al soldado protagonista de Wozzeck, de Berg, y un entorno opresivo donde ni el deplorable conde Tomski es su confidente ni el desdibujado pr¨ªncipe Ieletski su rival. Lisa y la condesa act¨²an movidas por la misma atracci¨®n y temor hacia Herman. Y el coro facilita los contrastes al tiempo que subraya lo on¨ªrico. El punto m¨¢s bajo lo vimos, no obstante, en la escena final donde el ambiente desborda testosterona y se a?ade una innecesaria humillaci¨®n homoer¨®tica en forma de ballet.
La direcci¨®n musical de James Gaffigan, titular de la ?pera valenciana, conect¨® con el tono grotesco y visionario de la escena. Del primer acto sobresali¨® la sobrenatural tormenta, en el segundo elev¨® con inter¨¦s los supuestos solecismos mozartianos y manej¨® bien los contrastes, pero las tres escenas del tercer acto fueron lo mejor de toda la velada. Empezando por el ambiente alucinatorio de la aparici¨®n del espectro de la condesa, la intensa destrucci¨®n de Lisa y Herman junto a la variada escena final en la casa de juego.
La Orquestra de la Comunitat Valenciana volvi¨® a demostrar que es el mejor conjunto oper¨ªstico espa?ol, alternando intensidad y preciosismo. El Cor de la Generalitat Valenciana brill¨® en cada una de sus intervenciones, especialmente en la escena festiva del segundo acto. Y una menci¨®n para la Escolania de la Mare de D¨¦u dels Desemparats y la Escola Coral Veus Juntes en la escena inicial donde Chaikovski evoca el inicio de Carmen, de Bizet, a petici¨®n del director de los Teatros Imperiales, Iv¨¢n Vs¨¦volozhsky.
La direcci¨®n musical de James Gaffigan, titular de la ?pera valenciana, conect¨® con el tono grotesco y visionario de la escena¡±.
El extenso reparto vocal mantuvo un alto nivel musical y actoral. El tenor armenio Arsen Soghomonyan fue un Herman ag¨®nico y poderoso. De voz oscura y amplio caudal, impresion¨® en su dif¨ªcil intervenci¨®n en la escena de la tormenta con un imponente si natural agudo sobre la palabra moyei (m¨ªa). Y lleg¨® entero al brindisi final tras intervenir en todas las escenas de la ¨®pera. El bar¨ªtono ucranio Andrei Kymach fue tambi¨¦n un imponente conde Tomski y arranc¨® los primeros aplausos de la noche con su versi¨®n de la famosa balada sobre la leyenda de las tres cartas. Menos atractivo result¨® el bar¨ªtono Nikolay Zemlianskikh, como pr¨ªncipe Ieletski, en su exquisita aria del segundo acto.
La joven Lisa fue de menos a m¨¢s en la voz de la soprano rusa Elena Guseva, que brill¨® con entrega e intensidad en su aria en dos partes del tercer acto, antes de suicidarse con una bolsa de pl¨¢stico. La veterana mezzo alemana Doris Soffel exhibi¨® elegancia vocal y temple esc¨¦nico como la vieja condesa . Y la mezzo rusa Elena Maximova afront¨® con musicalidad la inmensa tesitura de la truculenta canci¨®n de Polina, en la segunda escena del primer acto.
Al final de su art¨ªculo, Taruskin subraya el visionario surrealismo de Chaikovski al perfilar a Herman. Un personaje cercano al prototipo psicol¨®gico del antih¨¦roe moderno que se cuestiona la realidad de sus obsesiones, pero que no puede librarse de ellas. Y que Jones lo muestra plenamente consciente de su destino, desde su primera aparici¨®n sobre el escenario.
La dama de picas
Música de Piotr Ilich Chaikovski. Libreto de Modest Ilich Chaikovski. Arsen Soghomonyan (tenor), Andrei Kymach (barítono) Vasily Efimov (barítono), Doris Soffel (mezzosoprano), Elena Guseva (soprano), Elena Maximova (mezzosoprano), entre otros. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección de escena: Richard Jones. Palau de les Arts, 1 de octubre. Hasta el 14 de octubre.
Babelia
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