Mar¨ªa Iglesias, escritora: ¡°El puente en el Estrecho entre ?frica y Europa es un dilem¨®n¡±
La periodista sevillana plantea en su novela ¡®Horizonte¡¯ el desaf¨ªo europeo de firmar un nuevo contrato social con la juventud africana que exige el fin de la explotaci¨®n de sus recursos
La periodista y escritora Mar¨ªa Iglesias (Sevilla, 47 a?os) habla a un ritmo vertiginoso con una elocuencia que deviene casi en provocaci¨®n. Por ejemplo, propone que cada persona se mire por la ma?ana al espejo y diga en alto: ¡°Los blancos y los negros tenemos los mismos derechos¡±. Pretende con sus libros evidenciar las injusticias que arrastra el modelo occidental de bienestar. Y para ello, ya cont¨® los avatares del hijo de un carbonero que luchaba por salir de la pobreza en Lazos de humo (Temas de hoy) y plasm¨® ¡°el bochorno¡± del tratamiento de Europa a los refugiados en El granado de Lesbos (Galaxia Gutenberg). Ahora presenta su tercera novela: Horizonte (Edhasa), basada en las vivencias de un migrante camerun¨¦s que descubre el desconocido, pero real, proyecto para abrir un t¨²nel o un puente que una Europa y ?frica por el estrecho de Gibraltar.
Pregunta. ?Cu¨¢nto de ut¨®pico tiene este proyecto?
Respuesta. Lo que me parece ut¨®pico es pensar que si seguimos en la deriva que estamos no vamos a acabar en una implosi¨®n. Eso es utop¨ªa total, autoenga?o y trampas al solitario. Igual que en lo medioambiental. ?No es alucinante que a fecha de hoy nos parezca una utop¨ªa la igualdad entre negros y blancos? Estoy segura de que esto es algo que nos va a avergonzar pasado ma?ana, porque antes de ayer la utop¨ªa era la igualdad entre mujeres y hombres o de los homosexuales. Toda conquista parte de lo que parece una utop¨ªa. Estamos lanzados a una adoraci¨®n de lo dist¨®pico frente a lo ut¨®pico y sin utop¨ªa no habr¨ªamos avanzado nada. Aqu¨ª hablamos de ley, de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
P. ?C¨®mo reaccionar¨ªa la poblaci¨®n a esta obra?
R. El puente es un dilem¨®n, lo es en la novela y lo es en la realidad. Hay un organismo (Secegsa) que desde la Transici¨®n tiene un presupuesto millonario con altos funcionarios en Madrid y que se ha mantenido con administraciones populares y socialistas. En este pa¨ªs en el que todo se trata con tanta vehemencia es curioso que eso no genere debate. A m¨ª me genera dudas desde el punto de vista medioambiental, pero el simbolismo del puente que sustenta la novela es el de la convivencia que se forja entre los personajes.
P. Tendr¨ªa que conllevar reciprocidad entre orillas.
R. Claro, si esto se lleva adelante, ?para qu¨¦ ser¨ªa? ?Es concebible que puedan cruzar unos y otros no? Lo que quiere Europa es promover el uso y abuso de los recursos de una forma m¨¢s c¨®moda que nos lucre a nosotros.
P. Eso ser¨ªa repetir las din¨¢micas de hace siglos.
R. En ?frica se han vivido 400 a?os de esclavitud, y de ah¨ª se ha pasado a la colonizaci¨®n, y de ah¨ª a la neocolonizaci¨®n. No ha habido realmente una emancipaci¨®n. Ha habido l¨ªderes de independencias africanas como Thomas Sankara o Patrice Lumumba que fueron exterminados en operaciones orquestadas por el hombre occidental blanco. No interesaba que estuvieran en el tablero de juego internacional.
P. Ahora los tiempos han cambiado.
R. Ahora da igual lo que opine la gente blanca de la forma en la que vamos a relacionarnos con ?frica. Quiero creer que las inteligencias oficiales ya los saben, pero el caso es que la juventud africana actual est¨¢ decidida a parar el expolio europeo blanco. Lo va a hacer.
P. ?Y qu¨¦ plantea la novela?
R. Puesto que ese cambio est¨¢ en marcha, habr¨ªa que ver qu¨¦ papel queremos y qu¨¦ es m¨¢s inteligente. Podemos intentar frenarlo e ir al conflicto o firmar un nuevo contrato social, que es lo que promueve esa juventud africana. Hacerlo arm¨®nicamente. Ellos nos dicen: ¡°Se?ores, a ustedes os interesan fundamentalmente nuestros recursos. Lo sabemos. Bien. Expoliarlo se ha acabado¡±. Es un #SeAcab¨®Machacar?frica. Eso lo tienen claro, igual que las mujeres tenemos claro que se acab¨® cobrar menos y que nos caigan los cuidados. La cuesti¨®n es decir: ¡°Hombres de hoy en d¨ªa ?Est¨¢is de acuerdo? Si es que s¨ª, mejor, pero si es que no, nos da igual porque lo vamos a hacer. Porque ya est¨¢ bien¡±. En ?frica es lo mismo.
P. Pero las resistencias europeas son fuertes.
R. Aqu¨ª solo se habla de c¨®mo parar las migraciones. En cambio, lo que se discute desde la orilla africana es c¨®mo parar el expolio, que justo es clave en el impulso de las migraciones.
P. ?Es consciente la sociedad de esta din¨¢mica?
R. Se da por hecho que tiene que ser as¨ª. Y no nos preguntamos: ?no es una utop¨ªa que queramos seguir robando recursos en ?frica sin consecuencias? La ciudadan¨ªa general no tiene ninguna conciencia. Vivimos ajenos a que nuestra forma de vida se basa en el expolio de los recursos africanos y en la explotaci¨®n de su mano de obra. Queremos que quienes vienen sean neoesclavos. En cambio el sistema eso lo sabe, lo consiente y lo busca as¨ª. Para los Gobiernos es un plan organizado. Se asume como normal que los africanos, por serlo, son una subespecie humana, tal cual. Es dur¨ªsimo decirlo as¨ª pero la bestialidad que cometemos nos la debemos decir a la cara para darnos cuentas de lo que implica, como pensar que es una utop¨ªa que ellos puedan viajar aqu¨ª como nosotros viajamos a sus pa¨ªses. Tampoco se puede estar bien informados de la realidad africana con los pocos periodistas que reportan de esos 55 pa¨ªses. Si se supiera m¨¢s no ser¨ªa una sorpresa lo que pasa all¨ª, como por ejemplo, lo que aqu¨ª entendemos como golpes de Estado, all¨ª muchos lo ven como insurrecciones de liberaci¨®n.
P. ?Cu¨¢l es su aproximaci¨®n a la novela como mujer blanca?
R. Para escribirla me he basado en la historia del analista camerun¨¦s Sani Ladan. Entrevistarlo me supuso una revelaci¨®n. Me cont¨® su proceso migratorio, siempre epop¨¦yico y que demostraba c¨®mo les obligamos a venir de esa forma tan salvaje e insegura. Pero en paralelo tambi¨¦n se refer¨ªa a una nueva generaci¨®n de africanas y africanos que gracias a las redes y sus estudios estaban decididos a acabar con la inequidad. Soy consciente de la responsabilidad que tiene ser altavoz de eso. Pero tambi¨¦n, como andaluza, me siento en el umbral entre dos continentes.
P. ?C¨®mo un continente a 14 kil¨®metros se percibe tan lejano?
R. Eso es flipante. A los europeos, espa?oles y en especial a los andaluces se nos ha robado nuestra identidad. Estamos marcados por ocho siglos de convivencia de Al-?ndalus y por nuestra vinculaci¨®n a la otra orilla del Estrecho. Eso se ha querido borrar, sigue sin estudiarse bien en las escuelas y seguimos viviendo de espaldas a esa realidad que nos empobrece tant¨ªsimo. Y es alucinante. Cualquier otro pa¨ªs que existiera en este privilegiado punto geogr¨¢fico del planeta desarrollar¨ªa mucho m¨¢s la relaci¨®n con ?frica porque est¨¢ llena de posibilidades. A nosotros nos interesa m¨¢s un eje norte-sur que este-oeste. Convivir¨ªamos mucho mejor. Nos enriquecer¨ªamos m¨¢s todos.
P. Tambi¨¦n es muy usual verle en manifestaciones por causas de derechos humanos.
R. La gente en la calle es la que cambia las cosas. El poder nunca va a ceder ni un ¨¢pice de buen grado. Por eso el puente es un pulso, para conseguir un objetivo tiene que haber tensi¨®n, l¨®gica democr¨¢tica, ley y palabra. Es mejor usar la palabra que cerrar cauces y canales.
P. En la utilidad de la palabra, ?c¨®mo se concilia en su carrera escribir de estos episodios tr¨¢gicos habiendo sido guionista de comedia?
R. Efectivamente hay experiencias tan duras que en momentos me he sentido culpable de disfrutar al ser consciente de lo que les estamos haciendo, pero yo s¨¦ por mi trabajo en Paramount Comedy que el humor es liberador. Las injusticias hay que combatirlas, lo que no podemos permitir es que encima nos quiten la alegr¨ªa.
Babelia
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