La escuadra del almirante Cervera permanece ¡®intacta¡¯ bajo las aguas de Cuba 125 a?os despu¨¦s del Desastre del 98
Una revista del Ministerio de Defensa describe el estado de los buques hundidos en la bah¨ªa de Santiago y su entorno
A las 21.40 horas del 15 de febrero de 1898, el acorazado estadounidense USS Maine salt¨® por los aires. La bah¨ªa de La Habana se ilumin¨® inesperadamente. Las autoridades de Estados Unidos acusaron a Espa?a de la muerte de 256 de sus marineros y declararon la guerra. Este a?o se cumple el 125? aniversario de un enfrentamiento que provoc¨® la p¨¦rdida de las ¨²ltimas posesiones espa?olas en Am¨¦rica y el Pac¨ªfico y que dio pie al nacimiento de un nuevo imperio, el estadounidense. Ahora, el art¨ªculo Pecios de la escuadra del almirante Cervera en Santiago de Cuba, publicado por la Revista General de Marina, del Ministerio de Defensa, da cuenta del parque arqueol¨®gico subacu¨¢tico en el que yacen ¡ªcolapsados por el tiempo y por la historia¡ª los restos de la que fuera la temida Escuadra de Operaciones de las Antillas: los cruceros acorazados Crist¨®bal Col¨®n, Vizcaya, Almirante Oquendo, los destructores Furor y Plut¨®n y el carbonero estadounidense USS Merrimac. Sin embargo, el buque insignia, el Infanta Mar¨ªa Teresa, no se encuentra en aguas cubanas, sino que est¨¢ hundido en Cat Island, en las Bahamas.
Ante la no disimulada escalada y presi¨®n b¨¦lica norteamericana (Estados Unidos hab¨ªa ya intentado en varias ocasiones comprar Cuba), el Gobierno de Espa?a envi¨® preventivamente el 29 de abril una flota, mientras los estadounidenses mandaron dos claramente superiores t¨¦cnicamente. Los EE UU hab¨ªan declarado la guerra el 24 de abril con car¨¢cter retroactivo desde el 21 de ese mes, ya que ese d¨ªa el ca?onero USS Nashville hab¨ªa apresado al vapor espa?ol Buenaventura sin motivo alguno. El almirante Pascual Cervera y Topete, ante la superioridad tecnol¨®gica y de fuego estadounidense, decidi¨® no presentar batalla, sino mantener a resguardo sus barcos en puerto de Santiago de Cuba. La escuadra de Estados Unidos, por su parte, se manten¨ªa en alerta en el exterior de la bocana.
El 3 de junio de 1898 el teniente Hobson, acompa?ado de siete hombres, intent¨® hundir el carbonero estadounidense USS Merrimac para impedir una posible salida de los buques de Cervera en la bah¨ªa de Santiago de Cuba; pero los espa?oles se adelantaron y lo echaron a pique en un lugar que no imped¨ªa la navegaci¨®n. Teodoro Rubio Casta?o, autor del informe y el ¨²nico espa?ol que ha buceado entre todos los pecios del llamado Desastre del 98, recuerda que el ¡°Merrimac yace desde entonces en el lecho fangoso, entre los 16 y los 23 metros de profundidad, perpendicular a la l¨ªnea de costa¡±. ¡°Su casco de acero se encuentra bastante bien conservado a pesar de los 125 a?os que lleva hundido, e impresiona la oscuridad de su interior, que le da un aspecto fantasmag¨®rico¡±, dice.
En 1892, la corbeta espa?ola Nautilus dio la vuelta al mundo. Su capit¨¢n, Fernando Villaamil, visit¨® as¨ª los arsenales de la Marina de Guerra estadounidense en Filadelfia. Qued¨® sorprendido al descubrir ¡°el nivel de eficiencia de sus buques, la ¨²ltima expresi¨®n de la arquitectura naval¡±. Desconoc¨ªa que esos mismos barcos de guerra acabar¨ªan con el destructor Furor y le costar¨ªan la vida. El Furor est¨¢ hundido frente a la playa de Mar Verde, cerca de Santiago de Cuba, a una milla de la costa aproximadamente. El pecio yace a una profundidad de entre 24 y 27 metros sobre un fondo arenoso con bastantes formaciones coralinas. El nav¨ªo estall¨® antes de su completo hundimiento, por lo que en el fondo no se distingue la t¨ªpica silueta de un barco.
En la noche del 3 de junio de 1898 el destructor Plut¨®n logr¨® torpedear al carbonero norteamericano USS Merrimac. Despu¨¦s, su capit¨¢n, y ante la superioridad estadounidense, decidi¨® embarrancarlo entre las playas de Buey Cab¨®n y Rancho Cruz. Pero debido a la falta de profundidad y a los envites del Caribe est¨¢ irreconocible. Solo permanecen los restos de sus m¨¢quinas, bielas, toberas, proyectiles y un sinf¨ªn de objetos met¨¢licos de lo que fuera la estructura. Los cuatro o cinco metros de fondo arenoso a los que se halla y su proximidad a la costa permiten que se pueda visitar con o sin equipo de buceo aut¨®nomo.
Por su parte, Juan Bautista Lazaga, m¨¢ximo responsable del crucero Almirante Oquendo, sab¨ªa que las posibilidades de salir con vida de la batalla eran m¨ªnimas. ¡°Sea cual fuere el resultado del primer encuentro, juro no arriar el pabell¨®n espa?ol, y demostrar¨¦ a ese enemigo odioso que los hijos de esta tierra hidalga saben morir antes que rendirse¡±. Y as¨ª fue. Falleci¨® en la batalla.
El pecio del Oquendo est¨¢ situado frente a la playa de Juan Gonz¨¢lez, a unos cien metros de la orilla y a una profundidad de entre 8 y 14 metros. De ¨¦l emerge casi en su totalidad el ca?¨®n Gonz¨¢lez Hontoria de 280 mil¨ªmetros y parte del de proa, proporcionando una visi¨®n exterior espectacular. Su estado general es considerablemente bueno, a pesar de la poca profundidad a la que se encuentra y a estar sometido a la presi¨®n de las rompientes de los temporales. ¡°Se aprecia casi toda su eslora de 103 metros de longitud y est¨¢ apoyado en su quilla sobre un lecho de arena¡±, explica Rubio Casta?o.
El crucero Vizcaya sufri¨® varias explosiones y un incendio, por lo que termin¨® embarrancado frente a la playa de Aserradero, a media milla de la costa. Est¨¢ incrustado en un arrecife paralelo a tierra. ¡°Es todo un espect¨¢culo introducirse en la barbeta [parapeto del ca?¨®n] que permanece fuera del agua y tener la misma visi¨®n que tuvieron en su d¨ªa los artilleros espa?oles. Es impresionante recorrer su cubierta colapsada a lo largo de toda la eslora y apreciar las varengas [pieza curva de la quilla] de su coraza de acero, sus calderas reventadas por la acci¨®n del mar y del tiempo y una de sus enormes anclas de almirantazgo, de la que cuelga una cadena de inmensos grilletes¡±.
El comandante Cousteau, en su documental Cuba: las aguas del destino, describi¨® el pecio del crucero Col¨®n as¨ª: ¡°Atravesando la barrera del tiempo, flotamos sobre la irreconocible chimenea que impuls¨® al Col¨®n en una carrera por la supervivencia, que estaba perdida de antemano. Perseguido, el pesado crucero, acab¨® sucumbiendo¡±. Se encuentra en la desembocadura del r¨ªo Turquino, a unas 48 millas n¨¢uticas de la bah¨ªa de Santiago de Cuba y a unos 64 metros de la costa, a una profundidad de entre nueve metros la popa y 32 la proa. Los restos yacen sobre un lecho de arena, siendo su estado general bueno, a pesar de los 125 a?os transcurridos desde su hundimiento, ya que la profundidad ha protegido al Col¨®n de la erosi¨®n de las rompientes, conservando casi todo el pecio de una sola pieza, pues su superestructura ha resistido el paso del tiempo y los envites de los huracanes. De hecho, son visibles hoy en d¨ªa las escotillas de bronce, piezas de artiller¨ªa Armstrong de 152 y 120 mm, algunos ca?ones de tiro r¨¢pido Nordenfelt de 57 y 37 mm y muchas balas del calibre 7,62 para el fusil Mauser modelo 1893, que los marineros espa?oles nunca pudieron disparar.
En 2015, las aguas donde se produjo el enfrentamiento fueron declaradas Monumento Nacional y denominadas Parque Arqueol¨®gico Subacu¨¢tico Batalla Naval de Santiago de Cuba 1898. Es la huella sumergida de la valent¨ªa y del fin de un imperio.
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